lunes, 26 de abril de 2021

CUANDO ESCUCHES, HAZLO CON EL ALMA

 



¿HAS OBSERVADO QUÉ PARTE DE TU SER SE ACTIVA CUANDO HABLAS?, ¿Y CUÁL CUANDO ESCUCHAS?  

¿CABE MAYOR GENEROSIDAD QUE OFRECER ESCUCHAR A QUIEN PASA POR SITUACIONES DE DIFICULTAD Y DOLOR?

CUÁNTA NECESIDAD TENEMOS DE ALGUIEN QUE NOS PRESTE ATENCIÓN CUANDO ALGO NOS TURBA Y ACONGOJA. Y, SIN EMBARGO, QUÉ DIFÍCIL ES ENCONTRAR QUIEN OFREZCA DE MANERA SABIA TAN GENEROSO OFICIO DEL ALMA.

EN REALIDAD, BIEN SABEMOS QUE ESCUCHAR NO ES PRECISAMENTE OÍR, NI TAN SIQUIERA EL PERMANECER CALLADOS, A MENUDO FINGIENDO INTERÉS, MIENTRAS ASENTIMOS Y MIRAMOS A QUIEN NOS HABLA.

¿Por qué nos sentimos tan aliviados cuando abrimos a una persona los entresijos de nuestra pena, y sin embargo, no sentimos el mismo alivio cuando somos escuchados por otra?

En realidad, para escuchar con el alma, precisamos primero poner en silencio nuestra mente, al tiempo que suspendemos prejuicios y comparaciones, a menudo ruidosas. El hecho de escuchar supone un acto de amor como el que regala el Sol que ilumina la tierra sin pedir nada.

Un acto de contemplación por el que nuestra atención queda enfocada en los procesos del llamado “otro”, procesos que a menudo parecen estar buscando desahogo y comprensión ampliadora. Sin duda, una acción que precisa de un alma generosa, un alma en acto de servicio que moviliza el interés genuino de acompañar a aquellos que en el camino nos convocan.

Cualquier escucha realizada por interés personal, aunque sea por el interés de aprender, investigar o compartir, será buena, pero de menor carga sanadora.

Sabemos que nadie realmente cura a nadie de sus presiones y penas, a menos que su ego se haga invisible, y deje en manos de un rango Mayor lo que fluirá en la escucha silenciosa. Un estado desde el que pueden brotar palabras justas, palabras limpias y desnudas que pasan al exterior sin añadidos de la propia persona.

El papel del acompañante es servir a quien sutilmente lo demanda, una acción que, si no se hace desde el alma, tiene muy poco valor. Sin embargo, cuando se ofrece al otro ese silencio profundo, ese silencio consciente y cargado de presencia, a menudo sucede algo que no tiene precio. Sucede que la comprensión brota, y de pronto, amanece, todo vuelve tener sentido y… resulta que no pasa nada, que en realidad nunca pasa nada…

¿Acaso crees que, por ser más rico, más reconocido o de mayor edad, puedes parlotear de ti mismo, suponiendo que en la vida de quien te escucha no pasa nada interesante? En realidad, es quien pregunta el que pone mérito en la mesa. Es quien abre su corazón y se interesa por el otro, quien realmente ofrece las exquisiteces y tesoros que el alma guarda.

Mejor no olvidar que la calidad de la escucha es precisamente la que convoca la comprensión sanadora, comprensión que libera a un ser humano que, a veces sin saberlo, es lo que permanentemente anhela. Una calidad que se ejercita cuando somos capaces de escuchar los propios pensamientos, al tiempo que nos abrimos a la guía profunda del alma.

Aquel psicoanalista atormentado que escuchaba tomando notas en frialdad emocional bien calculada, ha dado paso a un terapeuta que ejerce y permanece como amigo del alma. Ya no es la mente pensante desde donde sucede la terapia avanzada, sino más bien desde la inspiración silenciosa, inspiración que crea complicidades con personas muy dispares.

SI TRAS PASEAR POR ESTAS LÍNEAS, DESEAS EJERCITAR LA ESCUCHA DEL ALMA, ÁBRETE AL SILENCIO MIENTRAS REGALAS ESPACIO A OTRAS PERSONAS. PUEDE QUE, AL PRINCIPIO, TU EGO SE REBELE QUERIENDO CORTAR Y CAMBIAR LA SITUACIÓN. TU EGO SE EMPEÑARÁ EN QUERER ESCUCHAR COSAS MÁS INTERESANTES.

SIN EMBARGO, SI PERMANECES EN LA PRESENCIA Y RESPIRAS CONSCIENTE MIENTRAS LOS DEMÁS SE EXPRESAN, PASARÁN COSAS INSOSPECHADAS, SUCEDERÁ QUE DE PRONTO TU SILENCIO HABRÁ INUNDADO EL AMBIENTE DE UNA GRAN LUMINOSIDAD Y MÁGICA PRESENCIA.

 



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