"NADA EN ESTE MUNDO, FUNCIONA DE LA MANERA QUE PIENSAS QUE LO HACE."
domingo, 27 de octubre de 2024
TODAS LAS TORMENTAS PASAN
EL SER HUMANO ES UN “SER”
CON COMPORTAMIENTOS MUY CURIOSOS, POR EJEMPLO: TODOS ESPERAMOS QUE DEJE DE
LLOVER, AUNQUE NOS GUSTE LA LLUVIA Y AUNQUE ESTEMOS DESEANDO OLER A TIERRA
MOJADA.
Además, lo que es un placer
para algunos se convierte en una incomodidad para la mayoría, esa que sigue los
dictados y aceleramientos de la vida normal perdiéndose cuando llueve el sonido
de las gotas sobre el asfalto o el discurrir de los regueros de agua entre la
hierba.
Nos ocurre igualmente en
estos momentos llenos de cambios e incertidumbres. Sólo vemos maldades donde
seguro que también hay buenas voluntades que no se ajustan al deseo de todos
aquellos que lo ven desde el otro lado de la barrera.
La vida nos da sorpresas y
tan inesperadas y rotundas que la llegada del caos es imposible de detener y
tendremos que enfrentarnos a él nos guste o no.
A veces, esas sorpresas las
vivimos como desgracias que solamente nos afectan en nuestro pequeño mundo;
otras, afectan al mundo entero y el dolor y la rabia pasa de ser invisible a
ser colectivo.
Ahora estamos en un momento
donde sabemos que la mayoría sufre, a su manera, en su medida y con las
condiciones buenas o malas que cada cual tiene. Pero no nos damos cuenta de que
hay mucha gente que sufre siempre, que su vida es un puro sufrimiento.
Muchos seres humanos que
están inmersos en guerras aisladas y alejadas a nuestros ojos; gente que vive
infiernos dentro de sus paredes en todos los niveles; seres humanos que
atraviesan calvarios en soledad y en silencio.
La tormenta deja el ambiente
fresco, nos acerca a lo oscuro, al ruido, al relámpago. Nos aterra por
segundos, nos instala en el poder de la naturaleza, por un breve tiempo, nos
deja con la sensación de esperar la calma. Cuando ésta llega, nos sentimos
geniales y esto significa, que de nuevo nos hacemos con el control de lo que
llamamos “normal”.
El agua que se filtra como
consecuencia de esa tormenta, que parece tan inocente, va horadando hasta el
acero. Con el tiempo, esa pequeña gota abre un camino inexorable. Un hueco
profundo, estrecho, oscuro e inescrutable.
No temamos los grandes
cambios. Posiblemente, sean los cambios más pequeños los que pueden traernos repercusiones
insospechadas.
Posiblemente, lo peor es
creernos jueces que condenan, sea lo que sea y como sea, por el hecho de ver solo
la tormenta y no considerar las consecuencias que siempre deja a su paso.
DEMOS EL VALOR QUE TIENE A CADA
MOMENTO. ESTIMEMOS EL CAOS EN SU MEDIDA BIEN SEA GRANDE O PEQUEÑA. VALOREMOS
POR ENCIMA DE LAS SITUACIONES Y SEAMOS CAPACES DE EXTRAER LAS ENSEÑANZAS QUE
NOS TRAEN.
CREEMOS ESPACIOS, DEJEMOS
QUE LAS IDEAS FLUYAN …Y ENTONCES, VEREMOS QUÉ PASA.
Hay personas tan empáticas y
solidarias que se olvidan de atender sus propias necesidades emocionales para
resolver compulsivamente los problemas de los demás.
Hay personas que se pasan la
vida pensando más en los demás que en sí mismos. Personas extremadamente
empáticas y solidarias, cuya vocación consiste en ayudar a otros. De hecho,
muchos profesionalizan esta pulsión innata con la que nacieron, convirtiéndose
en médicos, enfermeros, psicólogos, asistentes sociales o voluntarios al
servicio de alguna causa humanitaria. En muchos casos, incluso dedican sus
vacaciones a enrolarse en alguna ONG, atendiendo a los más pobres y
desfavorecidos.
En su ámbito familiar y
social, por ejemplo, suelen convertirse en la persona de referencia a la que el
resto de amigos acuden cuando padecen algún contratiempo, problema o penuria.
Son los primeros en ir al hospital cuando alguien que conocen acaba de ser
operado, sufre una enfermedad o ha tenido un accidente. O en echar una mano
cuando alguien se cambia de piso y necesita ayuda con la mudanza.
Todos ellos suelen tener
como referentes a la Madre Teresa de Calcuta o a Vicente Ferrer. Inspirados por
su ejemplo, consideran que lo más importante en la vida es ser “buenas
personas”. De ahí que por encima de todo se comprometan con la generosidad, el
altruismo y el servicio a los demás. Sin embargo, este comportamiento
aparentemente impecable puede albergar un lado oscuro. Tarde o temprano llega
un punto en que su compulsión por ayudar les termina pasando factura.
FALTA DE AUTOESTIMA
“No hay amor suficiente para
llenar el vacío de una persona que no se ama a sí misma.”
(Irene Orce)
Cuenta una historia que un
joven fue a visitar su anciano profesor. Y entre lágrimas, le confesó: “He venido
a verte porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas ni para levantarme
por las mañanas. Todo el mundo dice que no sirvo para nada. ¿Qué puedo hacer
para que me valoren más?” El profesor, sin mirarlo a la cara, le respondió: “Lo
siento, chaval, pero ahora no puedo atenderte. Primero debo resolver un
problema que llevo días posponiendo. Si tú me ayudas, tal vez luego yo pueda
ayudarte a ti”.
El joven, cabizbajo, asintió
con la cabeza. “Por supuesto, profesor, dime qué puedo hacer por ti”. El anciano
se sacó un anillo que llevaba puesto y se lo entregó al joven. “Estoy en deuda
con una persona y no tengo suficiente dinero para pagarle”, le explicó. “Ahora
ves al mercado y véndelo. Eso sí, no lo entregues por menos de una moneda de
oro”.
Una vez en la plaza mayor,
el chaval empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Pero al pedir una moneda
de oro por él, algunos se reían y otros se alejaban sin mirarlo. Derrotado, el
chaval regresó a casa del anciano. Y nada más verlo, compartió con él su frustración:
“Lo siento, pero es imposible conseguir lo que me has pedido. Como mucho me
daban dos monedas de bronce.” El profesor, sonriente, le contestó: “No te
preocupes. Me acabas de dar una idea. Antes de ponerle un nuevo precio, primero
necesitamos saber el valor real del anillo. Anda, ves al joyero y pregúntale
cuánto cuesta. Y no importa cuánto te ofrezca. No lo vendas. Vuelve de nuevo
con el anillo.”
Tras un par de minutos
examinando el anillo, el joyero le dijo que era “una pieza única” y que se lo
compraba por “50 monedas de oro”. El joven corrió emocionado a casa del anciano
y compartió con él lo que el joyero le había dicho. “Estupendo, ahora siéntate
un momento y escucha con atención”, le pidió el profesor. Y mirándole a los
ojos, añadió: “Tú eres como este anillo, una joya preciosa que solo puede ser
valorada por un especialista. ¿Pensabas que cualquiera podía descubrir su
verdadero valor?” Y mientras el anciano volvía a colocarse el anillo, concluyó:
“Todos somos como esta joya: valiosos y únicos. Y andamos por los mercados de
la vida pretendiendo que personas inexpertas nos digan cual es nuestro
auténtico valor”.
GENEROSIDAD EGOCÉNTRICA
“Si das para recibir es
cuestión de tiempo que acabes echando en cara lo que has dado por no recibir lo
que esperabas.”
(Erich Fromm)
Dentro de este ‘club de
buenas personas’ hay quienes dan desde la abundancia y quienes, por el
contrario, dan desde la escasez. Es decir, quienes dan por el placer de dar y
quienes, por el contrario, lo hacen con la esperanza de recibir. Centrémonos en
estos últimos, indagando acerca de lo que mueve realmente sus acciones. Muchos
de estos ayudadores se fuerzan a hacer el bien, siguiendo los dictados de una
vocecilla que les recuerda que ocuparse de sí mismos, de sus propias necesidades,
es “un acto egoísta”. No en vano, están convencidos de que para ser felices la
gente les ha de querer. Y de que para que la gente les quiera y piense bien de
ellos han de ser buenas personas.
Movidos por este tipo de
creencias, suelen ofrecer compulsivamente su ayuda, atrayendo a su vida a
personas necesitadas e incapaces de valerse por sí mismas. Al posicionarse como
‘salvadores’, consideran que los demás no podrían sobrevivir ni prosperar sin
su ayuda. De ahí que tiendan a interferir en los asuntos de sus conocidos,
ofreciéndoles consejos aun cuando nadie les haya preguntado. Sin ser
conscientes de ello, pecan de soberbia, posicionándose por encima de quienes
ayudan, creyendo que saben mejor que ellos lo que necesitan. Paradójicamente,
su orgullo les impide reconocer sus propias necesidades y pedir auxilio cuando
lo requieren.
Detrás de su personalidad
agradadora, bondadosa y servicial se esconde una dolorosa herida: la falta de
amor hacia sí mismos, el cual buscan desesperadamente entre quienes ayudan,
volviéndose individuos muy dependientes emocionalmente. Esta es la razón por la
que con el tiempo aflora su oscuridad en forma de reproches, sintiéndose
dolidos y tristes por no recibir afecto y agradecimiento a cambio de los
servicios prestados. En algunos casos extremos terminan estallando
agresivamente, echando en cara todo lo que han hecho por los demás. También
utilizan el chantaje emocional, el victimismo o la manipulación para hacer
sentir culpables a quienes han ayudado, esperando así obtener el amor que creen
que merecen y necesitan para sentirse bien consigo mismos.
SOLEDAD E INTROSPECCIÓN
“Si no te amas tú, ¿quién te
amará? Si no te amas a ti, ¿a quién amarás?”
(Darío Lostado)
El punto de inflexión de
estos ayudadores compulsivos comienza el día que deciden adentrarse en un
terreno tan desconocido como aterrador: la soledad y la introspección, poniendo
su empatía al servicio de sus propias necesidades. Solo así superan su adicción
y dependencia por el amor del prójimo, volviéndose mucho más independientes y
autosuficientes emocionalmente. Solo así logran poner limites a su ayuda
–sabiendo decir “no”–, sin sentirse culpables o egoístas por priorizarse a sí
mismos cuando más lo necesiten.
Antes de volver a ayudar a
alguien, puede ser interesante que se pregunten qué es lo que les mueve a
hacerlo, comprendiendo el patrón inconsciente que se oculta detrás de sus
buenas intenciones. De este modo dejarán de acumular sentimientos negativos
hacia aquellos que no les devuelven los favores prestados. A su vez, también
pueden recordarse que cada persona es capaz de asumir su propio destino,
aprendiendo a resolver sus problemas por sí misma.
En este sentido, es
fundamental que comprendan que nadie hace feliz a nadie, puesto que la
felicidad se encuentra en el interior de cada ser humano. Lo cierto es que este
bienestar interno es el motor del verdadero amor, desde el que las personas dan
lo mejor de sí mismas sin esperar nada a cambio. En vez de comportarse como
buenos samaritanos, su gran aprendizaje consiste en ser personas felices. Es
entonces cuando comprenden que dar es la verdadera recompensa.
EL CONOCIMIENTO DE NOSOTROS
MISMOS NOS DICE QUE “EL SER HUMANO ESTÁ EN UN PROCESO DE EVOLUCIÓN PERMANENTE”.
Por lo tanto, todo aquello
que hagamos por favorecer el desarrollo, estará en coherencia con lo que
constituye nuestra propia naturaleza. Es por ello que el hecho de asumir la
responsabilidad de adquirir conocimiento y desplegar nuestros grandes
potenciales, supone la medicina existencial por excelencia.
PODRÍA DECIRSE QUE EL CRECER
Y DESARROLLARSE DE MANERA INTEGRAL, ES EL REMEDIO MÁS EFICAZ PARA HACER CESAR
EL SUFRIMIENTO.
Sabemos que estando atentos
y observando a nuestra mente, podemos desarticular las pautas de victimismo y
dramatización que subyacen tras una mente que se resiste y sufre. Al respecto
afirma Einstein: “Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel
de consciencia en el que se creó.” ¿Acaso esta idea no es la intuición
que sentimos de que el crecimiento de por sí, conduce a un nivel de libertad y
bienestar?
¿Quién no ha sentido gozo
cuando, de pronto, se ha dado cuenta de que ante un obstáculo que en su vida se
ha venido repitiendo, responde a éste de manera más adecuada que en anteriores
etapas? Sin duda, tal “progreso psico-neurológico” es un logro que merece
celebración. El hecho de dejar atrás el enredo y el desgaste, señala que hemos
crecido, que somos capaces de dejar atrás caminos equivocados y dañinos para emprender
otros más acertados y sanos.
Nos gustaría no sentirnos
víctimas de sentimientos tales como el temor, la anticipación ansiosa o la
reacción automatizada. Sin embargo, no puede negarse que uno de los maestros
más eficaces del crecimiento es el error cometido por nuestras reacciones
automáticas y el doloroso examen posterior que convierte tal error en
experiencia.
Sabemos que el Universo está
en permanente crecimiento. Todos crecemos, nada se estanca. Al parecer, tras
aquel Big Bang no hemos cesado de expandirnos en espirales infinitas, da igual
si creemos ir de ida o de vuelta.
La satisfacción de crecer
adopta muchas formas: el niño anhela ser mayor como lo son sus padres. Le gusta
que se mida su altura y comprobar que ha crecido hasta la “siguiente raya”;
siente satisfacción también al dejar atrás la ropa que le va quedando pequeña.
Más tarde, y siendo un joven, quiere madurar para adquirir experiencia; en
realidad, desea disfrutar de la vida y gestionar con nuevos poderes las
oportunidades que se le brindan.
Por su parte, los seres ya
maduros se recrean observando cómo pueden crear distancia con las cosas que
antes les arrastraban, al tiempo que anhelan la felicidad para los demás,
mientras ellos se recrean en la merecida paz alcanzada.
TODOS QUEREMOS CRECER. EL
DESARROLLO NUNCA ACABA. TRAS DESCUBRIRSE EL PRINCIPIO DE NEUROPLASTICIDAD
CEREBRAL, SABEMOS QUE NUESTRO CEREBRO PUEDE CRECER EN NEURONAS Y
CONEXIONES, HASTA EL MISMO DÍA EN QUE LA VIDA DEL CUERPO ACABA. NADIE QUIERE
VOLVER ATRÁS, AUNQUE CONSIDERE QUE HA PERDIDO OPORTUNIDADES QUE LLEGARON A SU
VIDA.
Aceptamos vivir y vivirnos
desde ese yo que cada uno traemos puesto, quizás porque se confía en que con el
desarrollo todo puede ser posible por más inseguridades y carencias que hoy se
tengan.
Se diría que el río sabe que
cada etapa del camino, cada cascada por la que fluye y avanza, está más cerca
del mar. EL SER HUMANO, A SU VEZ, SABE QUE CADA DÍA ESTÁ MÁS CERCA DE LA LUZ DE
LA CONCIENCIA, y eso, de alguna forma, confirma que en nuestro destino existen
salidas internas que nos permiten superar toda circunstancia adversa.
Sabemos que el tiempo va a
favor del progreso, aunque a veces no lo parezca; y también sabemos que el
ahora del ayer, nunca será mejor que el ahora del mañana.
ACABAMOS POR RECONOCER QUE,
PASADO UN TIEMPO, “LAS CUENTAS SIEMPRE CUADRAN” INTUIMOS QUE LO MEJOR SIEMPRE
ESTÁ POR LLEGAR Y QUE TAL ACTITUD NACE DEL SABER QUE NO VEMOS LAS COSAS COMO
SON, SINO COMO SOMOS.
Si nosotros cambiamos, el
mundo cambiará. Somos un proyecto ilimitado que, al igual que el árbol, cada
año gana un círculo en su tronco y resiste mejor los vientos y las tormentas.
Estemos atentos. Recordemos
de nuevo que mientras podamos crecer, lo mejor de nuestra vida estará siempre
por llegar, sea cual sea nuestra circunstancia. Podremos superar y atravesar
enfermedades y pérdidas, podremos envejecer y asistir al decaimiento de
capacidades… Sin embargo, conforme relativizamos al yo, sucederá que la alegría
de vivir y la paz profunda ocuparán cada vez más espacio en la vida interna.
Alguien dijo: “EL POBRE
DESEA RIQUEZAS, EL RICO ANSÍA EL CIELO Y, EL SABIO, TAN SÓLO UNA MENTE
SOSEGADA”.
Al final, el propósito del
crecimiento es dejar atrás las defensas que construimos frente al amor, un amor
que somos en esencia y que nada ni nadie nos puede dar ni quitar; un amor que
constituye nuestra esencia e identidad profunda que, cuando es descubierta,
ilumina y libera.
La evolución correcta,
supone cultivar la atención sostenida hacia dentro y hacia fuera, una práctica
meditativa en la vida cotidiana desde la que abrir todas las puertas. El
verdadero milagro de la vida se produce al ir tomando conciencia y descubrir
las capas que velan lo que somos en esencia, al tiempo que desplegamos el amor,
la verdad y la belleza.
El desarrollo transpersonal
conlleva un tipo de crecimiento que va más allá de la mente pensante y las
palabras. Es decir, un crecimiento atencional que se despliega mediante el
silencio y la práctica de la atención plena.
SE TRATA DEL DESARROLLO DE
LA AUTO CONSCIENCIA QUE, A SU VEZ, “ENSANCHA EL CONOCIMIENTO INTERNO” LO
SUFICIENTE COMO PARA SOSTENER UNA MIRADA INCLUYENTE Y COMPRENDER MEJOR LO QUE
LE SUCEDE A NUESTRA PERSONA.
LA APUESTA POR EL CRECER EN
EL AUTODESCUBRIMIENTO Y LA COMPRENSIÓN, NO SÓLO ES UN GOCE, SINO TAMBIÉN EL
ANTÍDOTO POR EXCELENCIA A NUESTRAS MISERIAS HUMANAS.
COMO NOS ENSEÑARON LOS
GRANDES MAESTROS: “INVIERTE EN AQUELLO QUE UN NAUFRAGIO NO TE PUEDA ARREBATAR”.
ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A
MIRAR PARA OTRO LADO CUANDO NO NOS GUSTA LO QUE VEMOS. NI LO PROPIO, NI LO
AJENO. ES MÁS CÓMODO, MÁS FÁCIL Y, SOBRE TODO, MENOS COMPROMETIDO.
Enfrentar los retos de
conocernos mejor y de esa forma descubrir nuestros puntos débiles, nos exige mucha
energía y una gran dosis de valor porque nos obliga a asumir riesgos y a
esforzarnos por superarlos.
Lo primero que debemos hacer
es no entender los errores como fracasos,
sino como resultados de aplicar acciones inadecuadas en unas circunstancias
de un momento determinado.
Con lo cual hay que entender
que nada tiene que ver con lo valiosos que somos, ni debe por tanto afectar a
nuestra auto estima personal.
Estas situaciones, sin
embargo, tienen una gran carga positiva, ya que nos permiten aprender qué es lo
que no debemos hacer cuando se nos presenten similares ocasiones. Y por
supuesto comprender de qué forma debemos enfrentar los problemas la próxima vez
y sobre todo darnos la oportunidad de equivocarnos como el mejor exponente de
nuestra humanidad.
SOLEMOS SER JUECES DEMASIADO
DUROS CON NOSOTROS MISMOS Y SOMETERNOS A SUMARÍSIMOS JUICIOS EN LOS QUE SIEMPRE
NOS ACABAMOS CONSIDERANDO CULPABLES.
El peso de dicha culpa nos cae
como una losa que asfixia nuestras posibilidades de seguir con confianza y
seguridad en nuestro día a día. Y, poco a poco, vamos edificando el muro tras
el que quedaremos atrapados para siempre. Así se construyen las barreras desde
las cuales iniciamos las relaciones con los demás.
Relaciones condenadas al fracaso,
muchas veces, por presentarnos sin las medidas defensivas necesarias, que
debemos tomar si intuimos que podemos ser atacados.
Estamos sensibilizados en exceso ante el daño que presuponemos van a hacernos y
para evitar el dolor de dicho daño, eludimos la felicidad que pudiese traernos
un comportamiento abierto y sincero capaz de albergar la inmensa
satisfacción del entendimiento y la sintonía.
Ante este tipo de
situaciones sería bueno que nos preguntásemos: ¿Cómo asumir, sin temor, la
posibilidad del error?
LA RESPUESTA ES SENCILLA CON
UNA GRAN CONFIANZA EN NOSOTROS MISMOS, Y CON LA SEGURIDAD DE SABER LO QUE
QUEREMOS Y POR LO QUE MERECE O NO LA PENA QUE NOS ESFORCEMOS Y SOBRE TODO, LLENOS
DE ILUSIÓN POR COMENZAR DE NUEVO DESPUÉS DE CADA CAÍDA.
