LA BACTERIA E. COLI COMO ARMA BIOLÓGICA Y DE CONSUMO DE DESECHOS RADIACTIVOS.
Ante las acusaciones de Alemania y la aquiescencia de los grandes medios de comunicación; en defensa de los agricultores y ganaderos españoles, en Paz Digital desvelamos el “secreto” de la manipulación genética de la bacteria E. coli para su uso como arma biológica, como consumidora de desechos radiactivos, para recuperar uranio, etc.
E. coli, arma biológica y de consumo de desechos radiactivos
Paz Digital, 28-05-2011.- Sin ánimo de enmendar la plana a la Organización Mundial de la Salud o a Alemania sobre la procedencia española de los pepinos que transportaban la bacteria E. coli (Escherichia coli), causante de varias muertes de alemanes y de la alarma actual; de encontrarse en estas y otras hortalizas españolas, pedimos una investigación sobre el origen de la bacteria E. coli que supuestamente afectaba a los pepinos de España.
No descartamos la posibilidad de que se pueda haber esparcido esta bacteria como arma biológica o para ocultar sustancias radiactivas en el aire y en el agua de España o en cualquier otro lugar. Y afirmamos que, de momento, en donde se ha demostrado y publicado que se encuentra la cepa de la bacteria E. coli que produce muertes es en Alemania, y no en España. Son los productos que se encuentran en Alemania los que pueden estar afectados; los productos españoles, en España, por ahora, no han mostrado el menor signo de la cepa mortal de E. coli.
Sobre la ingeniería genética y el uso en la guerra biológica de la E. coli, de forma superficial y para legos, en Paz Digital nos atrevemos a desvelar algunos aspectos hasta ahora secretos, de conocimiento restringido a sectores reducidos de la población mundial o poco conocidos.
Hace varios años que -basándose en los descubrimientos de los años 90, efectuados por el profesor Macaskie, de la Universidad de Birmingham- se ha descubierto que la bacteria E. coli se puede utilizar para recuperar el uranio de la atmósfera y de las aguas contaminadas por residuos nucleares. Para ello, se debe utilizar la bacteria E. coli a la vez que un compuesto de fosfato de inositol (disculpe el lector la imprecisión en asunto tan grave). Esta bacteria tiene la capacidad de romper el enlace del compuesto, que, en presencia del uranio, permite que se forme un fosfato de uranio que precipita en las células de la propia bacteria E. coli.
Las bacterias contaminadas se pueden recolectar y extraer de ellas el uranio o “enterrarlas”; lo que permite, además de recuperar el uranio –poco rentable todavía, según nuestro criterio-, descontaminar las aguas y el aire; y, sobre todo, borrar las huellas de residuos nucleares ocasionados por experimentos, accidentes o ataques que llevan la contaminación nuclear de un lugar a otro del planeta.
El uso de la bacteria E. coli, reconfigurada para que consuma residuos nucleares y residuos de armas químicas y bacteriológicas, ha sido admitido por un equipo del LBNL (Lawrence Berkeley National Laboratory). Keasling, por ejemplo, manifiesta:
“Nosotros hemos manipulado la E. coli y la Pseudomonas aureginosa para que acumulen en su pared celular uranio, plutonio y otros metales pesados, lo que nos permitirá filtrar los contaminantes de las aguas contaminadas”.
La fuente de bacterias se puede encontrar en residuos orgánicos; la de fosfatos, entre otros lugares, en el Sáhara y en el norte de África en general. Sobre la acción de esparcir sustancias contaminantes, "descontaminantes" y borradoras de huellas más o menos bélicas y más o menos próximas, tanto en el aire como en el agua, se han escrito ríos de tintas que los contaminadores de mentes han calificado como conspiranoias. No entraremos en ello en este escrito.
El uso de la técnica citada, para recuperar uranio y para defender la limpieza de la energía nuclear -así como para atacar a los países que, en teoría, no la utilicen correctamente-, es más que una posible estrategia para cerrar centrales nucleares en unos países y abrirlas en otros. Entre los países con más centrales nucleares, -enemigo también de nuestra agricultura-, se encuentra Francia.
Su connivencia con los países de la UE en el reparto de energías -salvo "caramelos" para algunos; las eléctricas, para Alemania; las nucleares, para Francia; y para Inglaterra con USA, lo que quieran- es de todos conocida; al menos, lo es para los lectores de Paz Digital desde el 11-M y su TUE. Pero continuemos...
