SOLEMOS TOMARLO TODO “A PECHO” O “A ESTÓMAGO” O CON LA CABEZA QUE A VECES NOS DA LA SENSACIÓN DE QUE VA A ESTALLAR DE TANTO PENSAR.
Las emociones tienen un precio, un precio emocional evidentemente, pasan factura y dejan huella en el cuerpo e incluso alguna de estas huellas no se borran jamás y permaneces siempre activas.
La conclusión coherente es que el estado mejor, es el de equilibrio, un equilibrio emocional, donde nuestras decisiones y nuestras acciones, siempre estén tomadas por vuestro cerebro y nuestro corazón, es decir en coherencia emocional entre la parte mental y la emocional.
El exceso de alegría nos lleva a un estado de excitación que se traduce en una sobre-valoración que siempre al volver a la realidad va dejando atrás un vacío por lo pasado, por lo perdido.
El exceso de tristeza nos sume en un pozo profundo de difícil salida.
Ambas emociones extremas nos dejan sin la serenidad necesaria para retomar la vida. Sin duda, saber gestionar las emociones pasa por conocer el camino de la paz interior. No hay que tener ni muchas ni pocas expectativas, quizá la clave está en fluir con lo que nos llega en nuestro día a día, reflexionar y hacer las correcciones necesarias, para que transitemos por el camino escogido por nosotros.
Si esperamos mucho de las situaciones o de los demás siempre nos decepcionarán. No hay que esperar demasiado ni de nosotros mismos porque eso nos lleva a dos posiciones muy frecuentes: a ser víctimas o jueces y el resultado, en cualquier caso, es negativo, para nosotros.
Si adoptamos la posición de la víctima siempre nos encontraremos débiles e invadidos por el miedo; si somos jueces, a menudo, lo somos condenando o condenándonos antes de juzgar.
La vida es sencilla. Hay reglas que ella misma impone y que debemos respetar por encima de todo. La ley del amor, la ley de la compensación, la ley de causa-efecto, la ley del tiempo (decía C. CHAPLIN que el tiempo es el juez más imparcial. Ya que siempre escoge el final correcto) y tantas otras que a pesar y por encima de soberbias, egos y despistes involuntarios actúan resolviéndolo todo al final.
La vida no sólo es sencilla, sino también breve por larga que sea. Por eso, hay que ser selectivos, en las batallas y en la lucha. Pero sobre todo, hay que elegir siempre lo que a uno, a cada uno, le haga sentir bien sea lo que sea. Todo es válido si no se hace daño a nadie ni se daña tampoco uno mismo.
CREO QUE SE DEBERÍAN HACER CAMPAÑAS GRATUITAS, QUE ENSEÑEN A GESTIONAR CORRECTAMENTE NUESTRAS EMOCIONES, PARA SABER ALCANZAR LAS DOSIS DE FELICIDAD CAPACES DE MANTENER LA ILUSIÓN POR VIVIR LO MEJOR Y LO MÁS INTENSAMENTE POSIBLE. EL RESTO VENDRÁ POR AÑADIDURA.
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