TRATAR CON AFECTO ES LA
MEJOR SEÑAL DE RESPETO POR LOS DEMÁS. ES SINÓNIMO DE AMABILIDAD, RESPETO Y
AMOR. ¿POR QUÉ? ¿QUÉ SENTIDO TENDRÍA SI NO TRATÁSEMOS A LAS PERSONAS
QUE AMAMOS CON DULZURA? LA RESPUESTA ES SIMPLE: NINGUNO.
SIN EMBARGO, ESTA
DECLARACIÓN MUY CLARA NO SUELE SER SINÓNIMO DE REALIDAD MUCHAS VECES. DE
HECHO, OLVIDAMOS FÁCILMENTE LA IMPORTANCIA DE TRATAR CON GENTILEZA, DE
PONER NUESTRAS MANOS EMOCIONALES SOBRE LOS DEMÁS, DEDICAR ACCIONES O PALABRAS
DE AFECTO A DIARIO.
Respuestas abruptas, falta
de respeto, insolencia, gritos, demandas … Seguramente cada una de estas
reacciones está demasiado presente en nuestras relaciones y en nuestra forma de
interactuar.
CÓMO NOS CONECTAMOS
EMOCIONALMENTE
Una palabra, una pregunta,
un gesto, una mirada, un toque … Cada expresión constituye un intento de
conexión emocional con el que decimos «Quiero sentirme conectado
contigo». En base a esto, recibiremos una respuesta positiva o
negativa a nuestra solicitud.
Si nos detenemos a
pensar, es impresionante la frecuencia con la que ignoramos o damos
respuestas desagradables a tales intentos de conexión. De ahí la
importancia de aprender a tratar a los demás con afecto y respeto.
Por lo tanto, los intentos
de conexión emocional serían mucho más productivos si supiéramos reconocer
las necesidades emocionales de los demás. Muchas disputas son el
resultado de malas interpretaciones y la sensación de desconexión que se puede
evitar con una conversación.
Si no hablamos por
respeto a los demás, nuestras relaciones se desvanecen y se
deterioran. Conversaciones no sostenidas, gestos descuidados de afecto,
peleas, falta de empatía, etc.
Cuando dejamos de lado
la importancia de la conexión, generalmente favorecemos nuestro propio
aislamiento, insatisfacción e inestabilidad.
COMO TOCAR EL ALMA DE
LOS DEMÁS
Las relaciones completas y
satisfactorias no se obtienen de la noche a la mañana, sino que deben desarrollarse
poco a poco, con diversos gestos que crean estabilidad y afecto en nuestros
patrones de interacción.
Digamos que todos los
días y con cada pequeño gesto agregaremos ladrillos a nuestro castillo y que,
seguramente, estos intercambios son los pilares de la información emocional que
alimenta nuestro afecto.
Las respuestas positivas
conducen a una interacción continua y saludable. Sin embargo, los
comentarios negativos cancelan cualquier intento de conexión.
EN RESUMEN, TENEMOS VARIAS
OPCIONES PARA RESPONDER A LOS INTENTOS DE OTRA PERSONA:
Responda
con empatía: por ejemplo, cuando una persona hace un comentario
juguetón y la otra se ríe. Si favorecemos este tipo de conexión,
obtendremos relaciones duraderas llenas de buenos sentimientos como
recompensa.
Responda
con hostilidad: las personas que responden de esta manera pueden ser
llamadas beligerantes o controvertidas. Usar este tipo de respuesta
denota sarcasmo y desprecio.
Ignorando
al otro: esto es sinónimo de indiferencia hacia la actitud de los demás,
lo que obviamente destruye nuestras relaciones.
TRATAR A LAS PERSONAS QUE
VALORAMOS CON AFECTO NO DEBERÍA SER UNA EXCEPCIÓN, SINO UNA REGLA. MUCHAS
VECES DESCUIDAMOS ESTOS DETALLES Y DEBILITAMOS NUESTRAS RELACIONES, QUE SE
DETERIORAN SIN SOLUCIÓN.
ENTONCES NOS DESPERTAMOS Y
NOS OCUPAMOS DE LAS RESPUESTAS QUE DAMOS EN NUESTRA VIDA DIARIA. NO
PERMITIMOS QUE LOS MALOS GESTOS SE ALIMENTEN Y SATISFACEMOS LOS INTENTOS DE
CONEXIÓN EMOCIONAL COMO DEBEMOS, CON RESPETO Y TOLERANCIA.
