“LA COMPRENSIÓN RESUME UN CONJUNTO DE ESTADOS SUPERIORES QUE EL ESPÍRITU HA IDO CONQUISTANDO EN SUS MÚLTIPLES ETAPAS DE VIDAS Y EN SU PASO POR LAS DIFERENTES EXISTENCIAS, CADA UNA DE LAS CUALES LE DIO LA VALIOSA OPORTUNIDAD DE SUPERARSE, CORREGIRSE Y TRANSFORMARSE”
El ser humano comprensivo no levanta su dedo acusador recriminando, apuntando los errores de sus semejantes, y si las circunstancias de la vida lo obligan a hacerlo, su corazón se serena con la comprensión por los errores de los otros.
Ser comprensivo no es hacer causa común con los defectos de los demás, ni secundar desviaciones o actos que se consideran negativos o perjudiciales.
Poder manifestar respetuosamente los desacuerdos, la desigualdad de las opiniones, criterios, valores de la vida, es un deber y un derecho que se manifiesta al exteriorizar el rechazo ante determinadas actitudes.
Lo importante es el sentimiento que alimente esa postura, porque muchas veces pueden observarse críticas motivadas por los actos o dichos de los demás, juzgamientos apresurados, comentarios hirientes.
Poder serenar los pensamientos, los sentimientos, meditar lo que decimos, medir el efecto que pueden tener las palabras y conocer el sentimiento generador que las genera, puede ser un primer paso importante para controlar los impulsos agresivos.
Por ello es importante que, cuando se tenga que hacer una llamada de atención, desvirtuar un concepto o conocimiento equívoco, recordemos siempre nuestra propia naturaleza espiritual, tan propensa a las equivocaciones y desviaciones.
Pensemos que muchas veces no hemos querido caer, y hemos caído, que muchas veces también, creímos conocer la verdad, y nos hemos equivocado, que nuestra visión de las cosas y de los seres es muy limitativa Y NO PODEMOS JUZGARLOS SOBERBIAMENTE, CREYÉNDONOS DUEÑOS DE UNA VERDAD ABSOLUTA QUE NADIE POSEE.
La humildad es el camino más importante que debiéramos transitar cuando de mirar a nuestros semejantes se trata; ella nos ayudará sin duda, a ser más piadosos en el sentimiento, más firmes y honestos en los actos, más leales a las verdades y compromisos espirituales que tengamos.
La humildad se asocia con la comprensión y la tolerancia porque emanan de la fuente del amor y nos nutren con la serenidad de un conocimiento trascendente que lleva calma y paz interior a nuestras conciencias.
Cuando la noche nos cubra con su serenidad, intentemos elevar la mirada, despertar la conciencia a veces dormida y preguntarnos lo humilde que fuimos hoy, lo tolerante fuimos con aquel que sabemos que está en lucha consigo mismo y con las situaciones de la vida, lo benévolo fuimos con quienes decimos amar.
Y encontraremos seguramente, que mucho podemos hacer para mejorar, para ayudar, acompañar, para despertar el alma a la poderosa sensibilidad del amor, sentimiento que no surge en el bullicio agitado de una vida sin pausa, sino en la serenidad de la conciencia que medita cómo progresar con lo que se tiene en la vida, con las fuerzas y recursos con que se cuentan, con las pruebas que se presentan.
En esta rica posibilidad de encuentro consigo mismo el ser humano se descubre, sin dudas, menos soberbio, menos egoísta, menos orgulloso y más necesitado del amor de los demás, de la tolerancia y la comprensión de quienes lo rodean.
UNO DESCUBRE ENTONCES, QUE EN EL CORAZÓN DE TODOS LOS SERES HUMANOS, HAY UNA LLAMITA QUE SE ALIMENTA DE AMOR Y QUE LO REALMENTE TRASCENDENTE ES PODER COMPRENDER CUÁL ES EL CAMINO PARA LLEGAR A ELLA.
Recordemos que siempre que:
“A VECES COMPRENDEMOS, PERO NO ACEPTAMOS, EN OTRAS OCASIONES ACEPTAMOS SIN COMPRENDER, SOLAMENTE CUANDO HAY AMOR ES CUANDO PODEMOS COMPRENDER Y ACEPTAR A LA VEZ”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario