Se habla mucho de los transgénicos: semillas (u organismos vivos) modificados genéticamente con trozos de ADN de otros seres vivos para combinar las propiedades de ambos.
Experimentos han combinado ADN de vaca en plantas de soja, o genes de polilla en una manzana o incluso genes de rata en una lechuga.
En España la mayoría de la gente no conoce que somos el principal país de la UE en cultivo de transgénicos. Se introdujeron masivamente con el Partido Popular a finales de los noventa y se declinó firmar cualquier acuerdo de suspensión de su cultivo.
En 2004 había 58.000 hectáreas de cultivos transgénicos en España, un 7% del total. Por comunidades el porcentaje de transgénicos cultivados fue en Cataluña un 13%, en Aragón un 11%, en Castilla la Mancha un 9%, en Madrid un 9%, en Navarra un 4%, en Andalucía un 3% y en Extremadura un 2%.
La mayor parte de los productos transgénicos cultivados en España (sobretodo maíz y soja*) llevan la modificación Bt 176.
Esto supone que a los alimentos se les ha añadido el gen de una bacteria tóxica que repele a insectos.
En EEUU se prohibió el cultivo de las semillas modificadas con el Bt 176. Descubrieron que los insectos se hacían resistentes a la modificación y se hacían inmunes a un insecticida natural utilizado en la agricultura ecológica.
También ponía en riesgo a muchas especies de insectos protegidas. Insectos fundamentales para la polinización de plantas.
Pero además se descubrió una posible relación entre el consumo por humanos del Bt176 y la resistencia a determinados antibióticos perdiendo estos su eficacia.
A las maravillosas propiedades del Bt176 descubrieron que había que añadir la acumulación de las toxinas del gen en los suelos, aniquilando a larvas y gusanos así como a componentes necesarios.
La situación no ha cambiado con la llegada del PSOE al gobierno. Se comprometió a crear un registro público de las plantaciones de transgénicos pero lo incumplió.
Pero además ha seguido con la política del PP al intentar aprobar una normativa que permite la convivencia de cultivos transgénicos y biológicos conjuntamente. Esto es imposible ya que unas especies polinizarían a las otras y se contaminarían las especies naturales. El Ministerio de Agricultura también ha seguido aprobando nuevas variedades transgénicas para uso comercial.
Algunos científicos dicen que los transgénicos pueden ayudar a solventar problemas medioambientales como la falta de agua, la erosión del suelo o el aumento de las emisiones de CO2 y que por ello debe investigarse. A mí no me parece mal que investiguen pero hasta que no haya claros mecanismos que certifiquen la salubridad de esos alimentos debería vetarse su cultivo para consumo y debería certificarse que no se introduzcan en la cadena alimenticia. Por ello y mientras tanto: radicalmente en contra de su cultivo.
*los derivados del maíz y la soja están en dos terceras partes de los alimentos que consumimos.
España cultiva alimentos transgénicos a gran escala
No hace muchos días que todos los españoles observábamos perplejos como el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se plegaba una vez más ante los intereses de las multinacionales norteamericanas por encima del derecho al acceso a la cultura de sus ciudadanos, y redactaba la polémica Ley de Economía Sostenible, conocida popularmente como Ley Sinde, escrita y diseñada por presiones de gobierno estadounidense , rechazada después y que ahora el gobierno del PSOE intenta colar por la puerta de atrás.
Tras los pasos de la ministra de cultura Ángeles González Sinde, se coloca ahora la Ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino de España, la tránsfuga Rosa Aguilar Rivero.....
Según los datos del propio ministerio, en España se cultivan entorno a 70.000 hectáreas de un maíz modificado genéticamente perteneciente a la transnacional estadounidense Monsanto.
Laboratorios franceses han demostrado en diferentes estudios que el maíz genéticamente modificado Monsanto conocido como MON 810, reporta cambios en la composición de la sangre y daños en órganos internos de los animales alimentados con el mismo.
Su estómago, su hígado, su corazón, sus músculos e incluso su cerebro se ve dañados por la ingesta de este tipo de alimentos, pero además, no puede elegirlos porque el eficiente ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino de España dirigido por Rosa Aguilar no cumple con la legislación europea, ni tan siquiera la española, y no obliga al etiquetado de alimentos transgénicos así como no realiza seguimiento alguno en los campos de cultivo, permitiendo que las multinacionales del sector campeen a sus anchas, a pesar de los innumerables casos de contaminación genética y los daños sociales y económicos que estos cultivos han ocasionado.
