Crean por primera vez VIDA artificial – Nace la primera célula artificial
El padre del genoma humano ha dado una nueva vuelta de tuerca a la ciencia. Dos años después de que Craig Venter y su equipo crearan el primer genoma sintético, ahora han conseguido completar el proceso: han obtenido la primera célula artificial salida de un laboratorio.
El hallazgo, que recoge hoy la revista Science, marca el inicio oficial de la denominada biología sintética y abre paso al diseño de microorganismos a la carta cuyo ADN se puede modificar supuestamente para incorporar las propiedades que los científicos deseen. Es el paso hacia una nueva revolución tecnológica con potencialidad para crear bacterias que puedan absorber el dióxido de carbono, limpiar la contaminación o las mareas negras, desarrollar biocombustibles más eficientes o producir vacunas. Las posibilidades son infinitas.
«Esto se convierte en una herramienta muy poderosa para tratar de diseñar lo que queremos que haga la biología. Tenemos una amplia gama de aplicaciones en mente», explica el propio Craig Venter.
Lo que han conseguido los investigadores es que un genoma sintético, creado por ellos mismos mediante síntesis química, controle las funciones de una célula bacteriana. O lo que es lo mismo, el ADN trasplantado ha logrado activar y tomar las riendas de la maquinaria celular de su huésped para producir proteínas y autoreplicarse.
Copia del original
El genoma sintético es una copia del original, salvo en catorce genes. Dos se desorganizaron durante el proceso y el resto, según precisa Daniel Gibson, uno de los investigadores del Instituto J. Craig Venter que ha participado en el proyecto, «se eliminaron o alteraron intencionadamente, diez de ellos para formar cuatro secuencias que actúan como marcas de agua para diferenciar el genoma sintético del natural, y que reemplazan a genes que sabíamos que no eran esenciales para la viabilidad». La célula resultante no es, en realidad, totalmente sintética, sino que lo que es artificial es su cromosoma. Los investigadores sustituyeron el ADN de la bacteria Mycoplasma capricolum por otro sintético con la secuencia del de la especie Mycoplasma mycoides.
Los científicos, sin embargo, no lograron crear un organismo nuevo completo, ya que necesitaron para su trabajo al menos el genoma original de una bacteria y de la envoltura, el citoplasma, de una segunda. En primer lugar, los investigadores sintetizaron el genoma de la bacteria Mycoplasma mycoides en varias etapas.
Hasta ahora sólo es posible formar moléculas de genoma relativamente cortas. Por este motivo, los especialistas introdujeron los fragmentos cortos en células de levaduras, cuyas enzimas se encargaron de unirlas. Las moléculas más grandes de ADN fueron introducidas en bacterias Escherichia coli y de nuevo en levaduras. De esta manera, se obtenían fragmentos más grandes aún.
Este procedimiento se repitió varias veces, hasta obtener el genoma completo formado por más de un millón de pares de bases. La estructura artificial fue introducido luego en la bacteria Mycoplasma capricolum.
Implicaciones éticas
De lo que se trata ahora es de perfeccionar y general el procedimiento, ya que ahora es muy caro, lo que permitirá en el futuro reproducir el método en otros microorganismos capaces de resolver tareas específicas. «Nos gustaría -apunta Daniel Gibson- utilizar la información de secuenciación disponible y crear células que puedan producir energía, productos farmacéuticos, compuestos industriales o que permitan secuestrar el dióxido de carbono».
Este paso hacia la creación de la vida artificial conlleva también importantes implicaciones éticas que admite el propio Craig Venter. «Pero creemos -admite- que tiene un gran potencial para la sociedad si se utiliza con prudencia». Para sus críticos, Venter juega a ser Dios.
A la búsqueda del Grial del genoma mínimo
El último objetivo del trabajo de Craig Venter, como el de otros equipos adscritos a la nueva área de biología sintética, es el de averiguar cuál es el número mínimo de genes indispensables para la vida. O lo que es lo mismo, para la producción de energía, supervivencia y reproducción.
Es lo que se conoce como genoma mínimo, el molde a partir del cual se podrá diseñar de forma más sencilla microorganismos a la carta.
Solo habría que cambiar las características de los genes para lograr el objetivo deseado. «Ya hemos empezado a trabajar con el objetivo final de sintetizar una célula mínima, con solo la maquinaria necesaria para llevar una vida independiente», apunta Daniel Gibson.
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