HOY EN DÍA CUANDO ESCUCHAMOS A ALGUIEN DECIR QUE ALGO LE DA PEREZA NOS ECHAMOS LAS MANOS A LA CABEZA. UNA PERSONA PEREZOSA NO ES MERECEDORA DE APROBACIÓN POR EL SISTEMA SOCIAL, YA QUE ES VISTA COMO ALGUIEN HOLGAZÁN QUE NO ES CAPAZ DE CUMPLIR SUS OBLIGACIONES.
Ciertamente, todos los humanos sentimos pereza en mayor o menor grado. Como todas nuestras emociones, la pereza también tiene una función: hacer de freno para nuestro gasto de energía, de forma que siempre contemos con una reserva de energía en caso de necesidad.
La sociedad nos ha inculcado la idea de que ser perezosos, vagos o remolones nos convierte, en seres inferiores que se merecen las críticas y las miradas despectivas del resto del grupo social. Llegando a sentirnos culpables por el hecho de flojear de vez en cuando, algo normal a lo largo de la vida y que no es tan malo como se nos pretende hacer ver.
USAMOS LA PEREZA PARA JUSTIFICAR NUESTROS MIEDOS
Muchas veces creemos sentirnos perezosos y dejamos de realizar ciertas actividades que nosotros mismos habíamos decidido emprender. Nos justificamos diciéndonos a nosotros mismos que lo haremos en otro momento en el que nos encontremos con más ganas o energía. Sin embargo, finalmente nos damos cuenta de que esto no va a ocurrir.
LA FRASE TAN COLOQUIAL DE: “ES QUE NO ENCUENTRO EL MOMENTO PARA HACER TAL O CUAL COSA”, NO NOS ENGAÑEMOS NO ES CUESTIÓN DE PEREZA O CANSANCIO, ES SIMPLEMENTE MIEDO.
No debemos olvidar que el miedo es muy hábil y se esconde bajo mil caras y una de sus máscaras favoritas, cuando tenemos temor a realizar algo, es la pereza. En este sentido, la pereza actúa como una herramienta de huida de la realidad.
“Si nos percatamos de que esto nos ocurre con cierta frecuencia, hay que quitarle el disfraz a esos miedos y tomar decisiones al margen de que nos apetezca más o menos”
Y es que la pereza llama a la pereza. Es decir, cuanto más caso le hacemos a ese estado de indolencia, más desganados nos sentiremos y menos fuerza de voluntad tendremos para salir de la inactividad. Esto repercutirá negativamente en nuestros miedos, que crecerán con más fuerza, amparados por el razonamiento de “lo haré mañana” o “cuando tenga ganas y motivación”.
Por esta razón es importante identificar si de verdad nos apetece parar un poco, quitarnos exigencias y obligaciones autoimpuestas y retomar nuestro equilibrio interior o es que tenemos miedo de emprender cosas que sabemos que son importantes para nosotros.
“EL MIEDO ALIMENTADO, CRECE Y SE GENERALIZA: TRAE MÁS MIEDOS, QUE TERMINAN ATRAPÁNDONOS Y PARALIZÁNDONOS CASI EN NUESTRA TOTALIDAD”.
Erradicar la pereza no quiere decir que nos pasemos al extremo opuesto y empecemos a llenar nuestra agenda de obligaciones innecesarias. Es más, cargar con tantas obligaciones puede incrementar de tal modo la fuerza de la pereza que termine venciéndonos cuando menos nos gustaría.
“Está bien, y es totalmente lícito, de vez en cuando no ser tan extremistas y hacer un hueco para nuestro disfrute personal, al margen de lo que debemos o no debemos hacer”.
El mejor antídoto para la pereza es el ocio, con el ocio, la persona realiza aquellas actividades que le agradan de forma profunda, aquello que más innatamente lleva en su interior.
La pereza, siembra la semilla de la dejadez, el cansancio sostenido e incluso la depresión ya que no produce más retroalimentación que el sentimiento de culpa.
Por ello, lo más conveniente es mantenernos siempre en el punto medio, donde está la virtud: no dejarnos llevar por las obligaciones personales dejando que ocupen todo nuestro tiempo ni tampoco abandonar nuestro yo a la desidia.
LO SENSATO ES CAMINAR HACIA ESE LUGAR EN EL QUE NOS ENCONTREMOS ACTIVOS, A GUSTO CON NOSOTROS MISMOS, DONDE NOS SENTIMOS ÚTILES Y TENEMOS OBJETIVOS BIEN DEFINIDOS Y ADEMÁS, TENER NUESTRO TIEMPO PARA INVERTIRLO EN NOSOTROS MISMOS, EN LA FAMILIA, LOS AMIGOS, QUE ES LO QUE NOS LLEVARA A TENER UNA VIDA FELIZ.
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