LAS ÉPOCAS DE GRANDES CRISIS COMO LA QUE ESTAMOS ATRAVESANDO EN ESTOS MOMENTOS SI OBTENEMOS TODO LO QUE NOS ENSEÑA NOS SERVIRÁ PARA SALIR DE ELLA, MÁS SABIOS Y FELICES.
En
nuestra infancia hemos necesitado un promedio de 1.800 caídas para aprender a
andar. Cada una de ellas nos ha enseñado un nuevo matiz que, posteriormente,
fuimos elaborando y convirtiendo en experiencia. En realidad, cada caída, cada revés,
cada crisis que sufrimos en la vida es un aprendizaje, una lección del camino
que en nada conlleva culpa ni castigo, tan sólo crecimiento y ampliación de
consciencia.
A
veces, cuando uno cae, habla de equivocación, sin tener en cuenta que los
hechos acontecidos han tenido sentido en un diseño más amplio de la existencia.
CONVIENE
RECORDAR QUE NADA ES “CASUAL” QUE TODO ES CAUSAL, LA CLAVE ESTÁ EN IDENTIFICAR
LAS CAUSAS QUE NOS HACEN VIVIR LA EXPERIENCIA QUE VIVIMOS Y NO OTRA.
En
el ejercicio “de la atención”, lo
importante no es despistarse, sino darse cuenta de que uno se ha
despistado, de la misma forma, en la vida, lo importante no es “caerse” o
cometer errores, sino darse cuenta de todo el entramado emocional y mental que
subyace en cada situación adversa. Cada acción cometida, por equivocada que
parezca, está conectada con un infinito tejido de interrelaciones que se
remontan a los confines más alejados de las galaxias. Nada existe aisladamente
y ningún acontecimiento ya pasado puede ahora ser evitado. Tras la caída, la
gran aventura de la vida está en levantarse y seguir adelante, pero entonces
progresando con más templanza y una visión más amplia.
A
VECES, LA VIDA REQUIERE DE SUCESOS CRÍTICOS QUE ALTERAN EL EQUILIBRIO.
GRACIAS A ELLOS, EL MODELO SE RENUEVA Y REGENERA.
El
diseño recuerda a un laberinto de logros y pérdidas que rompen el orden previsto
de la trayectoria. También afecta a las relaciones personales en las que, de
pronto, estalla el conflicto y se pierde la medida justa entre las personas. El
Universo escribe recto con líneas torcidas y lo que, al principio, pareció
un fallo, más tarde comprobamos que ha hecho aflorar partes ocultas de uno
mismo a la luz de la consciencia. Se trata de partes que, para conseguir
sobrevivir, tuvimos que sepultarlas en la sombra. ¿Acaso no es frecuente
que los hábitos y las viejas manías tapen verdades sumergidas y “encapsulen” la
creatividad de las personas?
La
vida es tan sabia que se vale del dolor de la caída, del error o de la crisis,
para reorientar el camino e imprimir nuevas conductas. Si bajábamos la montaña
atolondrados y nos caímos, el dolor nos recuerda atención a cada paso de la
marcha. Un dolor que se vincula a la desatención y, en lo sucesivo,
hacer que tengamos más prudencia. En el futuro, sucederá que ya ni nos
cegaremos tanto con la meta, ni perderemos la atención del momento presente
que, en realidad, es lo que importa. Por otra parte, el dolor de la crisis es
pasajero y una vez cumplida su misión, bien sabemos que abandona.
¿QUÉ
HE APRENDIDO DE ESTA CRISIS? TAL VEZ, LA RESPUESTA ES ALGO MÁS DE LO QUE A
PRIMERA VISTA PAREZCA. MIENTRAS TANTO, DEMOS GRACIAS AL UNIVERSO PORQUE LA
VIDA, A TRAVÉS DE LOS FALLOS Y LOS ERRORES, ABRE EL COFRE DE NUESTROS SECRETOS
Y, ASIMISMO, DESTAPA LUCES E ÍNTIMAS SOMBRAS.
Y
SUCEDE QUE CUANDO EL TROPIEZO SE ACEPTA, NOS TORNAMOS MÁS FLEXIBLES Y
TOLERANTES PORQUE, SIMPLEMENTE, LA VIEJA RIGIDEZ ES ALGO QUE APAGA LA MÚSICA DE
NUESTRA ALMA.
CUANDO
LA TORMENTA PASA, LAS AGUAS QUE PERMANECÍAN ESTANCADAS VUELVEN, DE NUEVO, A
FLUIR RENOVANDO EL CURSO DE LA VIDA E INTEGRANDO LA VISIÓN DE ÁREAS OCULTAS Y
OLVIDADAS.
¿HEMOS CAÍDO UNA VEZ MÁS? ES TIEMPO DE REÍRSE UN POCO DE
UNO MISMO Y SEGUIR ADELANTE. ES TIEMPO DE OBSERVAR Y DAR LAS GRACIAS.
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