.“Hacer el amor es una de las cosas que más necesitamos y que menos hacemos. Para hacer el amor se necesitan dos cuerpos y DOS CORAZONES, muchas veces solo hay dos cabezas” “.
“Entre vivir y hacer el amor no hay separación, que la conexión es intima, profunda y total y que ambas son experiencias de inmensa potencia y de magia extraordinaria ”
HACER EL AMOR. Casi es obsoleto decirlo de esta manera en la sociedad aparentemente libre, aparentemente sin tabúes y prejuicios en la que vivimos. Parece una manera antigua para definir una de las cosas que más necesitamos y que menos hacemos.
La sexualidad está profundamente presente en cada aspecto de nuestra vida, y por esta misma razón es uno de los asuntos más contrastados, censurados, manipulados y distorsionados en el comportamiento humano.
Pero hacer el amor no es un contacto fugaz, distraído y genital entre dos cuerpos o, muy a menudo, entre dos cabezas.
Tampoco es la unión anodina y azucarada de dos corazones colorados de rosa que nos enseñan en las películas. Entonces, ¿por qué todo lo que los medios de información nos muestran solo se sitúa entre estos dos extremos?
Un ejemplo: la televisión, el cine, los periódicos, y aun los videojuegos están llenos de violencia, sangre, abusos y nadie parece perturbarse por eso, pero en la tele nunca se transmitiría una escena con una pareja desnuda haciendo verdaderamente el amor con pasión en las horas de mayor audiencia.
Podría resultar un trauma para los niños, que hasta unos minutos antes estaban destrozando enemigos en la playstation…
Aparentemente, un pene erecto es mucho más traumático y peligroso que un kalashnikov que dispara.
Y si intentamos buscar “hacer el amor” en Google, los resultados son desconcertantes: empezamos con “las diez razones para hacer el amor ” (la primera: para hacer ejercicio físico) y seguimos con un listado de las posiciones principales (misionero, a cuatro patas, etc.) pasando por las diez reglas para hacer bien el amor (la primera para ella: dominar la presencia de los pelos superfluos, por ej.: limpiarse).
Si tenemos suerte nos encontramos con páginas web que hacen publicidad de libros o seminarios que prometen enseñar técnicas pseudo tántricas para hacer el amor toda la noche y tener orgasmos intensos como terremotos.
Al final no se encuentra mucho y lo poco que se encuentra es muy decepcionante.
Internet está repleto de sexo y sobre todo de pornografía, cada 38 minutos aparece un nuevo sitio web dedicado al porno, el 25% de las búsquedas en los motores de búsqueda está relacionado con el sexo y la facturación de la industria del porno en España la sitúa entre las primeras en Europa.
Sexo virtual con imágenes casi siempre estereotipadas y falsas, cuerpos o trozos de cuerpos plastificados y todos iguales que se juntan mecánicamente en encuentros despersonificados.
Pasión, creatividad, ternura son los verdaderos tabúes en este mundo que, para muchas personas, es la única referencia posible como ejemplo de relación sexual.
Y en la vida real, en nuestras camas, ¿qué pasa?
Las estadísticas nos informan que más del 50% de hombres y mujeres no se sienten satisfechos con sus vidas sexuales y que éstas se expresan en una media de 15 minutos, una o dos veces a la semana como máximo.
Y el deseo sexual sigue menguando, en hombres como en mujeres.
¿Qué puede reavivar estas aburridas vidas sexuales?
¿Probar nuevas posiciones? ¿Ponerse esposas de peluche leopardo, disfraces de sexy enfermera o intentarlo con consoladores espaciales tri-rodantes? ¿Utilizar condones fluorescentes o color negro-mandingo? …o
¿puede ser…cambiar de pareja más a menudo?
Quizás todo esto pueda ayudar momentáneamente a salir de la rutina y a insuflar un aliento de nueva energía en estas vidas hibernadas, pero el punto no es este.
Así como para aprender a fotografiar (o a pintar, a esculpir…) es imprescindible aprender antes de todo a ver, mucho más que aprender técnicas o dotarse del último y más sofisticado aparato, para hacer el amor lo más importante es aprender a sentir, a percibir de manera consciente nosotros mismos y el otro.
El punto está allí, en la CONCIENCIA.
Conciencia de nosotros mismos, antes de todo.
Hacer el amor empieza desde la atención hacia nosotros mismos.
¿Podemos sentir, percibir nuestro cuerpo, nuestra piel, permitirnos el placer? ¿Están despiertos nuestros sentidos, sensibles nuestras manos?
