Es fácil poder definir el inicio de algo, pero que difícil nos resulta definir el momento en que comienza el fin. Quizás la clave no esté en ver el principio o el fin, sino en ser conscientes de la transición. El paso de una emoción a otra o de un hecho a otro forma parte de nuestra evolución.
Lo cierto es que las emociones se transforman, se desarrollan, experimentamos una continuidad, y sin embargo… pasamos del amor al odio y a la indiferencia y viceversa. Saltamos del placer al disgusto, del miedo a la curiosidad, del deseo al asco. De esta manera surge la duda de si acabamos una para empezar otra.
¿HASTA QUÉ PUNTO LA NUEVA EMOCIÓN ES UNA TRASFORMACIÓN DE LA ANTERIOR?
¿Desaparecen las emociones o se transforman?
No podemos dejar de sentir porque desaparezca una persona, o dejar de ver porque ya no esté frente a nosotros. Los recuerdos se graban en nuestra memoria y en el momento más inesperado se presentan de nuevo ante nosotros. Se cruzan las miradas, suena una canción, vemos una imagen o dejamos volar nuestra imaginación cuando soñamos. Es así cuando vuelven a aparecer, no mueren y se mantienen en nuestro cerebro o nuestro corazón.
LOS RECUERDOS NO NOS ABANDONAN Y SIGUEN A NUESTRO LADO PERO DE UNA FORMA DISTINTA. TRANSFORMADOS PERO SIN DEJAR DE ESTAR, SIN DEJAR DE SER, TENIENDO UN PRINCIPIO PERO SIN ENCONTRAR SU FIN.
El mejor inicio es saber hacerse un hueco en el alma de quienes son importantes en nuestras vidas, para no perecer allí, para saber cómo renacer y saber por qué un día llegamos a existir y a estar allí.
PORQUE SOLO MORIMOS CUANDO CAEMOS EN EL OLVIDO, SOLO LLEGARÁ EL FIN CUANDO NADIE PUEDA RECORDARNOS.
¿Qué hacer entonces con esos recuerdos que nos acompañan y nos gustaría olvidar?
La clave estaría en no encerrar los recuerdos. Si entendemos que lo difícil es darles un final, no intentaremos borrarlos, sino transformarlos, darles una nueva identidad. Así es como ellos mismos buscarán su hueco y aparecerán de otra forma, no olvidados pero sí trasformados.
Los intentos de reprimirles son muchas veces el pegamento que los fija en nuestra memoria y los vuelve recurrentes.
CUANDO LOGRAMOS INTEGRAR LOS RECUERDOS Y NO EJERCER FUERZA SOBRE ELLOS, FLUYEN Y BUSCAN SU CAMINO MÁS CORRECTO, SU NUEVA FUNCIÓN DENTRO DE NOSOTROS. SERÁ ALLÍ DONDE SE INSTALEN Y A DONDE SABREMOS DEVOLVERLOS SI ALGUNA VEZ SE CUELAN EN NUESTRA CONCIENCIA DE FORMA INOPORTUNA.
Somos cada uno de nuestros hechos, somos cada una de nuestras emociones, somos cada uno de nuestros recuerdos y nuestras experiencias. Forman parte de cada uno, nos construyen y nos hacen ser como somos. Tuvimos un principio cuando aparecimos en la mente y en el deseo de alguien pero no tenemos un final, sino un empuje y un crecimiento a la identidad de cada uno.
DEFINAMOS NUESTRO PRINCIPIO Y TRABAJEMOS PARA QUE NO ENCONTREMOS EL FIN. NO NOS ESTANQUEMOS EN UN CÍRCULO QUE NO NOS DEJARA AVANZAR, PORQUE LA ETERNIDAD ES ALGO QUE SOBREPASA TODO LO MATERIAL.
NO EMPEZAMOS CUANDO NACEMOS, NO TENEMOS UN FIN CUANDO MORIMOS. SIEMPRE QUE QUEDE ALGUIEN QUE NOS PIENSE O NOS DESEE, QUE NOS RECUERDE O QUE NOS QUIERA SEGUIREMOS EXISTIENDO.
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