“LO QUE SE NECESITA MEJORAR NO ES EL UNIVERSO, SINO SU MODO DE MIRARLO”. LAMA DIRHAVANSA
EN ALGUNA ÉPOCA DE NUESTRA VIDA HEMOS DICHO COSAS TALES COMO: “LA VIDA ES INJUSTA... FUI VÍCTIMA DE LA CODICIA DE LOS DEMÁS... MIS COMPAÑEROS DE TRABAJO ERAN INSOPORTABLES”…”NADIE ME COMPRENDE”. ACTITUDES QUE, DE MANERA SUTIL, CULPABILIZAN AL MUNDO DE LOS PROPIOS INFORTUNIOS, QUERIENDO IGNORAR QUE TODOS LOS SERES HUMANOS NOS SENTAMOS EN LA MESA DE LA EXISTENCIA CON UNAS CARTAS EN LA MANO Y UN CONJUNTO DE REGLAS.
Con el tiempo aprendemos a considerar que el mundo es como es, y cualquier juicio condenatorio que no asuma nuestra responsabilidad e ignore el desconocimiento que tenemos de muchas de las cosas que nos ocurren, no deja de señalar una posición incompleta y superficial, de nuestro ser sentir y pensar.
Cuando uno piensa que “los demás son injustos” no adelanta nada, ya que no sólo refuerza la incompetencia de su forma de ver las cosas, sino que también prolonga el problema. UNO BIEN SABE QUE SI NO LE GUSTA LO QUE RECIBE, CONVIENE QUE PRESTE ATENCIÓN A LO QUE EMITE. En este sentido, alguien definió la locura como el hecho de pretender que las cosas vayan de otro modo, sin que por lo menos, uno mismo modifique su programa y actúe de otra forma.
El mundo que se percibe “ahí fuera” se conforma en nuestra mente. Y como bien sabemos, dicha realidad cambia dependiendo del estado de ánimo desde el que se percibe. Las experiencias de dolor, frustración y desencanto, sólo son útiles cuando están acompañadas de acción y ajustes de actitud, ya que lo que funciona, no es el cambiar el mundo, sino modificar la relación que tenemos con él. Algo que se logra ajustando la interpretación y el posicionamiento que nuestra mente hace del mismo.
Es necesario tener en cuenta que cualquier interpretación que hacemos de cuanto nos ocurre, lleva siempre una carga importante de subjetividad, por nuestra parte, basada en nuestras creencias tanto heredadas, como adquiridas en función de la cultura donde hemos nacido.
Nuestra mente tiene la facultad de hacer crecer aquello en lo que enfoca la mirada. Si uno enfoca su atención en las ventajas de lo acontecido, por doloroso que el suceso haya sido, las ventajas aparecerán en nuestra mente en virtud de la Ley del enfoque que todo lo aumenta. No pensemos que, de esta forma, uno se engaña con una visión positivista prefabricada que en nada se acerca a la “realidad”. La llamada realidad se conforma en el interior del cerebro y es más maleable y subjetiva de lo que parece.
NUESTRA FORMA DE MIRAR EL MUNDO DEPENDE DEL PROGRAMA DE INTERPRETACIÓN QUE NUESTRA MENTE SELECCIONE Y CULTIVE. LOS HECHOS SON NEUTROS. Es nuestra interpretación de los mismos la que los convierte en benditos o malditos. Si uno se hace competente en la utilización de un buen programa de interpretación y aprende a enfocar las ventajas integrales que trae lo que sucede, experimentará no sólo una mayor concordia, sino también una sostenida expansión de conciencia con todas las ventajas emocionales de alegría y poder que ello conlleva.
Si cambiamos la visión negativa del mundo, no sólo viviremos otras experiencias derivadas de este nuevo programa, sino que además nos sorprenderá comprobar como el mundo “de verdad” cambia. En realidad, el mejor favor que le podemos hacer a este planeta y a las personas que nos rodean es “pensarlas bien”. Es decir, pensarlas capaces de aprender y de transformarse.
LA VISIÓN QUE EJERCEMOS DEL MUNDO TIENE UN PODER CREADOR, SIMILAR AL QUE EXPERIMENTAMOS EN NUESTRA ACTIVIDAD ONÍRICA. SI CAMBIAMOS EL PENSAMIENTO, TAMBIÉN CAMBIA EL ESCENARIO QUE UNO SUEÑA. ALGO PARECIDO SUCEDE EN EL ESTADO DE VIGILIA DESPIERTA. EL MUNDO DEPENDE DE UNO MISMO, DE LO QUE SE OPTE INTERPRETAR ENTRE LAS INFINITAS POSIBILIDADES DE LO QUE PERCIBIMOS. EN REALIDAD, EL ARTE DE VIVIR ES EL ARTE DE ENFOCAR E INTERPRETAR CORRECTAMENTE LO ENFOCADO.
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