“EL AMOR ES LA MEDIDA DE NUESTRA CAPACIDAD DE PERDONAR: CUANTO MÁS AMAMOS MENOS NECESITAMOS PERDONAR”.
Antes de empezar, habría que decir que el perdón no es precisamente un acto: se trata más bien de un proceso, prolongado y continuo.
Es decir, no es posible perdonar desde la voluntad; desde ésta lo que sí podemos es “elegir cultivar ese proceso”, sabiendo que si no lo hacemos una porción de nuestra vida permanecerá infectada, inflamada, y cada vez que algo la toque, dolerá.
No podemos, entonces, decidir con tanta facilidad “te perdono”, si bien, si que podemos “decidir colaborar conscientemente con ese proceso”. Este trabajo psicológico, sin embargo, es sólo una parte. La otra es que, a medida que sostenemos en el tiempo la intención de cultivar el perdón, algo nuclear de nuestro Inconsciente (nuestra Esencia, nuestro Sí Mismo, aquello que nos conecta con el Amor Universal) a su vez trabaja subterráneamente para que el perdón acontezca.
Esto significa que la médula del perdón proviene también de una instancia interna superior. De manera que decidir perdonar implica disponerse a hacer, humanamente, nuestra parte en ese proceso, y también a pedir a esa instancia interna (como en una oración) que tenga a bien desplegar eso más sutil que, desde nuestro psiquismo limitado, no podemos ejecutar.
Así, cuando el perdón adviene y sentimos la herida limpia, es porque muy dentro han unido nuestro trabajo psicológico intencional y el trabajo de nuestro Sí Mismo (sin el cual el perdón no acontece). En otras palabras, sin amor, sin conectarnos con “ese Amor Universal”, no se dará el perdón. Este proceso toma tiempo.
PRIMER PERDÓN (Cuando el otro nos ofende)
Este perdón hace referencia a “perdonar al otro”: esto no significa aceptar que el ofensor nos siga dañando, o que vuelva a nuestra vida si lo hemos expulsado: implica que esa persona ya no ocupe tanto espacio dentro de uno mismo, implica que “ya no hay ofensa”.
De modo que no se trata sólo de “ser benévolo” con quien nos hirió, sino de desenquistar al otro del enorme lugar que ocupa dentro de nosotros mismos cuando esa herida no ha cicatrizado; se trata de “despojarlo” de su capacidad de hacernos sentir mal. Ése es el primer perdón.
SEGUNDO PERDÓN (Cuando ofendemos)
Este perdón hace referencia a “pedir perdón al otro”: revisar nuestra historia y el día a día, determinando a quiénes hemos lastimado, ya sea por torpeza, inmadurez, ignorancia, egoísmo u otra cosa.
Una vez detectados a conciencia estos actos, será necesario ofrecerle al otro nuestro reconocimiento del error: esto deberá hacerse física o simbólicamente y preferiblemente de forma verbal, vocalizada (ese proceso es más efectivo si el ofensor se hace cargo de la herida frente al ofendido, en su presencia o ante su tumba).
De esta forma, también le ayudaríamos a que despliegue, desde él mismo, el proceso de su primer perdón. Éste acto es liberador, ya sea que nos brinden o no la disculpa (y debemos estar preparados para lo último, con coraje y dignidad). Esta es una tarea indispensable en el propio proceso evolutivo del perdón.
TERCER PERDÓN (Cuando nos maltratamos al ofender)
Este perdón hace referencia a “pedirse perdón a sí mismo por el daño causado a otros”: revisar nuestra historia y el día a día, determinando el daño infringido a otros, ya sea por torpeza, inmadurez, ignorancia, egoísmo u otra cosa.
Una vez detectados a conciencia estos actos, será necesario ofrecernos el reconocimiento de nuestro error: esto deberá hacerse de forma verbal, ante un espejo o frente a otros. Éste acto es también liberador y una tarea indispensable en el propio proceso evolutivo del perdón.
CUARTO PERDÓN (Cuando nos maltratamos a nosotros mismos)
Este perdón hace referencia a “pedirse perdón a sí mismo”, sin más, porque nos hemos despreciado, lastimado nuestro cuerpo, saboteado y exigido hasta el extremo, además de habernos expuesto al abuso reiterado de otros ofensores, sin brindarnos mimos, cuidados ni afecto.
Pedirse perdón es un acto de amistad consigo mismo, tal como lo haríamos en el segundo perdón con cualquier ser querido, el único con el que realmente conviviremos hasta el fin de nuestros días. Esto se logrará más efectivamente sin lo hacemos en un momento de soledad, de quietud, a corazón abierto.
Dado que cada uno de los cuatro perdones dinamiza el proceso de los otros tres, se necesitan recíprocamente.
No lo olvide querido lector:
“EL AMOR ES LA MEDIDA DE NUESTRA CAPACIDAD DE PERDONAR: CUANTO MÁS AMAMOS MENOS NECESITAMOS PERDONAR”.
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