En una sociedad donde se nos exige y enseña a ser “competitivos” a costa de quien sea, cuando en realidad debiéramos ser “competentes” es decir que cada uno desarrollase su labor hasta donde su conocimiento le permita, dando siempre lo mejor de si mismo.
No podemos negar que tanto la COMPRENSIÓN COMO LA TOLERANCIA son dos virtudes que escasean, dando como resultado que en nuestra vida y en nuestra sociedad, se desarrollen estados de malestar y crispación que no ayudan en nada.
Todo lo contrario nos frenan y alejan de la felicidad que todos nos merecemos, al hacer que nuestras relaciones estén más llenas en numerosas ocasiones de rencor, resentimiento, envidia, que de armonía y buena voluntad.
Las naciones europeas llegaron a elaborar el concepto de tolerancia sólo después de desangrarse en una serie de sucesivas guerras y conflictos entre seres humano, que culmino con la gran cantidad de muertes ocurridas en la 2ª guerra mundial.
El absurdo de la guerra nos enseñó que era preciso acordar reglas de convivencia para que personas de distintas creencias, etnias o costumbres pudieran convivir en paz.
Fue entonces cuando comenzaron los gobiernos de todo el mundo a hablar de tolerancia.
Reflexionar sobre los hechos y actitudes de suma intolerancia, es importante en relación con nuestro presente y por la memoria de los hechos históricos que no pueden volver a repetirse.
La intolerancia y la violencia se conjugan y asumen nuevas y siniestras formas como la desaparición de personas, las "limpiezas étnicas", la xenofobia, la masacres indiscriminadas, sólo por nombrar algunos casos.
Una mirada sobre los acontecimientos pasados y presentes, nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza misma del hombre: la incomprensión, la intolerancia y la violencia que anidan en sí mismo.
El intolerante rechaza al otro simplemente porque es diferente, es alguien que tiene miedo y niega a los demás el derecho de ser distinto porque no se atreve a comparar sus costumbres, formas de vida, de pensar, y descubrir entonces, que pueden ser tan buenas como las propias.
La disconformidad o intolerancia que pueden provocar ciertas situaciones de delincuencia, o corrupción social, deben servir de marco de referencia y reflexión de nuestros propios valores éticos. Es importante por ello, no avalar lo que consideramos como erróneo porque se necesita de la firmeza en el bien cuando se advierten actitudes equivocadas. El ser humano recto es aquel que se manifiesta como tal, con sus principios morales fundados en el respeto y la consideración, en todo su desplazamiento familiar y social.
La tolerancia estaría en este caso en que, aun así, no se pueden dejar de respetar los derechos de quien delinque.
El sentimiento de tolerancia y comprensión tan necesario para el desarrollo de las relaciones armónicas en el seno de una familia o una sociedad, debe como todas las cosas, anhelarse fervientemente y procurar conseguirse con la conciencia de que es un valor superior que emana del amor.
Por comprensión se tolera, por comprensión se perdona y por comprensión se tiende la mano al más ignorante. No se trata de hacer causa común con el error ni secundar las desviaciones, sino de comprenderlas como demostración del proceso de progreso del ser humano que, en sus etapas iniciales de evolución, actúa con torpeza e hiriendo a sus semejantes.
Cuando el ser humano ha tenido la gran satisfacción de conocer parte de su destino inmortal, de saber que esta vida es sólo una etapa en la larga peregrinación del espíritu en el camino de la evolución, el conocimiento, el conocimiento de sí mismo y las Leyes Universales, cuando asienta sus conocimientos en la vida espiritual, y en la justicia inmanente de (cada uno llámele como entienda, Dios, Gran Espíritu, Inteligencia Suprema) que está por encima de la justicia humana, puede alcanzar a comprender ciertas conductas de los hombres que denotarán su mayor o menor evolución espiritual.
Con esta visión, más o menos amplia, el individuo puede aunque no justificar, sí comprender las diferencias espirituales de los seres, aprender y enseñar con tolerancia por el camino que no tiene desvíos: el amor.
CUANDO TENGAMOS QUE HACER A LOS DEMÁS UNA LLAMADA DE ATENCIÓN, DESVIRTUAR CONCEPTOS O CONOCIMIENTOS EQUÍVOCOS, RECORDEMOS, ANTES DE LLEVARLO A CABO, NUESTRA NATURALEZA IMPERFECTA.
PENSEMOS QUE MUCHAS VECES NO HEMOS QUERIDO CAER Y HEMOS CAÍDO, QUE MUCHAS VECES TAMBIÉN CREÍMOS POSEER LA VERDAD Y NO FUE ASÍ, QUE NUESTRA VISIÓN DE LAS COSAS ES RELATIVA A NUESTRA EVOLUCIÓN Y QUE ASÍ TAMBIÉN LES SUCEDE A LOS DEMÁS.
SEA ENTONCES NUESTRA PALABRA FIRME, PERO LLENA TERNURA Y COMPRENSIÓN.
EN EL CORAZÓN DE TODO SER HAY UNA LLAMITA QUE SE ALIMENTA DE AMOR, SEPAMOS DESCUBRIR CUÁL ES EL CAMINO PARA LLEGAR A ELLA Y A SU VEZ AYUDAR A LOS DEMÁS AQUÍ TAMBIÉN LA ENCUENTREN.
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