¿HAS OBSERVADO QUÉ
PARTE DE TU SER SE ACTIVA CUANDO HABLAS?, ¿Y CUÁL CUANDO ESCUCHAS?
¿CABE MAYOR GENEROSIDAD QUE OFRECER ESCUCHAR A QUIEN PASA POR SITUACIONES
DE DIFICULTAD Y DOLOR?
CUÁNTA NECESIDAD TENEMOS DE
ALGUIEN QUE NOS PRESTE ATENCIÓN CUANDO ALGO NOS TURBA Y ACONGOJA. Y, SIN
EMBARGO, QUÉ DIFÍCIL ES ENCONTRAR QUIEN OFREZCA DE MANERA SABIA TAN GENEROSO
OFICIO DEL ALMA.
EN REALIDAD, BIEN SABEMOS
QUE ESCUCHAR NO ES PRECISAMENTE OÍR, NI TAN SIQUIERA EL
PERMANECER CALLADOS, A MENUDO FINGIENDO INTERÉS, MIENTRAS ASENTIMOS Y MIRAMOS A
QUIEN NOS HABLA.
¿Por qué nos sentimos tan
aliviados cuando abrimos a una persona los entresijos de nuestra pena, y sin
embargo, no sentimos el mismo alivio cuando somos escuchados por otra?
En realidad, para escuchar
con el alma, precisamos primero poner en silencio nuestra mente, al tiempo que
suspendemos prejuicios y comparaciones, a menudo ruidosas. El hecho de escuchar
supone un acto de amor como el que regala el Sol que ilumina la tierra sin
pedir nada.
Un acto de contemplación por
el que nuestra atención queda enfocada en los procesos del llamado “otro”,
procesos que a menudo parecen estar buscando desahogo y comprensión ampliadora.
Sin duda, una acción que precisa de un alma generosa, un alma en acto de
servicio que moviliza el interés genuino de acompañar a aquellos que en el
camino nos convocan.
Cualquier escucha realizada
por interés personal, aunque sea por el interés de aprender, investigar o
compartir, será buena, pero de menor carga sanadora.
Sabemos que nadie realmente
cura a nadie de sus presiones y penas, a menos que su ego se haga invisible, y
deje en manos de un rango Mayor lo que fluirá en la escucha silenciosa. Un
estado desde el que pueden brotar palabras justas, palabras limpias y desnudas
que pasan al exterior sin añadidos de la propia persona.
El papel del acompañante es
servir a quien sutilmente lo demanda, una acción que, si no se hace desde el
alma, tiene muy poco valor. Sin embargo, cuando se ofrece al otro ese silencio
profundo, ese silencio consciente y cargado de presencia, a menudo sucede algo
que no tiene precio. Sucede que la comprensión brota, y de
pronto, amanece, todo vuelve tener sentido y… resulta que no pasa nada, que en
realidad nunca pasa nada…
¿Acaso crees que, por ser
más rico, más reconocido o de mayor edad, puedes parlotear de ti mismo,
suponiendo que en la vida de quien te escucha no pasa nada interesante? En realidad,
es quien pregunta el que pone mérito en la mesa. Es quien abre su corazón y se
interesa por el otro, quien realmente ofrece las exquisiteces y tesoros que el
alma guarda.
Mejor no olvidar que la
calidad de la escucha es precisamente la que convoca la comprensión sanadora,
comprensión que libera a un ser humano que, a veces sin saberlo, es lo que
permanentemente anhela. Una calidad que se ejercita cuando somos capaces de
escuchar los propios pensamientos, al tiempo que nos abrimos a la guía profunda
del alma.
Aquel psicoanalista
atormentado que escuchaba tomando notas en frialdad emocional bien calculada,
ha dado paso a un terapeuta que ejerce y permanece como amigo del alma. Ya no
es la mente pensante desde donde sucede la terapia avanzada, sino más bien
desde la inspiración silenciosa, inspiración que crea complicidades con
personas muy dispares.
SI TRAS PASEAR POR ESTAS
LÍNEAS, DESEAS EJERCITAR LA ESCUCHA DEL ALMA, ÁBRETE AL SILENCIO MIENTRAS
REGALAS ESPACIO A OTRAS PERSONAS. PUEDE QUE, AL PRINCIPIO, TU EGO SE REBELE QUERIENDO
CORTAR Y CAMBIAR LA SITUACIÓN. TU EGO SE EMPEÑARÁ EN QUERER ESCUCHAR COSAS MÁS
INTERESANTES.
SIN EMBARGO, SI PERMANECES
EN LA PRESENCIA Y RESPIRAS CONSCIENTE MIENTRAS LOS DEMÁS SE EXPRESAN, PASARÁN
COSAS INSOSPECHADAS, SUCEDERÁ QUE DE PRONTO TU SILENCIO HABRÁ INUNDADO EL
AMBIENTE DE UNA GRAN LUMINOSIDAD Y MÁGICA PRESENCIA.
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