LA QUIETUD QUE PROPICIA EL DESCANSO FÍSICO Y MENTAL ES NECESARIA PARA QUE EL CUERPO RECOBRE SUS ENERGÍAS DESPUÉS DE UN LARGO TRABAJO.
DICHA QUIETUD POSIBILITA EL REORDENAMIENTO DE LAS IDEAS, EVALUAR LAS ACCIONES O ACTIVIDADES REALIZADAS Y MEDITAR SI EL TIEMPO Y EL ESFUERZO QUE SE LE HA DESTINADO A CADA UNA NOS RECONFORTA EMOCIONAL O ESPIRITUALMENTE.
Este balance imprescindible sobre lo que se ha hecho a nivel laboral, familiar, social con implicaciones de los sentimientos y pensamientos, merece nuestro análisis sereno y el tiempo suficiente para que podamos cotejar lo que hicimos con lo que nos propusimos, lo que sentimos al hacerlo con lo que creíamos que podíamos o debíamos sentir.
Lejos de elaborar situaciones de culpabilidad, este tiempo de descanso invita al replanteo objetivo, sincero con uno mismo, y debe propiciar deseos de cambios, de renovación en aquellos aspectos que nuestra conciencia nos indica con insistencia.
Escuchar estas voces profundas que emanan de nuestros propios compromisos espirituales, establecidos en concordancia con leyes de progreso universal, implica una actitud madura, propia del espíritu que entiende que renovarse es vivir.
El continúo renovarse, desechando día a día el juzgar a los demás, la incomprensión por los errores y actitudes ajenas, la intolerancia y el egoísmo, da por resultado la confianza en uno mismo, la generosidad de sentimiento, la dulzura de la comprensión.
La vida, sus luchas, sus necesidades, nos invitan constantemente a transformarnos. Esta tiene por objeto abrir nuevos horizontes a las necesidades del alma, y la esencia del alma es el amor. Origen y finalidad de la existencia, éste se consigue en el continuo renovarse del espíritu que anhela transitar por caminos de mayor bondad y tolerancia, acorde al bien que ya comprende como una verdad transcendental.
En este paréntesis de las actividades materiales, si sabemos y queremos propiciarlo, el espíritu recobra sus alas, el tiempo y la distancia pierden rigidez e inmediatez y el ser humano puede planificar tareas que contemplen otras facetas de su ser como persona que desea espiritualmente enriquecerse y proyectarse a la humanidad.
Parte de esa humanidad que siempre nos aguarda, es la familia: son ellos los primeros que deben ocupar nuestros desvelos, nuestro tiempo y preocupación, pero no son los únicos.
Para el amor y la solidaridad no hay límites, distancias, prejuicios, excusas, porque la vida nos invita a proyectarnos generosos en cada ser que está cerca y necesita de nuestra ayuda material, consejo espiritual, apoyo emocional. Renovarse en la solidaridad es una manera trascendente de ejercer lo que tantas veces se ha pregonado en forma oral, escrita desde tantos rincones y sitios.
PORQUE DARSE UN TIEMPO PARA LOS DEMÁS, ES DARSE UN TIEMPO PARA UNO MISMO Y SENTIRSE LUEGO, VITALIZADOS CON LA ENERGÍA FÍSICA Y ESPIRITUAL DEL AMOR QUE NOS RECONFORTA EN LA ALEGRÍA Y LA PAZ DE CONCIENCIA.
Por ello sería importante aprovechar, cada uno según sus posibilidades, el tiempo del descanso físico, para planificar otras tareas, en forma individual, familiar o a nivel institucional, pero todas ellas teñidas de generosidad y comprensión por los demás.
Prioricemos nuestras actividades, reubiquemos nuestros valores y en concordancia con lo que se entiende y se siente por deber, responsabilidad, compromiso de vida, planifiquemos la nuestra.
PORQUE ES IMPORTANTE QUE TODOS PODAMOS SER ARQUITECTOS DE NUESTRA EXISTENCIA Y PODAMOS CONSTRUIRLA SOBRE LOS FUERTES PILARES DEL AMOR, EL RESPETO, LA COMPRENSIÓN Y LA SOLIDARIDAD, CIMIENTOS VALIOSOS QUE NOS RESGUARDARÁN DE FUERTES VIENTOS, CUANDO LAS LUCHAS Y TORMENTAS DE LA EXISTENCIA AMENACEN CON SACUDIRNOS.
TIEMPO DE DESCANSO, TIEMPO DE RENOVACIÓN, TIEMPO DE ASUNCIÓN DE COMPROMISOS ESPIRITUALES Y DE PROYECCIÓN FAMILIAR Y AFECTIVA, AQUELLA QUE NOS SOSTIENE Y CONSTRUYE CADA DÍA, CADA HORA, EN CADA TRISTEZA Y EN CADA ALEGRÍA.
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