Y conciencia del otro: necesitamos darnos cuenta que el otro existe, que existen sus deseos, su placer, su piel, sus sentidos.
EL AMOR ADEMÁS NECESITA RELAJACIÓN. Muy a menudo, haciendo el amor experimentamos la tensión, el esfuerzo para lograr un objetivo.
Pero tensión, esfuerzo y objetivo son conceptos totalmente en contraste con hacer el amor.
Utilizamos el sexo como descarga de tensiones y a veces de frustraciones.
¿Cómo es nuestra cara o la cara de nuestra pareja cuando hacemos el amor?
Si nos tomamos el tiempo de mirarnos, lo que podemos ver son expresiones tensas, si las destacamos del contexto sería difícil reconocerlas como las caras de dos amantes, más bien parecen personas ocupadas en actividades estresantes y para nada placenteras.
Pasa lo mismo con los cuerpos. Se tensan, se contraen y reducen su espacio vital.
Pero a más grandes son el espacio y la relajación, más grande el placer, que puede difundirse sin límites. Dejar que la excitación siga sus sendas, que pueda subir y bajar a su antojo y permitirnos gozar de cada instante, de cada momento de este viaje.
Dejar que el placer se expanda más allá de la zona genital, en todo el cuerpo y más allá de este, así que cada centímetro de piel pueda participar a la fiesta y ser fuente recíproca de placer. No solamente por el tacto y la vista, sino también por su olor, su temperatura, su sabor.
El amor necesita también creatividad. Creatividad y sexualidad están totalmente vinculados, su objetivo es la creación de algo nuevo: una obra de arte, un hijo, una relación o simplemente un momento, una eternidad de puro placer.
Creatividad y sexualidad se alimentan de amor, de pasión, de instinto, de cuerpo, de sentidos, de espontaneidad y de estremecimiento; y mueren por exceso de racionalidad, de reglas, de esquemas, de repetición.
El amor, así como el arte y la creatividad, necesita espacio.
Espacio para expresarse, espacio interior no ocupado con esquemas, expectativas y falsas imágenes, espacio que el otro también necesita para sus deseos y sus tiempos, abertura a lo imprevisible y a la espontaneidad.
Exactamente lo contrario de una performance pre-confeccionada, entre dos seres que ni siquiera experimentan un verdadero contacto entre sus pieles.
Si no tenemos espacio en nosotros, ¿cómo podemos recibir algo?. Si no abrimos la puerta, ¿cómo logramos dar algo?
Por todo esto necesitamos tiempo. Lo que no implica dedicar horas sino estar completamente presentes en los momentos en que nos dedicamos el uno al otro. Empezando muy sencillamente a respirar juntos, escuchando y percibiendo nuestra vibración, la de nuestra pareja y el canto que se crea cuando se juntan.
Y así volvemos a la conciencia, el ingrediente fundamental.
Palabras y conceptos, los de arriba, que no se encuentran, o muy raramente, en internet y en los cursos o en los manuales de neo-tantra.
Lo que si se encuentra son consejos sobre técnicas, rituales, posiciones,
esquematizaciones y simplificaciones del cuerpo y del placer.
Parecen métodos pragmáticos y eficaces, lástima que sean totalmente inútiles si antes no hemos recobrado la relación con nuestro cuerpo y la unidad de este con nuestro corazón y nuestra mente, despertado nuestros sentidos y encontrado nuestro bienestar y nuestra alegría en la vida de cada día.
Para hacer el Amor es necesario salir de nuestra cabeza y entrar en nuestro cuerpo. Pasando por nuestro corazón.
Si nos quedamos atrapados en las imágenes de nuestro mental, hacer el amor solo será el espejo de nuestras neurosis.
Nuestra manera de hacer el amor desvela todo nuestro ser: nuestra relación con la corporeidad, nuestra capacidad de dar y recibir, la ternura y la dureza, nuestra capacidad de entregarnos y de acoger, el deseo de dominar y ser dominados, la confianza y el miedo, el respeto de la libertad y la posesividad, nuestra grandeza y nuestra pequeñez.
Somos totalmente nosotros mismos, mucho más allá de la piel desnuda.
(Artículo en la sección El Lector Alternativo Descubre: de “Laura Orsina y Axel Cipollini”, pareja, caminantes en un viaje hacia la consciencia y la creatividad, hacedores del amor con la Vida e instructores de los talleres Hacer el Amor)
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