Existen muchas evidencias de que se aproximan grandes cambios sobre la faz de la Tierra y ya algunos comienzan a reconocer señales apocalípticas en cada evento de la naturaleza que nos golpea e impacta de manera cada vez más fuerte y descontrolada.
Este previsible fin de los tiempos o término de una era ya ha ocurrido antes y puede volver a ocurrir por diversas causas: una gran erupción solar gigante, el impacto de asteroides sobre la tierra, grandes erupciones de rayos gamma provenientes de alguna estrella, la presencia de agujeros negros no identificados cerca del planeta, gigantescas nubes espaciales muy densas por las que atravesaría el sistema solar, gran actividad volcánica, cambios en el campo magnético terrestre o una epidemia global.
Frente lo anterior resulta conveniente preguntarse si la humanidad con todo su avance tecnológico y científico está mejor preparada hoy en día para enfrentar un nuevo ciclo apocalíptico. Lo que realmente necesitamos y nos falta en este momento, es generar la conciencia necesaria para estar mejor preparados frente a un evento con características apocalípticas.
El fin de una era está cerca. En eso coinciden gran parte de la comunidad científica y también un sinnúmero de historiadores y filósofos con una mirada algo mas critica de leer los tiempos. Hay quienes sostienen con preocupación que de todas las especies que poblaron el mundo, el 99% ya se extinguió y que alguna vez le tocará el turno a la especie humana.
La misma biodiversidad en nuestro planeta es cíclica, ya que de acuerdo a un completo análisis de los registros fósiles de animales marinos pertenecientes a los últimos 542 millones de años, ha revelado que la biodiversidad parece aumentar y descender en misteriosos ciclos de 62 millones de años, sin que se sepa exactamente por qué. Por otra parte, parece que existe un segundo ciclo más largo, de unos 140 millones de años, del cual sólo se hallaron cuatro oscilaciones en los últimos 542 millones de años. Quizá se trate de fenómenos casuales, pero si es real, podría estar relacionado con el ciclo de 140 millones de años de las Eras Glaciales.
El asunto es que existen muchas evidencias de que se aproximan grandes cambios sobre la faz de la Tierra y ya algunos comienzan a reconocer señales apocalípticas en cada evento de la naturaleza que nos golpea e impacta de manera cada vez más fuerte y descontrolada.
Pero este fin de los tiempos o término de una era ya ha ocurrido antes. En el Universo todo es cíclico y la antigüedad del hombre (Entre 5 a 1 millón de años atrás) es muy reciente en relación a la edad de la misma tierra (Entre 4.500 o 4.600 millones de años) y en este periodo de tiempo han ocurrido ya varios Apocalipsis: ejemplo de ellos son las Glaciaciones, de las cuales ha habido al menos cuatro grandes. La más antigua tuvo lugar entre 2.700 y 2.300 millones de años atrás. La que le sigue hace entre 850 y 630 millones de años. Luego de esto, una sucedida hace entre 460 y 430 millones de años, posteriormente una hace entre 350 y 260 millones de años y la última que empezó hace cuarenta millones de años y acabó hace unos diez mil años.
Otros ejemplos de Apocalipsis también fueron la extinción de los dinosaurios que ocurrió hace 65 millones de años atrás y el diluvio universal, sobre el cual no hay claridad en su antigüedad, algunos sugieren que pudo corresponder a la erupción del volcán Etna en la ribera oriental de Sicilia alrededor del año 6000 a. C., y causó un enorme tsunami. Otros sugieren que estuvo relacionado con la Teoría de la catástrofe de Toba, de la cual hace 70.000 años y que se caracterizó por un invierno volcánico de 6 años de duración con fuertes bajas de temperaturas y lluvias generalizadas etc…
TEORÍAS QUE LO EXPLICAN
Por todo lo anterior cabe preguntarse a que se deben estos eventos apocalípticos que se repiten cada cierto tiempo. Existen varias teorías que tratan de explicar lo anterior y se apresuran en describir una causa para un posible fin del mundo. Sin embargo, de lo que no cabe duda es que la mayor fuente de amenazas para nuestra especie está en el espacio exterior.
Una de ellas se refiere a la actividad solar y apunta desde una gran erupción solar gigante, donde las eyecciones de masa de la corona solar bombardean a la Tierra con un torrente de partículas subatómicas de alta velocidad, cosa que ocurre permanentemente, ya que se encontró que las estrellas pueden incrementar su brillo en unas 20 veces, probablemente debido a estas erupciones gigantes. También se ha pensado en disminuciones de la actividad solar, ya que otras estrellas de tipo parecido al Sol pasan por períodos en que se observa una disminución del brillo del 1%. Parece poca cosa, pero puede terminar en otra Edad de Hielo, o algo bastante más frío y peor.
