NUESTRO PROCESO DE CRECIMIENTO, CAMBIO Y EVOLUCIÓN
PASA POR APRENDER A MIRAR Y ACEPTAR LA REALIDAD TAL COMO ES, MARAVILLÁNDONOS
CONSCIENTEMENTE DE TODO LO QUE NOS OFRECE, RECUPERANDO ASÍ EL CONTACTO CON EL
NIÑO QUE FUIMOS.
ESTO ES LO QUE HAN VENIDO REPITIENDO TODOS LOS
MÍSTICOS DE LA HUMANIDAD.
ES PARTE DEL PROCESO PSICOLÓGICO. Por eso es tan necesario
emprender la búsqueda de la verdad. Cada uno de la suya. De hecho, los expertos
en el campo de la psicología de la personalidad afirman que la creación de
nuestra identidad atraviesa tres fases.
LA PRIMERA SE CONOCE COMO EL ESTADO
DE INOCENCIA, que se
produce desde que nacemos hasta los siete, ocho, nueve o diez años. Todo
depende de lo avispado que sea cada niño. Cuando nacen, los bebés son como una
hoja en blanco: limpios, puros y sin limitaciones ni prejuicios de ningún tipo.
Al ver el mundo por primera vez, se asombran por todas las cosas que en él
suceden. Ese es el tesoro de la inocencia. Tan solo hay que ver la cara que
ponemos los adultos cuando miramos cómo juega un niño a nuestro alrededor.
Solemos sonreír, disipando por unos momentos la nube gris que normalmente
distorsiona nuestra manera de ver y de interpretar la realidad. Sobre todo,
porque es justamente ese asombro el que echamos de menos.
Los niños nos recuerdan nuestra capacidad de ser
felices en cualquier momento.
Nos enseñan que el secreto se encuentra en nuestra
actitud, la cual escogemos en cada instante.
Ellos no piensan ni tienen metas que conseguir. ¡Simplemente
juegan! De hecho, nuestro proceso de crecimiento, cambio y evolución pasa por
aprender a mirar y aceptar la realidad tal como es, maravillándonos
conscientemente de todo lo que nos ofrece, recuperando así el contacto con el
niño que fuimos. Esto es lo que han venido repitiendo todos los místicos de la
humanidad.
Durante nuestra infancia nos lo creemos todo. No
importa quién nos lo diga y da igual qué nos digan. Nos lo creemos porque somos
niños inocentes: no tenemos ninguna referencia con la que comparar o cuestionar
la información que nos llega del exterior.
Somos esponjas que lo absorbemos todo, sin
preguntarnos si eso que absorbemos es realmente lo que nos conviene absorber.
De hecho, hay quien afirma que el crimen más grande
contra la humanidad es contaminar la mente de un niño inocente con falsas
creencias que limiten y obstaculicen su propio descubrimiento de la vida.
Y ES QUE UNA COSA ES EL
CONDICIONAMIENTO O Y OTRA BIEN DISTINTA, LA EDUCACIÓN.
MIENTRAS EL CONDICIONAMIENTO NOS
ESCLAVIZA, LA AUTÉNTICA EDUCACIÓN TIENE COMO FINALIDAD LIBERARNOS.
ETIMOLÓGICAMENTE, UNO DE LOS SIGNIFICADOS DE LA
PALABRA LATINA EDUCARE ES “CONDUCIR DE LA OSCURIDAD A LA LUZ”, ES DECIR,
“EXTRAER ALGO QUE ESTÁ EN NUESTRO INTERIOR, DESARROLLANDO ASÍ NUESTRO POTENCIAL
HUMANO”.
Así, la función de los padres no consiste en proyectar
su manera de ver el mundo sobre sus hijos, sino en ayudarles para que ellos
mismos descubran su propia forma de mirarlo, comprenderlo y disfrutarlo. Si lo
pensáis detenidamente,
LO CIERTO ES QUE LA SEMILLA QUE TRAE
CONSIGO CADA NIÑO AL NACER QUEDA SEPULTADA BAJO UNA GRUESA CAPA DE CREENCIAS
IMPUESTAS POR LA SOCIEDAD.
A PARTIR DE AQUÍ SE PRODUCE LA
SEGUNDA ETAPA EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA PERSONALIDAD: la ignorancia, que comienza durante
la pubertad, una vez ya se ha conformado nuestro sistema de creencias. Al
empezar a vivir en base a la programación con la que fuimos condicionados, nos
sentimos profundamente inseguros y confundidos, lo que ocasiona la crisis de la
adolescencia. Y no solo eso. En la medida en que pensamos y funcionamos a
partir de estas creencias ajenas, el condicionamiento inculcado se va
consolidando en nuestra mente, formando así nuestra personalidad. Al repetirnos
una y otra vez determinados mensajes e ideas escuchados en nuestra infancia
sobre lo que hemos de ser, hacer y tener para ser aceptados como
individuos “normales” por nuestra sociedad, finalmente terminamos
convirtiéndonos en eso que creemos ser.
Y lo cierto es que por más que nos duela reconocerlo,
hay quien se queda anclado en esta fase el resto de su vida.
Para muchos es superior el miedo al cambio que el
malestar, el vacío, la tristeza y la ira que les ocasiona no convertirse en
quienes han venido a ser. «De ahí que haya hombres que cultiven cinco mil rosas
en un mismo jardín… sin encontrar lo que buscan. Y, sin embargo, lo que buscan
podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua.
PERO, COMO SABÉIS, LO OJOS ESTÁN CIEGOS. ES NECESARIO
BUSCAR CON EL CORAZÓN».
LA TERCERA FASE SE DENOMINA SABIDURÍA y comienza el día que nos
comprometernos con mirarnos en el espejo para cuestionar las creencias con las
que de pequeños fuimos condicionados por la sociedad, removiendo pilares muy
profundos de nuestro falso concepto de identidad.
Gracias al autoconocimiento y el desarrollo personal
podemos hacer consciente nuestro sistema de creencias, decidiendo voluntariamente
qué nos gusta, qué nos sirve y qué nos conviene mantener de nuestra forma de
ser, insertando nueva información y desechando la vieja.
Es entonces cuando adquiere una enorme importancia
confirmar la veracidad o falsedad de los dogmas que nos han sido impuestos. Más
que nada porque la mentira es el alimento del ego, que tanto sufrimiento nos
genera, y la verdad es lo que nutre nuestra esencia, que nos permite llenar
nuestra mente y nuestro corazón de felicidad, paz y amor.
ASÍ, EL VIAJE QUE PROPONE EL CRECIMIENTO
PERSONAL O AUTO-CONOCIMIENTO ES DESPERTAR NUESTRA CONCIENCIA DORMIDA,
DETECTANDO CÓMO FUNCIONA NUESTRO SER INTERIOR Y RECUPERAR EL CONTACTO CON
NUESTRA ESENCIA, DESDE DONDE PODEMOS DISFRUTAR PLENAMENTE DE LA VIDA.
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