CADA UNO TENEMOS NUESTRO PROPIO LÍMITE. A VECES CAEMOS EN LA TENTACIÓN DE RECRIMINAR A LOS DEMÁS VALORANDO NUESTRO NIVEL DE TOLERANCIA.
Y nos atrevemos a dar lecciones de comportamiento a los demás diciéndoles frases como:
“Yo no aguantaría eso…”, “Eso a mí no me lo hacían”, “…Lo que tu permites yo lo cortaba rápido”…” Conmigo tenían que dar”…
Éstas y otras frases parecidas son muy fáciles de decir.
Hay que ponerse en el lugar y situación del otro, somos de juicio rápido y sentencia inmediata….eso si con los demás, con nosotros eso… es otro cantar.
La tolerancia, en numerosas ocasiones, es un acceso directo hacia el abuso. La persona que tenemos enfrente, con frecuencia nos creen demasiado fáciles. Carentes de fuerza de voluntad para imponer límites. Y por eso se permiten manejar nuestra vida e imponer su criterio frente al nuestro, en realidad somos nosotros quienes se lo permitimos dando muestras de debilidad.
A veces también suele confundirse debilidad con sensibilidad y bondad, el resultado de dicha confusión, suele ser una fuente de conflictos.
El límite de cada uno tiene que ver con el carácter, sin duda, pero también con la educación recibida, con las carencias que arrastramos, con las necesidades sin cubrir que tenemos, con lo sufrido anteriormente y con lo que estamos dispuestos a seguir sufriendo.
Y curiosamente va unido al nivel de auto-estima, cuando la persona tiene una auto-estima baja, es cuando da muestras de una mayor debilidad frente a los demás, es más vulnerable y manipulable.
La resistencia a la presión, del tipo que sea, te hace sin embargo más fuerte, en contra de lo que pueda pensarse. Porque repito nadie se aprovecha de nosotros, somos nosotros quienes permitimos que lo hagan, así que no echemos la culpa a los demás de nuestra incapacidad para marcar nuestros límites, nuestro territorio, para no dejarnos invadir.
Hay que saber delimitar las fronteras de lo posible. Hay que saber frenar, pero también saber esperar. Porque nada pasa en vano, nada pasa porque sí, todo lo que nos sucede, trae añadido siempre un aprendizaje.
Si los demás nos creen débiles solo hay que sentarse y observar cómo la tortilla se da la vuelta. Y lo veremos seguro.
Cuando uno es tolerante la gente le confunde. Piensan que pueden pasar pisoteando el césped y que hagan lo que hagan el jardín seguirá floreciendo.
Los tolerantes también tienen límites. Más anchos, más largos, más lejanos, más dúctiles… pero los tienen.
EN EL MEDIO (DONDE DICEN QUE ESTA LA VIRTUD) SE APRENDE MUCHO; AL FINAL, SE TERMINA CON TODO LO QUE DAÑA Y SIEMPRE SE SUMA EN VEZ DE RESTAR PORQUE TOLERAR ES ENSEÑAR A LOS DEMÁS UNA DE LAS MEJORES LECCIONES.
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