También se ha especulado con el impacto de asteroides, un evento de poca probabilidad, pero no por eso imposible. Tomemos por caso el meteorito de apenas 70 metros de diámetro que se estrelló en 1908 en Siberia, liberando una energía mil veces mayor que la bomba de Hiroshima. Si se nos viniera encima uno de los 100.000 objetos con diámetros superiores a los 50 km que orbitan el Sol en el cinturón de Kuiper, un poco más allá de Neptuno, no habría salvación alguna para nuestra especie. La extinción desencadenada al final del Pérmico acabó con el 95 por ciento de todas las especies de la Tierra, un porcentaje descomunal que supera incluso al 75 por ciento producido en la extinción que acabó con los dinosaurios, según parece fue causada por la caída de un asteroide.
Las erupciones de rayos gamma, son otra causa posible. Este tipo de radiación surge de la colisión de dos estrellas colapsadas, momento en el que se liberan energías insospechadas en forma de rayos gamma, hasta 1016 veces la potencia del sol. Si esto se produjera a una distancia relativamente cercana (menos de 1.000 años luz) la atmósfera terrestre nos protegería inicialmente, pero los óxidos de nitrógeno que se producirían destruirían la capa de ozono, con lo que la radiación UV del sol nos llegaría sin amortiguar. El resultado no sería sólo cáncer de piel, sino que se destruiría el plancton oceánico que constituye la base de la cadena alimentaria y que provee buena parte del oxígeno de la atmósfera.
También con un origen espacial, constituyen una posible fuente de extinción masiva para la vida en la tierra, la presencia de agujeros negros no identificados. Los astrónomos estiman que sólo en la Vía Láctea hay 10 millones de agujeros negros, invisibles porque su inmensa gravedad se "traga" la luz que emiten, los que orbitan como cualquier otra estrella, por lo que no es muy probable que se nos acerquen. Pero si una estrella "normal" se acerca lo sabremos con anticipación, no así con un agujero negro.
Nos daríamos cuenta sólo por la distorsión en las órbitas planetarias... incluida la nuestra. En el mejor de los casos terminaríamos en una órbita altamente elíptica, que llevaría a variaciones climáticas extremas, y en el peor de los casos pasaríamos a una trayectoria hiperbólica que nos llevaría fuera del sistema solar, a un destino más que congelado.
Una teoría, recientemente lanzada por el Astrobiology Institute de la NASA, es aquella que sostiene que en el pasado de nuestro planeta el encuentro con gigantescas nubes espaciales muy densas podría haber provocado extinciones globales en la Tierra.
El paso a través de dichas nubes podría haber provocado glaciaciones globales. Otra posibilidad es que las nubes moleculares, no tan densas, habrían permitido que partículas cargadas pudieran penetrar en la atmósfera terrestre, destruyendo buena parte de la capa protectora de ozono y ocasionando con ello extinciones de índole también global.
Hace entre 600 y 800 millones de años, se produjeron al menos dos glaciaciones de este tipo. El gran misterio hasta ahora era averiguar qué las había provocado. La hipótesis de las nubes espaciales podría ser probada por los geólogos. Para ello tendrán que estudiar las rocas en busca de capas que estén relacionadas con dichos episodios, y analizar si contienen grandes cantidades de uranio-235. Este elemento es producido constantemente en las nubes espaciales, cuyo origen son estrellas explosivas llamadas supernovas.
Encontrar cambios en la proporción de uranio-235/238 en las capas de roca adecuadas sería prueba de la presencia de material interestelar originado en supernovas. Este tipo de colisiones entre el sistema solar y nubes espaciales es poco frecuente, pero ya debe haber ocurrido. Aunque no parezcan ser muy densas, sus consecuencias para la Tierra serían devastadoras.
Por ejemplo, una nube espacial causaría una mayor producción de rayos cósmicos eléctricamente cargados por parte del Sol. Estos rayos cósmicos, que normalmente son desviados por nuestra magnetosfera, podrían penetrar más fácilmente en la atmósfera. Dado que las nubes espaciales son muy grandes, el sistema solar podría tardar medio millón de años en atravesar una de ellas. Durante ese período, la Tierra experimentaría al menos una inversión del campo magnético.
En ese momento, los rayos cósmicos entrarían en la atmósfera sin oposición, rompiendo las moléculas de nitrógeno y formando óxidos de este elemento. Estas sustancias destruirían más del 40 por ciento del ozono protector en la alta atmósfera y más del 80 por ciento sobre los polos. Entonces, la radiación ultravioleta solar alcanzaría la superficie, causando un grave daño a los seres vivos desprotegidos.
Otras fuentes de amenazas, ya no provienen del espacio sino de la misma madre tierra. Por lo que los hombres de ciencia han puesto la mirada en el pasado y en las huellas que el planeta presenta de posibles Apocalipsis o episodios de extinción masiva. Así es como han surgido nuevas teorías esta vez con un carácter mucho más endógeno.
Tal es el caso de la teoría del Hipervulcanismo, que señala que las erupciones volcánicas en Siberia de hace 251 millones de años pudieron iniciar una cascada de acontecimientos que incrementó el sulfuro de hidrógeno en los océanos y la atmósfera, precipitando la más grande extinción masiva en la historia de Tierra. El dióxido de carbono volcánico causaría el calentamiento atmosférico que, a su vez, calentaría el agua de la superficie oceánica. Normalmente, el océano profundo obtiene su oxígeno de la atmósfera en los polos.
