viernes, 4 de enero de 2013

reflexiones para empezar el año

REFLEXIONES
 
¿CREE ALGUIEN TODAVÍA QUE SU ACTUAL ESTADO FÍSICO, EMOCIONAL O MENTAL VA A DURAR?
 
¿CREEMOS QUE LO QUE EN ESTE INSTANTE SENTIMOS VA A PERMANECER?
 
SABEMOS QUE EL UNIVERSO DEL QUE FORMAMOS PARTE ESTÁ EN PERMANENTE MOVIMIENTO Y EXPANSIÓN, Y CON ÉL TODOS SUS CUERPOS Y CRIATURAS.
 
Y si algo parece claro en la realidad que experimenta el actual ser humano es la impermanencia de los fenómenos. Un principio que declara que toda partícula en el Universo y, por consiguiente, toda percepción de la misma está sometida al cambio constante.
 
Desde esta perspectiva, ¿sirve de algo el hecho de aferrarse a cualquier estado mental o emocional? ¿puede uno tomar como definitiva cualquier “forma” que adopte la satisfacción o la frustración?
 
Y si algo tiene que tener claro la persona que sufre es que su estado emocional pasará. Pasará hacia otros ciclos y estados… a otras ondas y espirales.
 
SÓLO EL CAMBIO PERDURA. HERÁCLITO
 
Y de la misma forma, cuando un sujeto experimenta euforia conviene que sea consciente de la inmediatez e infinitud de ese efímero momento presente en el que está sucediendo lo que parece producir dicha emoción. Aspecto que, por otra parte, no debe mermar ni un ápice, la intensidad y calidad de la misma.
 
¿Cómo alcanzar la ecuanimidad y el equilibrio suficiente como para surcar por las inestables aguas de la vida?
 
¿Cómo mantener la estabilidad de un yo que enfrenta la constante transformación?
 
Una de las claves más sabias para mantener la ecuanimidad, señala a la propia identificación con nuestra consciencia Testigo. Se trata de un punto inmóvil desde el que se puede “observar” a nuestra mente en sus múltiples cambios. La conciencia Testigo o “darse cuenta” es una capacidad que se despierta con el crecimiento evolutivo del ser humano y cuya función, entre otras, consiste en crear una distancia con el objeto observado.
 
RECUERDA: NO ERES LA CHARLA QUE OYES EN TU CABEZA. ERES EL TESTIGO QUE OYE ESA CHARLA. BILL HARVEY
 
Para entender mejor el funcionamiento de nuestro nivel de consciencia-testigo conviene asociar dicha función con la figura del espectador de uno mismo. Y dado que “el espectador no es el espectáculo”, sucede que cuando la Identidad-Testigo observa la noria de los propios estados mentales, se produce la separación suficiente como para devenir capaces de contemplar, sin por ello convertirnos o identificarnos en lo que vemos.
 
Se trata de hacer conscientes nuestros estados emocionales desde el Sujeto o Yo Primordial que, de manera permanente, contempla lo observado.
 
PARA CONOCER SU MENTE DEBERÁ SITUARSE MÁS ALLÁ DE SU PROPIA MENTE. NISARAGDATTA
 
La figura del Péndulo puede muy bien reflejar la realidad del mencionado Testigo y los estados mentales. Veamos: En un péndulo se pueden diferenciar dos niveles. Por una parte, existe el punto desde el que el péndulo arranca; un vértice elevado e inmóvil que, como ecuánime testigo, simplemente observa inafectado. Por otra parte, el área inferior, propiamente pendular que oscila en ida y vuelta, y que, en este caso, representa los estados mentales en cambio constante.
 
Mientras que la parte alta del citado péndulo representa la neutralidad imperturbable del sujeto Primordial, es decir la Identidad Esencial que somos y desde la que anhelamos ser y vivir, la parte baja por el contrario, representa las percepciones del mundo que configuran nuestra propia realidad emocional y mental que no cesan de evolucionar y transformarse
 
En realidad, no conviene colocar el punto de referencia en lo que siempre está oscilando y cambiando.
 
