EN EL MOMENTO ACTUAL, EN EL QUE CADA DÍA AUMENTA MÁS EL NÚMERO DE SERES HUMANOS QUE CARECEN DE LO BÁSICO PARA VIVIR, NO TIENEN COMIDA, AGUA, MEDICINAS, SANIDAD, EDUCACIÓN, SERÍA UN BUEN MOMENTO PLANTEARSE OTRA FORMA DE ACTUAR AL RESPECTO.
DEBEMOS DE ACOSTUMBRARNOS A FUNCIONAR SOLO DESDE EL CORAZÓN, ALGO QUE PUEDE TRADUCIRSE COMO ACTUAR RENUNCIANDO A LA RECOMPENSA PERMANENTEMENTE DE LOS FRUTOS DE LA ACCIÓN.
Significa hacer sin hacer, significa ofrecer y entregar a alguien, sin que esa persona tenga algún día devolverlo, significa hacer algo por otros sin espíritu de recompensa, significa apoyar lo que precisa de apoyo, sin calcular las ventajas personales que vamos a obtener con ello.
¿Quién dijo que el amor no era otra cosa que un baile de hormonas?, ¿acaso creemos todavía en un racionalismo biológico que trata de medir el amor en el laboratorio?, ¿o es que con estas afirmaciones, lo que estamos es utilizando la herramienta limitada de la mente racional para algo que a esta trasciende?
Ya no basta sentir el amor como una relación basada en la supervivencia. Ni siquiera justificar al amor como un fenómeno de la pulsión reproductora de la vida, reduciéndolo a ese sucedáneo llamado enamoramiento y a sus proyecciones derivadas por sublimes y efímeras que estas sean. En realidad ni siquiera el amor que se intuye desde el insondable corazón humano llega a ser un sentimiento, recordemos que los sentimientos, por hondos y próximos que se encuentren de nuestra sensación de identidad, no dejan también de ser cambiantes.
Y EL AMOR “ESENCIAL” NO CAMBIA, SIMPLEMENTE ES.
Tras descartar reflejos y sucedáneos, ¿qué ámbito queda para el amor?, en realidad el amor con todas sus letras brota y se manifiesta desde el ámbito del espíritu, y si de alguna forma disfrutamos de la evolución suficiente como para haber degustado una vivencia de totalidad, sabremos con íntima certeza que el espíritu en el ser humano es una realidad Transpersonal que trasciende los limitados sentidos, sabremos sin necesidad de información que lo justifique, que somos amor en esencia.
Ante este planteamiento del amor de apariencia idealista, tal vez más de uno se pregunte, ¿en qué se manifiesta ese amor esencial o “espiritual” en la vida cotidiana de cualquier mortal?
A lo que merecerá la pena señalar que ese amor, donde primero se percibe es en la compasión, compasión a veces mal entendida, tan mal entendida que al ser vivida parece colocarnos en una situación de superioridad frente al “pobrecito” que padece. EN REALIDAD LA COMPASIÓN ES EMPATÍA PROFUNDA CON EL SENTIMIENTO DE DOLOR DEL OTRO, SIN QUE ELLO NOS INUNDE Y NOS ARRASTRE. En realidad, la empatía con el sentimiento de dolor en el otro conlleva el genuino y activo deseo de que éste se alivie, el anhelo de bien que motoriza a la acción inteligente y oportuna, el movimiento que impulsa a proteger, cuidar y dotar al ser que atraviesa el padecimiento, por sutil que éste sea.
El amor también se manifiesta cuando ofrecemos nuestra energía allí donde entendamos que ésta se precisa para mejorar las condiciones existentes. El amor se manifiesta eligiendo pensar desde la nobleza, el respeto y la suspensión del juicio. El amor se manifiesta cuando nos alegramos genuinamente de un éxito ajeno, y sigue manifestándose cuando honramos valores y principios que determinan la opción más libre y generosa del ser humano, y para culminar, brota cuando sentimos amor universal irradiando hacia todo lo existente, sin necesidad de que las cualidades del “objeto amado” nos estimulen a admirar o ensalzar, es decir amor universal en su mirada.
El Mahabarata, libro de filosofía hinduista, escrito hace más de 5.000 años, señala cuatro niveles en la evolución de los seres.
PRIMERO LOS QUE BUSCAN RECIBIR, SEGUNDO LOS QUE BUSCAN DAR Y RECIBIR, TERCERO LOS QUE VIVEN PARA DAR, PERO GOZAN AL DAR, Y CUARTO LOS QUE IRRADIAN SU AUTENTICIDAD Y LUCIDEZ TAL Y COMO LO HACE EL SOL, ALLÍ DONDE LLEGUEN SUS RAYOS DE FORMA UNIVERSAL Y ANÓNIMA.
MEDITA O PIENSA EN SILENCIO UN MOMENTO Y PREGÚNTATE ¿EN CUÁL DE ELLOS SIENTES QUE TE ENCUENTRAS?
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