ALGUNOS LA ESCOGEN, OTROS NO PUEDEN EVITARLA. LA SOLEDAD SIGUE
ARROJANDO LUCES, SOMBRAS Y MITOS QUE ES MEJOR DESTERRAR. PORQUE UNA COSA ES
VIVIR EN SOLITARIO Y OTRA SENTIRSE AISLADO.
Hace cinco años,
una noticia llamó mi atención: por primera vez, la cifra de hogares
unipersonales, al menos en las grandes ciudades, estaba a punto de superar a la
de las viviendas ocupadas por dos personas. La vida en solitario se está
convirtiendo en una elección posible, lejos de los estigmas que han colgado
inmerecidamente a las personas enviudadas, las desafortunadas en el amor, las
almas místicas, las raras o sospechosas de esconder quién sabe si una
doble vida.
“MUCHAS RELACIONES SE SOSTIENEN BAJO EL
FANTASMA DE LA INSUFICIENCIA, DE NECESITAR CUIDADOS, PERO ESO ES UN AMOR
COMPASIVO”
“LO IMPORTANTE NO
ES DÓNDE, CUÁNDO Y CÓMO, SINO QUE NO FALTE LA CAPACIDAD DE AMAR Y SER AMADOS”
Los solitarios
gozan hoy de prestigio social, con apelativo incluido, y en inglés, que hace
más fashion (singles). Añaden a todo ello las excelencias de poder hacer
la vida que quieren, de sentirse almas libres, sin pasar por el trámite de dar
explicaciones. Cabe añadir nuevos modelos de convivencia, como el living
apart together, algo así como “juntos, pero no revueltos”, y una mayor
autosuficiencia psicológica. No obstante, una cosa es vivir solo, y otra,
sentirse solo. Puede ser un gozo y puede ser un pozo.
EL HOMBRE
SOLITARIO ES UNA BESTIA O UN DIOS (ARISTÓTELES)
Afirma el
filósofo Francesc Torralba que la soledad buscada es un bien para el alma.
Mientras que el aislamiento es una noción física, la soledad es una experiencia
emocional. Lo dijo también el marqués de Vauvenargues, moralista francés, al
proclamar que la soledad es al espíritu lo que la dieta al cuerpo. No cabe duda
de que el estar a solas, ese encuentro con nosotros mismos es una conveniencia
más que un inconveniente.
NO OBSTANTE,
TEMEMOS LA SOLEDAD. Tememos que se convierta en un agujero negro que nos
engulla. Entristece sentirse solo. Y aún entristece más sentirse solo en medio
de una relación, de una familia o de masas enteras de individuos. Es entonces
cuando entendemos, como profetizó Schopenhauer, que el instinto social de los
humanos no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.
No haber
aprendido a estar a solas, o a vivir alguna etapa de la vida en solitario,
acarrea la complicada tarea de estar rellenando todos los espacios vacíos que
quedan entre horas, entre semanas, entre el día y la noche. Por eso hay quien
vive sin una línea en blanco en su agenda; Quien habita siempre en las vidas
ajenas, quien prefiere malas compañías que el gozo a solas. Mientras la soledad
sea la peor alternativa a un malvivir, seguiremos malviviendo.
LA SOLEDAD ES MUY
HERMOSA… CUANDO SE TIENE ALGUIEN CON QUIEN COMPARTIRLA (GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)
Como el vaso
medio lleno o medio vacío, podemos plantearnos esta dualidad: siempre estamos
solos, del mismo modo que nunca estamos solos. Según se mire, nacer y morir son
un ejercicio solitario al que nos pueden acompañar pero no resolver por
nosotros. Somos principio y fin. Todo nace y acaba muriendo en nosotros mismos,
o sea, en nuestra soledad interior.
En este mundo,
pocas experiencias van a convertirse en una fusión suficiente como para
permanecer en una inacabable plenitud. Más allá de esos momentos de comunión,
la vida y sus personajes vuelven a estar frente a nuestra nariz.
SERÁ POR ESO POR
LO QUE VAMOS COMO LOCOS BUSCANDO ESAS HORAS FELICES EN UN AMOR, EN UNA
VOCACIÓN, EN UN ENCUENTRO MÍSTICO, EN UNA CONTEMPLACIÓN ESTÉTICA. SOMOS
BUSCADORES DE UNIDAD, NOSTÁLGICOS DE LO ABSOLUTO, PORQUE NOS SABEMOS PARTIDOS,
SEPARADOS Y SOLOS EN NUESTRA EXPERIENCIA MATERIAL EN ESTE MUNDO.