EL SER NO SE IDENTIFICA CON EL FRACASO NI EL ÉXITO. APRENDA DE AMBOS Y VAYA MÁS ALLÁ. NISARGADATTA
 
Para lograr estabilidad emocional conviene centrarse en el sólido anclaje de lo que permanece inalterable y que, permanentemente, activa un “darse cuenta”. Es decir, el Observador.
 
La mencionada acción del “darse cuenta”, o bien dicho de otra forma, “devenir consciente” es algo que nada tiene que ver con el hecho de “pensar”, sino más bien con el hecho de “contemplar”.
 
Y realmente, a poco que uno investigue comprobará que el mencionado hecho de contemplar es diferente del pensar. Contemplar es una experiencia de atestiguación que por su propia naturaleza no opina ni interviene, ni prefiere, ni juzga. Se trata simplemente de una experiencia de neutra observación. Cuando somos conscientes de lo que está haciendo la mente pensante, es decir, cuando nos damos cuenta de que ella compara, opina, prefiere, procesa, asocia etc, no estamos “siendo” la mente, sino los observadores de la mente.
 
EL CAMINO DE LA LIBERTAD CONSISTE EN DESVIAR EL ÉNFASIS DE LA PERSONA SUPERFICIAL Y VARIABLE, AL TESTIGO INTERIOR Y SIEMPRE PRESENTE. NISARGADATTA
 
De hecho, la Meditación es una práctica de atención mediante la que se desarrolla el centro observador desde el que instalarse en la travesía del vivir. Cuando uno se ha ejercitado en dicha práctica, logra desapegarse del espectáculo que su mente recrea y esa “distancia” le permite mantener el sosiego sin perder calidad, ni intensidad en las lágrimas y las risas que su psicocuerpo tengan a bien hacer brotar.
 
La templanza emocional y la no reactividad ante los estímulos externos brotan de una mente suficientemente observada que moviliza propuestas desde dentro hacia fuera y no al revés. ¿Qué logró el Rey del cuento al enfrentar los altibajos del Reino y hacerse consciente de que
 
“ESTO TAMBIEN PASARÁ”? LA VERDADERA FELICIDAD NO PUEDE ENCONTRARSE EN LAS COSAS QUE CAMBIAN Y PASAN. EL PLACER Y EL DOLOR SE ALTERNAN INEXORABLEMENTE. NISARGADATTA
 
Con este recordatorio sostenido, se supone que El Rey logrará “observar” sus estados emocionales y con ellos constatar la impermanencia de los mismos. Sólo las mentes infantiles o inmaduras al percibir el mundo físico, creen en el “siempre” y en el “nunca”, en el “todo” y en el “nada”. Cuatro extremos que pierden su credibilidad conforme la consciencia de expande y ejerce el oficio de atestiguar el flujo y el reflujo de los ciclos del vivir en sus sucesivas espirales de experiencia relativa.
 
El Rey del relato al constatar de manera permanente que “esto también pasará”, amortigua la desgracia que su mente experimenta para convertirse en el Observador de dicha desgracia transitoria. De la misma forma, el Rey deja de identificarse con la euforia, cuando ya es capaz de “observar” dicha euforia y la transitoriedad de la misma. A partir de la asimilación de la Ley de la Impermanencia, el Rey ya no “es” lo que cambia, es decir, la tristeza o la alegría, sino el Observador inmutable de lo que cambia en su mente. Su identidad esencial se ha trasladado a lo que permanece, sin por ello anestesiar o impedir la intensidad de las emociones superficiales en constante transformación.
 
EL MUNDO ES ABSOLUTAMENTE PERFECTO, INCLUIDA NUESTRA INSATISFACCIÓN Y NUESTROS INTENTOS POR CAMBIARLO. TRADICIÓN HIMALÁYICA
 
Extraído del libro “RELATOS ETERNOS”
 
Autor: JOSÉ MARÍA DORIA

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