A estas alturas de la vida ya debemos ser conscientes de que cualquier tipo de prensa, tanto la audio-visual, como la escrita, solo informa de lo que los que mandan quieren, no informan de lo que en realidad ocurre.
Es decir que si usted quiere estar verdaderamente desinformado no tiene más que oír, ver o leer la prensa oficial.
Ve uno las noticias por la televisión y además de la sección “light” de farándula al final, que más parece un ligero paliativo temporal frente a la avalancha de malas noticias que se presentan previamente, no recuerdo con exactitud cuándo fue la última vez que le dieron a una buena noticia la misma relevancia que se le da a la tragedia cotidiana.
Pareciera que intencionalmente buscaran bajarle la energía al espectador con tanta noticia negativa, y realmente uno tiene que hacer de tripas corazón para no dejarse afectar por el bombardeo de tragedia que muestran.
EVIDENTEMENTE, ESOS HECHOS DOLOROSOS SÍ SUCEDEN, PERO NO SON LO ÚNICO QUE SUCEDE AUNQUE SÍ SON LO ÚNICO QUE SE CUENTAN.
En mi personal opinión, y sin ser yo el tipo de persona que cree en conspiraciones planetarias o cosas por el estilo, sí siento que la agresividad y negatividad que muestran los medios es de alguna manera intencionada y que va en servicio de fines que nos quieren tener con la venda puesta para que no podamos ver, todo lo bueno que la vida lleva anexo a ella.
Fines que en vez de buscar un mundo mejor y más justo para todos, solo buscarían su propio beneficio.
Además de que la tragedia “vende”, pues a través del morbo le refuerza al ego su propia imagen de limitación, al observar cuidadosamente pareciera también evidente que todo lo que se muestra tiene un solo objetivo: crear desilusión. ¿Desilusión de qué? Pues desilusión de la vida, naturalmente: “el mundo está cada vez peor”.
Adicionalmente, y aunque hay ya publicidad inteligente que busca crear una experiencia positiva a través de la comunicación, aún hay mucha publicidad de viejo formato que en buena medida también apoya la desilusión: desilusión porque no soy tan guapa como la modelo (tengo que comprarme esos zapatos o usar ese maquillaje para parecerme), desilusión porque no “encuentro novio/a” (tengo que usar ese desodorante para que me “ las mujeres se rindan a mis pies”), desilusión porque estoy calvo (tengo que comprar el cepillo láser para que me salga pelo), etc.
Una persona desilusionada, con la energía baja, no solo es más fácilmente manipulable dentro de un sistema económico cimentado en el consumo de bienes y servicios, sino que crea más desilusión y desazón a su alrededor, fomentando así el consumismo. A esto es a lo que se le llama “la economía del miedo”.
Todo el sistema económico, político y religioso, que traemos desde hace siglos, todo está cimentado en el miedo, en mantener convencida a la gente de que es incapaz, limitada y que no tiene ningún poder. Tal y como lo dijo Goebbels, ministro de propaganda nazi durante la II guerra mundial, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, y así es como se ha perpetuado la mentira.
Nuestras familias están cimentadas en esos mismos valores, tanto así, que la educación que les damos a nuestros hijos tiene como componente fundamental el “educar niños con defensas”.
¿Defensas ante qué? ¡Si nadie los está atacando ahora! Claro, “los atacarán en el futuro” dirán los preocupados padres, y aunque los hechos así parecieran confirmarlo, la realidad es que están educando bajo el mismo principio del miedo: miedo a lo que pueda pasar.
Alguien a través de un ejemplo explica cómo en realidad el mundo no está peor cada vez, sino mejor. La metáfora es simple: Todo el “mal” y podredumbre que nos muestran los medios siempre ha existido, solo que ahora podemos verlos, antes no los veíamos; y los vemos simplemente porque hay más Luz. Conclusión: hay más Luz en el planeta, por lo tanto estamos mejor que antes.
Qué hermosa perspectiva, que magistral demostración de cómo el sufrir o gozar la vida no depende de nada más que de nuestro parecer ante esta, sin importar los hechos que se vean en la forma.
Los tiempos de aquí y ahora (pues ya no son los tiempos por venir) son los tiempos en que es necesario aprender que sí tenemos el control, que el sufrir o gozar en la vida no depende de nada ni nadie excepto de nosotros mismos, y que por más que haya grupos de personas interesadas en mantener dormida a la humanidad por sus propios intereses basados en una cultura de miedo, en realidad está en nosotros la capacidad de no ser más objetos de manipulación cultural.
Todo lo que está pasando, todo lo que estamos viendo, todo el movimiento planetario solo nos está pidiendo una cosa: ¡Despierta! ¡Abre los ojos! ¡Date cuenta que tú tienes el poder sobre tu vida! ¡Tú y solo tú eres el dueño de tu parecer, tú y solo tú te creas tu experiencia!
Cada vez veremos más y más el colapso de todas las estructuras de poder actuales, puede tomar un año o cien, pero es un hecho irreversible.
Si escogimos nacer para estar vivos en esta época, es porque aquí está lo que necesitamos vivir. Hagámonos conscientes de esto y usemos nuestro poder, el que ya existe en nosotros y nadie puede quitarnos.
En servicio, de todo aquel que nos necesite, debemos recordar, “Que sin Caridad no hay Salvación”.
Salvación de nosotros mismos ante nosotros mismos, de entender que mientras un solo ser humano, un hermano nuestro no tenga cubiertas sus necesidades básicas, que mientras un solo ser humano muera de hambre, no será posible la evolución como especie y eso es obra de todos, conseguir un mundo justo donde cada uno tenga todo lo que necesita para vivir y evolucionar.
Hay de sobra para todos, lo que ocurre que unos pocos se han apropiado
de lo de unos muchos y no solo se lo han robado sino que encima se lo quiere cobrar cuando les pertenece.
La pregunta clave es:
¿Hasta cuándo aguantaremos siendo cómplices de tanta injusticia?
¿Hasta cuando seguiremos volviendo la cabeza para otro lado?
¿Hasta cuándo consentiremos que nuestro silencio mate a nuestros hermanos?
¿Cuántos más han de morir para parar esta barbarie de abusos?
¿Hasta cuándo tendremos que seguir preguntándonos…….. Hasta cuándo?
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