sábado, 29 de mayo de 2010

UN RAYO DE LUZ -REFLEXIONES SOBRE EL 2.012-


Cuando uno se adentra en los majestuosos acantilados del norte de la isla de La Palma, tiende a ensimismarse y perderse en el interior de todo lo que a uno le rodea.

A medida que bajando el barranco uno se acerca a la mar percibe bajo sentimiento de inmensidad su olor, su humedad y el reflejo de los rayos de sol sobre la estela de espuma blanca que dejan tras de sí la olas al romper en su toma de contacto con las rocas del acantilado.

Y una sensación de atemporalidad te invade, pudiendo percibir pasado, presente y futuro y es en ese fugaz recorrido por el tiempo, donde uno siente la larguísima historia geológica escrita en sucesivos estratos rocosos. Siente, el presente en todo su marino esplendor, un prolongado verde y escarpado litoral que se apercibe entre la bruma del amanecer y que alcanza hasta donde la vista se pierde.

Allí donde se juntan cielo, mar y tierra, se reúnen también todos los interrogantes. Ante esa caprichosa formación tan cargada de pasado, asalta inevitable la pregunta sobre el futuro. Dicen las profecías que para el 2012 las olas se volverán más bravas que nunca, que asaltarán las paredes orgullosas de los acantilados, que, como en tiempos de la Atlántida, se tragarán la tierra.

No sólo los mayas, sino que otras diferentes profecías aluden a las olas gigantes que crecerán y remontarán los abismos que ahora las frenan, que el agua anegará montes, valles y poblaciones. Por si fuera poca la amenaza de las profecías, ya tenemos películas que nos ilustran ese tan mentado fin del mundo. El filme catastrofista “2012”, siembra ya por las salas de todo el globo la conciencia de la hecatombe inminente. Las películas de gran alcance enfocan, dirigen y focalizan el pensamiento colectivo.

Aquello que pensamos grupalmente, en uno u otro sentido, invita a su materialización. ¿Cuántos pensamientos de catástrofe no concitará la película de Roland Emmerich?

No sé del tamaño de las olas de mañana. Desde esa montaña de mato maravillosa cercana al pueblo de Puntagorda, sólo vi un sol abrillantando su espuma, sólo contemplé un blanco puro e inmenso cubriendo las piedras de la orilla. Después de todo, seguramente no sea tanto cuestión de un final del mundo, sino de un nuevo lienzo también en blanco.

Seguramente se trate de un nuevo paisaje que podemos pintar de nuevo, con nuestros mejores colores, con nuestros más finos pinceles. El problema no serían tanto las olas, sino nuestras manos preparadas para construir lo nuevo. No serían de temer las enormes mareas, si hemos blindado al miedo y al egoísmo los litorales de nuestro interior.

Probablemente no seamos tanto los espectadores de la catástrofe que anuncian por venir, sino los creadores de una nueva civilización a dar a luz.

¿No seremos nosotros mismos quienes graduemos el tamaño de las olas, el ímpetu de los desastres anunciados, nosotros también quienes esbocemos el paisaje antes y después del eventual azote?
¿Después de todo, de qué fin nos habla el 2012?

Puede que calle nuestro corazón, pero difícilmente la vida. Ella la vida renovaría una y otra vez bajo diferentes formas hasta la eternidad. Los tsunamis pueden anegar continentes, pueden poner fin a una civilización materialista, individualista y sin rumbo, pero la vida seguirá latiendo.

No me preocupa el horizonte arrugado, el cataclismo anunciado, sino que todos sin excepción seamos capaces de sacar a la luz, todo nuestro potencial aún no desplegado. Todo el recorrido humano es nuestro. Nos pertenece desde el principio hasta el final. El regalo más grande que nos ha sido dado es la libertad y con ella la posibilidad de crear y recrear hasta el último de nuestros días.

No sólo lo decían los mayas, además de estos cósmicos ingenieros hay otras profecías y visionarios que señalan en la misma dirección. Ahí están las profecías de los hoppi, aztecas, de Nostradamus, de Malaquías… para recordarnos no necesariamente el fin del mundo, sino de un ciclo cósmico.

Mensajes como los de Kryon, Benjamín Solari Parravicini… apuntan igualmente a un acceso a superiores niveles de conciencia colectiva en fechas próximas.

Hay una amplia colección de revelaciones sagradas, de mensajes internos, de profecías, de enseñanzas de maestros… que se refieren a un próximo despertar planetario acompañado de grandes transformaciones físicas y geológicas. Señalan una nueva etapa en nuestro camino evolutivo, no exenta eso si de un inevitable dolor de parto.
¿Finalmente, escalará el agua las paredes orgullosas, vencerán las olas a los acantilados? No sabemos si esas olas crecerán, no sabemos cuándo, menos aún cuánto. Sólo tenemos noción de los tsunamis que azotan en estos tiempos tantas costas interiores, intentando mover las estructuras mentales caducas para una conciencia nueva.

Por lo demás, para poco sirven los refugios anti catástrofes, los diques anti tsunamis…

Sólo existe la tierra segura del corazón puro.

El mundo no se acabaría, en todo caso serán las civilizaciones las que se darán paso, como continuidad de los procesos evolutivos, se darán paso unas a otras en el intento de llegar más alto, de dar un más valioso testimonio.

¿Estaremos preparados para levantar una nueva civilización, con una nueva conciencia a la altura de la sublime Creación que nos rodea, seremos por fin capaces de construir a imagen y semejanza del amor y belleza que anida en el interior de todos los seres humanos una civilización que genere un mundo donde todos seamos felices?

¿Cantarán mañana las olas de todos los litorales la gloria de una humanidad que comparte y se afana por el bien común, de un nuevo mundo por fin instaurado en paz, amor y fraternidad?

El perfil del futuro todavía está envuelto en las mismas brumas que hoy cubren la costa del norte de la Isla de la Palma, pero un rayo de sol se lanza valiente como punto de referencia y apoyo que nos dice que pase lo que pase, siempre la luz (del conocimiento) vencerá sobre la sombra (de la ignorancia).

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