La bacteria E. coli, con diseño y rediseño sintéticos, ha sufrido múltiples modificaciones. Por ejemplo, hacia el año 2000, el biólogo Hellinga, de la Universidad de Duke, rediseñó un sensor proteico de la Escherichia coli, capaz de unirse a los residuos del explosivo TNT o a otras sustancias explosivas que se deseen detectar; lo que unido a un circuito –diseñado por Weis, de la universidad de Princeton- centellea y permite detectar minas antipersona. Pero la bacteria así transformada va siendo cada vez más peligrosa para el cuerpo humano, al ser incompatible el consumo de antibióticos con la infección que provoca.
Sin embargo, el conocimiento de los riesgos que entraña para la salud la bacteria E. coli manipulada es de alto secreto, y así lo expresa uno de los documentos que, por ahora, no nos atrevemos a desvelar, en el que se dice de forma expresa que es un documento para uso farmacéutico, exclusivamente, y se prohíbe su transmisión por cualquier medio.
No obstante, también de ámbito farmacéutico, es el documento de “Microbiología, ingeniería genética y desarrollo de armas biológicas” del que sí podemos extraer -a efectos de análisis, reflexión y comentarios- los siguientes fragmentos que consideramos de conocimiento público y un bien de interés social y cultural:
El uso de microorganismos (virus, bacterias) o agentes bioactivos (toxinas), con el fin de producir enfermedades a las fuerzas militares enemigas, a la población civil o contaminar sus fuentes de agua o alimentación, es lo que conocemos como guerra biológica.
Para fabricar un arma biológica se puede utilizar, teóricamente, cualquier microorganismo patógeno, y solamente con un pequeño número de éstos se puede convertir en un arma de un enorme potencial.
Los microorganismos seleccionados han de poder cultivarse en grandes cantidades y dispersarse con facilidad utilizando, por ejemplo, aerosoles. Estos microorganismos deben ser muy infecciosos, es decir, que con una baja dosis del microorganismo se pueda inducir la enfermedad y, preferentemente, que el contagio sea persona a persona. [...]
El manual de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) menciona 31 organismos con una potencialidad real de ser usados como armas biológicas. [...]
Desde que entró en vigor la Convención de Armas Biológicas (CAB), en 1972, han firmado o ratificado la CAB muchos países que disponían (disponen) de estas armas; entre ellos: Siria, Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, China, Egipto, Cuba, Taiwán, Rumania, Bulgaria, Pakistán, la India y Sudáfrica. No quiso firmarlo Israel. Insinuamos que disponen de estas armas los países citados, firmantes o no de la CAB, porque, además de prohibir el uso de armas biológicas con fines de ataques bélicos, en esta Convención de Armas Biológicas (CAB) se acordó “tolerar la investigación y la producción de determinadas cantidades de armas biológicas con fines estrictamente defensivos”.
Otra estrategia de la ingeniería genética –según el documento aludido, “Microbiología, ingeniería genética y desarrollo de armas biológicas”- es la transferencia de genes que se codifican para la síntesis de toxinas altamente tóxica. El biofísico Steven Bloch, de la Universidad de Stanford (EE.UU.), asesor de la Casa Blanca, planteó la posibilidad del aislamiento del gen de la toxina causante del botulismo, provocado por Clostridum botulinum. Esta bacteria anaeróbica muere ante la presencia de oxígeno, pero si se transfiere el gen que sintetiza la toxina a otra bacteria como la Escherichia coli, una bacteria común que vive en el intestino de los humanos, las posibilidades de utilizar este microorganismo como arma biológica serían enormemente catastróficas.
Y CONTINÚA EL DOCUMENTO DE EN TORNO AL AÑO 2002...
El Dr. Breindl, catedrático de Biología Molecular de la Universidad de San Diego (EE.UU.), afirma que existen planes para modificar genéticamente microorganismos de la flora intestinal, como E. coli. Explica que el procedimiento sería muy simple: primero se le introducirían genes de resistencias para hacerlos inmunes a los antibióticos; seguidamente se podría elevar su resistencia a los ácidos gastrointestinales a fin de conseguir su rápida proliferación intestinal; también se le podrían introducir genes de otros microorganismos con la finalidad de que sintetizaran toxinas o, por ejemplo, que sintetizaran un anticoagulante; finalmente, se le podría insertar un gen que lo hiciera más invasivo, para que pudiese pasar del intestino a los otros tejidos del organismo. Esta bacteria recombinada podría escapar a todos los mecanismos de defensa del organismo y convertirse en mortal.
Por muy legos que seamos en la materia, comparemos lo expresado más arriba con los efectos que está produciendo la bacteria E. coli alemana y respondámonos a nosotros mismos si la E. coli mortal de la que se habla en la actualidad tiene pinta de pepino español o de otra clase de “pepino”.
Publicado en www.pazdigital.org
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