Sin embargo, a la
vez, nunca estamos solos. Nos rodea la vida. Pero además habitamos en nuestra
mente, esa fiel compañera que nunca nos abandona por peleona que sea. Pensar,
aunque lo parezca, no es un acto solitario. Pensamos en relación con; pensamos
sujetos a otros sujetos. En nuestra mente danzan imparablemente imágenes,
palabras, voces y experiencias que, además, podemos reelaborar. Incluso solos,
estamos con los demás.
ESTOY SOLO Y NO
HAY NADIE EN EL ESPEJO (JORGE LUIS BORGES)
Todos los
planteamientos referidos a la soledad parten de la misma base: considerar que
deberíamos estar acompañados o solos. Nos sentimos solos cuando creemos que no
deberíamos estarlo. Deseamos estar solos cuando no podemos estarlo.
CUESTA ACEPTAR EL
PRESENTE CUANDO NOS SUME EN LA INSATISFACCIÓN: AHORA, SOLOS, QUISIÉRAMOS ESTAR
ACOMPAÑADOS. AHORA, ACOMPAÑADOS, QUISIÉRAMOS ESTAR SOLOS.
El miedo mayor es
la incertidumbre. Al no saber qué puede ocurrir en el futuro se añade el que
ocurra mientras se está en soledad. Entonces es cuando aparece el fantasma de
la insuficiencia, de necesitar ayuda y cuidados.
MUCHAS RELACIONES
SE SOSTIENEN BAJO ESTE PRINCIPIO, QUE PUEDE BASARSE EN UN AMOR COMPASIVO EN EL
MEJOR DE LOS CASOS, O EN UNA MERA COMPAÑÍA QUE CUBRA EL DESASOSIEGO DE ACABAR
AISLADOS.
TODO OCURRE POR
MIRAR A UN FUTURO DEL QUE NUNCA SABEMOS LO QUE VA A SUCEDER; POR LA
INSATISFACCIÓN DEL PRESENTE Y POR EL MIEDO AL MIEDO. TEMER LO DESCONOCIDO NO
TIENE NINGÚN SENTIDO, PRECISAMENTE PORQUE LO DESCONOCEMOS.
En cambio, sí
conocemos lo que causa aflicción: la enfermedad, la impotencia, la depresión.
El miedo a quedarnos solos es el miedo a que nos ocurra lo peor, sin nadie que
lo remedie. Una paradoja ante todo el sistema de salud y bienestar del que
disponemos, con atención incluida a las personas dependientes.
LA VIRTUD NO
HABITA EN LA SOLEDAD: DEBE TENER VECINOS (CONFUCIO)
Veamos la
metáfora de la playa y el mar. Es una extraordinaria relación en la que el mar
toca suavemente, a veces tormentosamente, a la playa, para volver de nuevo a su
espacio. Es un vaivén, un encuentro impreciso y cambiante, a la vez que
predecible y eterno. Así son también nuestras relaciones. Alcanzamos a los
otros, rozamos ese encuentro, a veces los asaltamos emocionalmente, para acabar
de nuevo volviendo cada uno a lo que es.
Nuestras vidas
son vividas en esa doble condición, cerca y lejos, juntos y separados,
mezclados a veces aunque sin llegar a disolvernos. Eso es, somos únicos y somos
uno a la vez. Podemos vivir en solitario o acompañados. Podemos ser mar o
playa. Lo importante es no perder de vista que no existe lo uno sin lo otro. La
ceguera de un aislamiento interior o un individualismo feroz es perder la
conexión con la realidad.
NO CREO DEMASIADO
EN LOS PLANTEAMIENTOS DE SI ES MEJOR VIVIR SOLOS O ACOMPAÑADOS. LA VIDA ESTÁ EN
TRÁNSITO CONTINUO Y NUNCA SABEMOS POR QUÉ CONTEXTOS ACABAREMOS PASANDO.
SON SOLO ESO,
ESPACIOS Y TIEMPOS EXISTENCIALES QUE TIENEN FUNCIÓN Y SENTIDO. AL FINAL, LO
IMPORTANTE NO ES DÓNDE, CUÁNDO Y CÓMO, SINO QUE NO FALTE LA CAPACIDAD DE AMAR Y
SER AMADOS.
LO CONTRARIO NOS
ZAMBULLE EN LA PEOR DE LAS SOLEDADES.
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