DECÍA CARL G. JUNG: “Lo que
más nos irrita de los demás es aquello que puede conducirnos a un mejor
entendimiento de nosotros mismos”.
¿POR QUÉ HAY PERSONAS QUE
NOS IRRITAN DE MANERA EXAGERADA?, ¿A QUÉ SE DEBE QUE DETERMINADAS ACTITUDES
LOGREN “SACARNOS DE NUESTRAS CASILLAS”? ¿QUÉ DESPROPORCIONADO PODER TIENEN
CIERTOS DETALLES INSIGNIFICANTES QUE NOS HACEN PERDER EL CONTROL Y “PONERNOS DE
LOS NERVIOS”?
Todos hemos experimentado,
antes o después, como alguna persona “cruzada” en nuestro camino cumplía el
desagradable oficio de “sacar lo peor de nosotros”.
Son momentos en los que,
desde nuestro inconsciente, aflora la llamada sombra o territorio
psicológico que almacena los registros más dolorosos de nuestra infancia. La sombra
se ha nutrido de experiencias pasadas con determinadas personas que no han
tenido, precisamente, el papel de “hadas madrinas” o de “magos salvadores”,
sino que más bien hicieron de “tiranos” y de “brujas”.
Con el paso del tiempo,
nuestra mente no se ha vuelto a ocupar de tales recuerdos. Y dado que fueron
sepultados en el sótano psicológico, no fueron entendidos y resueltos.
Al cabo de los años, de pronto, en la convivencia con una persona que, en
principio, nos resultaba fascinante, estalla un inesperado clic que nos
irrita y hiere, abriendo la puerta de conflictos antiguos que, en muchos casos,
precisan de psicoterapia.
Sucede que en el incansable
proceso de maduración y transparencia que la Vida somete al ser humano, nos
vemos atraídos y a la vez atrapados en algunas relaciones que, insólitamente,
parecen sobrevivir hasta no drenar toda la toxicidad de antiguas cicatrices
nuevamente abiertas. La finalidad de esta perturbación pretende invitarnos a transmutar
la insoportabilidad que nos produce algo que “vemos” en quienes nos
rodean, drenando nuestras viejas y anquilosadas heridas hasta hacernos
prácticamente inmunes a lo que todavía nos descentra y consigue “amargarnos la
existencia”.
La figura del jefe
autoritario como proyección del padre radical, la figura de la esposa
controladora como proyección de una madre dominante, la figura de un
hijo “difícil “como proyección de lo que no nos gustó de nosotros... Se
trata de múltiples figuras que se repiten como constelación familiar que
orbitó en nuestros primeros años de vida y que seguimos proyectando en
sucesivos escenarios, mientras aprendemos a resolverlas e integrarlas.
Atención ante aquella
conducta ajena que despierta nuestra aversión. Recordemos que las críticas y
menosprecios que formulamos, envuelven proyecciones de partes nuestras sin
resolver. Aspectos que en alguna medida no aguantamos en nosotros mismos y
“vemos” insoportables en los demás. Cuando uno enfrenta semejantes situaciones,
significa que la Vida nos señala un trabajo pendiente, así como la oportunidad
de ampliar el viejo yo hacía un espacio interno que clama revisión. Una vez
lograda la desafección ante conductas anteriormente odiadas se podrá
acceder a un nuevo nivel de conciencia.
Sucede comúnmente que en
situaciones familiares que creemos controladas, bajamos la guardia y es,
precisamente, cuando, de pronto, despierta el dragón que vive escondido
en las profundidades de nuestro inconsciente haciendo estallar el conflicto.
UN CONFLICTO EMOCIONAL QUE
SUELE COMENZAR CON UN DETALLE QUE DESBORDÓ EL VASO Y QUE, SI SE ANALIZA
CON PRECISIÓN, NO ES MÁS QUE UN REFLEJO DEL MIEDO Y LA IMPOTENCIA QUE NUESTRO
NIÑO INTERIOR REGISTRÓ. LA IRRITACIÓN ES UNA INCÓMODA CRUZ, PERO TAMBIÉN
SUPONE UNA GRAN OPORTUNIDAD DE “MOVER FICHA” EN EL TABLERO DEL GRAN JUEGO DEL
CONOCIMIENTO Y LA COMPRENSIÓN DE UNO MISMO. SIN DUDA, EL OBJETIVO DE
ILUMINACIÓN MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA.
PARA DESTERRAR EL MAL, NO HAY QUE COMBATIRLO, SINO
TRABAJAR ENÉRGICAMENTE EN DIRECCIÓN AL BIEN……… Nisargadatta.
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