Sirva como ejemplo el caso de Zambia, que en 2002 a pesar de estar amenazada por una hambruna, rechazó un cargamento de maíz transgénico enviado como ayuda alimentaria, simple y sencillamente porque la comida transgénica daña la salud de sus ciudadanos y afecta al cultivo interno de maíz.
ESTUDIOS CIENTÍFICOS CUESTIONAN NUEVAMENTE LA SEGURIDAD DE LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS
UN ESTUDIO CANADIENSE DETECTA LA PRESENCIA DE TOXINAS PRODUCIDAS POR TRANSGÉNICOS EN SANGRE DE FETOS Y EMBARAZADAS. INVESTIGADORES PORTUGUESES ENCUENTRAN GRAVES INTERFERENCIAS EN LA FINANCIACIÓN DE ESTUDIOS SOBRE RIESGOS PARA LA SALUD.
Tres estudios científicos recientes vuelven a poner en cuestión la seguridad para la salud de los alimentos transgénicos. Investigadores del Hospital Universitario Sherbrook en Quebec, han encontrado presencia de toxinas producidas por cultivos transgénicos en sangre de mujeres embarazadas y fetos. Por otro lado, científicos portugueses y españoles alertan en sendas publicaciones del grave conflicto de intereses en la investigación sobre riesgos de los transgénicos para la salud. Amigos de la Tierra exige al Gobierno la prohibición del cultivo e importación de transgénicos en España, y estudios independientes para evaluar la presencia de estas toxinas en la población española.
El estudio realizado en el Hospital Universitario de Quebec, publicado por la revista científica Reproductive Toxicology, analizó muestras de sangre de mujeres embarazadas, de cordones umbilicales y de mujeres no embarazadas. Los resultados muestran que la proteína tóxica insecticida Bt Cry1Ab estaba presente en el 93% de las mujeres embarazadas, el 80% de los cordones umbilicales y el 67% de las mujeres no embarazadas. La fuente más probable de esta presencia es el consumo de alimentos transgénicos. Aunque, los científicos no han especulado sobre los efectos que esto podría tener para la salud, al no ser el objetivo de su estudio.
“Este estudio muestra que las proteínas Bt procedentes de los cultivos transgénicos sobreviven en el sistema digestivo y pasan a la sangre, algo que las autoridades siempre habían afirmado que no ocurriría. Los resultados cuestionan la validez del proceso de evaluación de estos alimentos y son un ejemplo más de los efectos inesperados y preocupantes que generan los alimentos modificados genéticamente. Necesitamos aplicar el principio de precaución, prohibiendo tanto el cultivo como la importación de alimentos transgénicos”, afirmó David Sánchez, responsable de Agricultura y Alimentación de Amigos de la Tierra.
Otro estudio publicado por investigadores de la Universidad de Oporto en Food Policy, la principal revista científica en el campo de la economía y política agraria, muestra la preocupante relación entre la financiación y los resultados en los estudios sobre riesgos para la salud de los transgénicos. Los resultados confirman la estrecha relación entre quién financia o para quién trabajan los científicos y los resultados favorables para la seguridad de los transgénicos. En la misma línea apunta un artículo publicado recientemente por el Catedrático de Toxicología de la Universidad Rovira i Virgil, José L. Domingo, al realizar una revisión de los artículos publicados sobre riesgos toxicológicos de los transgénicos. En el artículo se aprecia un equilibrio entre los estudios que demuestran la seguridad de los alimentos transgénicos frente a los que detectan posibles riesgos, confirmando también que aquellos que demuestran su seguridad son realizados en su mayoría por la industria.
España es el único país de la UE que cultiva transgénicos a gran escala. En 2010 se cultivaron en torno a las 67.000 hectáreas del maíz transgénico MON810, modificado para producir la toxina insecticida Bt destacada en el estudio canadiense. Mientras, países como Austria, Francia, Alemania, Hungría, Italia o Luxemburgo prohíben su cultivo por sus incertidumbres para la salud, sus impactos ambientales y la imposibilidad de evitar la contaminación genética de los cultivos convencionales y ecológicos. El propio Comisario de Agricultura de la UE, Dacian Ciolos, afirmaba recientemente que la agricultura europea no debería estar basada en la producción de alimentos baratos a cualquier coste y que los transgénicos no cumplen con la calidad que exigen las personas consumidoras.
“Exigimos al Gobierno que promueva estudios independientes para evaluar la presencia de esta toxina en la población española y los posibles efectos para la salud. La complicidad del Ministerio de Medio Ambiente con la industria de los transgénicos nos expone a un riesgo inaceptable, no hay motivos que justifiquen la presencia de transgénicos en nuestra agricultura y en nuestra alimentación”. http://www.ecoportal.net/
Amigos de la Tierra
muy buena aportación, gracias!
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