domingo, 2 de enero de 2011

FIN DE AÑO: TIEMPO DE REFLEXIÓN - INCIO DE AÑO: TIEMPO DE ACCIÓN

Cada ciclo de vida que se cumple nos invita a un balance, a un análisis de los logros, a un replantearse objetivos, esfuerzos, nuevas metas, a una revalorización de la vida con sus fracasos y también con sus aciertos.

Hoy el panorama que presenta nuestro país y el mundo suele ser desalentador: hambre, guerras, corrupción, desastres ecológicos, intolerancia étnica y religiosa, crisis políticas, sociales, económicas.

Y ello nos afecta, se introduce en nuestro hogar, produce incertidumbre, duda, inseguridad y a veces, miedo. Es lo que llamamos postmodernidad.

Una postmodernidad que se halla en crisis de valores o mejor dicho, de valoraciones. Cabe distinguir las diferencias entre estos conceptos que nutren nuestras vidas, consciente o inconscientemente.

Los valores no cambian con el paso del tiempo. Son absolutos. Son las metas existenciales, los anhelos de ser y estos se reúnen en los elementos que conforman la conciencia y nos hacen desarrollar la ética y la moral, aunque a veces se prioricen unos sobre otros.

Lo que llamamos bienes, valores, conquistas morales, principios, han existido en todas las épocas y seguirán existiendo aunque nosotros no siempre los reconozcamos y jerarquicemos.

Una mirada sobre la sociedad actual, nos devuelve la imagen de un ser humano hombre o mujer, que, aparentemente, abandonó sus valores porque no le servían para el mundo que deseaba construir: la eficacia, la precisión, el poder, el saber técnico, parecieran reemplazar a aquellos pilares de la humanidad. Pero, un análisis más constructivo, nos debe impulsar a nuevas búsquedas, a recuperar y a apropiarse de aquello que cimentó moralmente nuestras vidas.

¿Cómo lograrlo?

Tomando posesión de nuestra condición de persona, porque el ser humano es un ser trascendente, inmortal, cuya meta es el progreso, la evolución. Tratando de cultivar en nosotros, en nuestros hijos y en cuantos nos rodean, a través de la palabra y el ejemplo, las cualidades que hacen a la esencia de la persona, las que posibilite el desarrollo de la conciencia profunda, del sentido común, de la solidaridad, que nos permita trasponer los límites de lo material, las que nos identifican como seres humanos y gratifican al espíritu.

No cambiando los valores trascendentes por las apetencias materiales: llámese poder, figuración social, prestigio, dinero, juventud u otros. No son los valores, son sólo posesiones y por lo tanto, finitas.
Procurando enfatizar lo que cada uno logremos comprender conscientemente que es bueno, trabajando con constancia y confianza, en aquello que implica un mejoramiento moral, ya sea a nivel individual, familiar y colectivo.

Las valoraciones, por su parte, son los esfuerzos individuales y sostenidos por las conquistas o aquilatación de cada valor apreciado por nosotros.

Y esto es completamente individual y es una cuestión que merece una meditación de vida y nos remite a nuestro íntimo, a nuestros pensamientos y sentimientos más profundos, al análisis de nuestras acciones como reflejo de los mismos, porque las valoraciones que hacemos de las cosas o de los hechos, evidencian nuestra conciencia y nuestros niveles de conciencia.

Una manera de ingresar de un modo digno y esperanzado en el próximo año, es decidirse a vivir como persona: irrenunciable, única, insegura, solidaria, dubitativa a veces, pero firme en los valores inherentes a la esencia humana.

El desafío será tal vez, asumir la vida con honestidad, plenamente, con responsabilidad, comprendiendo que somos una maravillosa Creación capaz de transformarse a sí mismo y a su entorno, a partir de su inteligencia, pero esencialmente de sus sentimientos y del conocimiento de su personalidad y de las leyes morales que rigen la vida, para poder trazar el rumbo con trascendencia y a conciencia.

Por eso, adultos y jóvenes, cuando realicemos las planificaciones existenciales para el año próximo, junto a las de afianzamiento material, proyectemos también las de carácter moral, espiritual, familiar con el mismo entusiasmo y pongamos el mismo ahínco en cumplir tanto unas como otras. Intentemos crear nosotros mismos las oportunidades para el cambio y la transformación personal.

Es importante para ello, refugiarse en los afectos sinceros de la familia y de la amistad, en cualquier circunstancia de la vida, porque ellos nos fortalecen, incentivan estimulan y acompañan.

Este fin de año será una oportunidad más para analizar qué se cumplió, de qué manera, qué no pudimos realizar, o si por el contrario, se desarrollaron otras capacidades o circunstancias que no teníamos previstas y qué aportaron a nuestras vidas.

Proyectemos entonces, una existencia más equilibrada en sus propósitos morales, familiares, económicos, con la seguridad de que en la balanza de la vida, aquellos objetivos de unión, armonía y agradecimiento, producirán más serenidad emocional y felicidad en nuestros corazones.

De esta manera, con esfuerzo, con alegrías y tristezas, con la certeza o la duda de lo que pretendemos llegar a ser, con desconocimiento muchas veces de los procesos evolutivos, pero con la seguridad de que son justos y están bajo la Ley del Amor.

Así de esa forma, nuestro plan evolutivo se ira cumpliendo, porque no hay tiempo límite para el cumplimiento de los sueños, los anhelos, las esperanzas y los deseos de bien...

Y como reflexión final esa frase del gran filosofo “SILO” que nos dice:

“La idea sino va seguida de la concreción, no nos sirve para nada”.

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