El agua fría absorbe oxígeno del aire y, como es más densa, se hunde, y lentamente va moviéndose hacia el ecuador, llevando el oxígeno con ella. Cuanto más caliente esté el agua, menos oxígeno puede disolverse y más lentos resultan los descensos de masas de agua y sus movimientos hacia el ecuador.
Últimamente también ha aumentando la atención sobre el funcionamiento del campo magnético terrestre y se cree que una inversión de este campo podría ocurrir en el futuro con consecuencias fatales para la humanidad. Se tienen antecedentes que a lo largo de la historia geológica del planeta el campo magnético se ha invertido varias veces. Y siendo que este campo magnético desvía las tormentas de partículas y los rayos cósmicos, una disminución o cambio de su polaridad dejaría durante un periodo de protegernos de esta radiación.
Por ultimo causa también, mucha alarma la posibilidad de una epidemia global. Si bien siempre coexistieron los gérmenes y el género humano, algunas veces este equilibrio se desbalancea con consecuencias catastróficas. Una de cada cuatro personas sucumbió a la Peste Negra en el siglo XIV, la gripe tuvo 20 millones de víctimas entre 1918 y 1919, y el SIDA tiene una mortalidad semejante. Los gérmenes están adquiriendo inmunidad a los antibióticos, y como consecuencia en Estados Unidos se incrementó en un 58% la mortalidad debida a gérmenes patógenos entre 1980 y 1982.
CONVIENE PREPARARSE
La vida anteriormente ha pasado por episodios apocalípticos donde se ha extinguido gran parte de ella, pero nunca antes se ha tratado de vida inteligente como la que ahora reina sobre la Tierra. Los seres humanos nos hemos comportado hostilmente con el planeta que nos cobija, hemos causado graves daños al ecosistema y el medio ambiente, alterando y modificando muchas veces los procesos naturales en que se desarrolla la vida, todo esto como si tuviésemos la equivocada idea de tener el absoluto control de las fuerzas de la naturaleza.
Conviene recordar que ya hace siglo y medio atrás, sabiamente un Jefe Seatlle le advertía al presidente de los Estados Unidos sobre las consecuencias de este comportamiento del hombre blanco, sin embargo la naturaleza de vez en cuando se encarga de recordarnos nuestra verdadera condición en la creación y mostrarnos lo frágiles e insignificantes que resultamos ser frente a las fuerzas devastadoras de un desastre natural, como puede ser una erupción volcánica, un terremoto, un huracán, un tsunami, etc…
La naturaleza muchas veces resulta implacable en demostrar su autoridad y poderío sobre el curso de la historia de la humanidad, pero las preguntas que quedan por hacerse son si estaremos mejor preparados ahora para enfrentar un nuevo ciclo apocalíptico?, ¿seremos capaces de sobrevivir a un megadesastre natural?, ¿que podremos hacer al respecto?
No cabe duda que la humanidad cuenta hoy con un conocimiento y tecnología sin precedentes en la historia que pueden jugar a su favor si pensamos en preservar la vida de la especie humana. Entonces quizás lo que realmente necesitamos y nos falta en este momento, es generar la conciencia necesaria para estar mejor preparados frente a un evento con características apocalípticas. Por lo que creo que intentar comprender lo que nos está pasando es el primer paso para poder tomar posiciones y acciones al respecto.
Pero siento que es allí donde las cosas se ponen complicadas, el sistema social, económico y político fuertemente influenciado por el capitalismo global, no pone en el plano de relevancia necesario los planes y medidas que se deberían implementar para enfrentar con mejores posibilidades de sobrevivencia el riesgo de un evento con las características mencionadas.
Ya vemos como una simple muestra de esta conducta, la negativa o evasiva postergación de parte de Estados Unidos de suscribir el protocolo de Kyoto sobre la reducción en la emisión de gases de carbono, las pruebas nucleares que se siguen realizando por países como Corea del Norte, Pakistán e Irán y el crecimiento acelerado en el mundo por el consumo de combustibles fósiles (impulsado por el crecimiento de la economía China), todo esto nos dice que la humanidad aun no ha despertado su conciencia colectiva y marcha hacia una especie de despeñadero, por lo que en algún momento hará crisis.
Es necesario y urgente despertar la conciencia colectiva, la humanidad debe reconocerse como parte de un sistema integrado, donde forma parte de él, al igual que las plantas, los árboles, animales y todo otro ser vivo, el ser humano y la naturaleza son uno solo y no entes separados como hasta ahora se ha entendido. Se requiere por tanto un salto hacia adelante, hacia una nueva conciencia global, una nueva humanidad y un nuevo ser humano, más integrado, más conciente, más inteligente holísticamente.
Fredy H. Wompner G. es Ingeniero Comercial, Magíster en Educación, e Investigador Asociado a Pekea.
Bibliografía
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