EL SER HUMANO IGNORA, NO SABE CÓMO DEBE SUPERAR LOS
OBSTÁCULOS DEL MEDIO PORQUE HAY AUSENCIA DE PATRONES DE EVALUACIÓN INTELIGENTES
Y EMOCIONALES DE CARÁCTER EVOLUTIVO.
LA EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU HUMANO SIGUE
LA DINÁMICA DE CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES QUE CARACTERIZA A LA EVOLUCIÓN
UNIVERSAL.
El ser vivo avanza desde la ignorancia
hacia la sabiduría y el amor. Y en ese largo camino evolutivo, las sensaciones,
la observación, la comparación, el juicio crítico, las emociones, los
sentimientos, los ensayos acertados o desacertados y el desarrollo de las
tendencias conductuales, permitirán la maduración fructífera de las pautas y
criterios con que ha de enfrentar nuevos conocimientos y sentimientos.
Durante este proceso de asimilación de
experiencias, el individuo incurre en tendencias equivocadas que se apoyan
fundamentalmente en el orgullo y el egoísmo como facetas erróneas aún muy
presentes en su naturaleza espiritual. Como consecuencia se generan conductas
que acarrean dolor, desengaños, frustraciones, pero también maduración
existencial.
Los primeros pasos del ser vivo
transcurren entonces en la ignorancia, la ausencia de conocimientos y
experiencias que le permitan el aprendizaje por el error o por el acierto.
ES
DECIR: “EL SER NO SABE SER Y HACER”.
El ser humano ignora, no sabe cómo debe
superar los obstáculos del medio porque hay ausencia de patrones de evaluación
inteligentes y emocionales de carácter evolutivo. AÚN NO HA DESARROLLADO O CONFORMADO SU SISTEMA DE EVALUACIÓN
Conductual o Responsabilidad
Conciencial que se deriva y se forma a partir de las experiencias de vida, es
decir, de la comparación entre las conductas ensayadas, realizadas o
programadas y sus consecuencias o efectos.
POR
LO TANTO, NO HAY AÚN CONCIENCIA DEL ERROR, NI RESPONSABILIDAD CONSCIENTE.
Son las experiencias de la vida en la
materia las que desarrollan y conforman la conciencia del espíritu y su
personalidad. Se evidencia una vez más la necesidad del espíritu de encarnar,
de nacer, para poder tener experiencias, aprendizajes y así evolucionar.
LA RESPONSABILIDAD DE LA CONCIENCIA ES
UNA ADQUISICIÓN QUE LOGRA AQUILATAR EL ESPÍRITU A LO LARGO DE MÚLTIPLES Y
DIFERENTES EXISTENCIAS.
Es una conquista evolutiva que se
desarrolla a lo largo de la evolución biológica y gracias a ella, y que
posibilita la conformación del sistema de evaluación conductual, que permite
evidenciar y desarrollar los valores éticos.
ESTA RESPONSABILIDAD ÉTICA, ES UN
PRODUCTO DE LA MADURACIÓN DEL ESPÍRITU HUMANO, SOBRE LA BASE DE EXPERIENCIAS DE
VIDA.
Y MIENTRAS EL ESPÍRITU PERMANECE EN LA
IGNORANCIA DE LA FINALIDAD TRASCENDENTE DE LA EXISTENCIA, VA MEDIANTE EL
PROCESO DE LA REENCARNACIÓN REALIZANDO APRENDIZAJES, SIENDO PROTEGIDO Y
CONDUCIDO POR LAS LEYES DIVINAS, AUNQUE LAS IGNORE O SE REBELE A ELLAS. ESTAS
LEYES LO IRÁN LLEVANDO, GUIANDO A SU DESPERTAR ESPIRITUAL, HASTA QUE ÉL MISMO
SE RECONOZCA ESPÍRITU INMORTAL.
Comienza entonces a transitar el camino de la evolución consciente donde va
comprendiendo la trascendencia de sus actos, pensamientos y sentimientos. Se
hace cargo de los mismos, los reconoce como propios y busca deliberadamente el
desarrollo de los sentimientos, el conocimiento y el saber que lo habiliten
para su libertad. Libertad para amar, para ser generoso, solidario, altruista,
respetuoso del semejante.
LA CERTEZA DE LA INMORTALIDAD ES UNA CONQUISTA TRASCENDENTE PARA EL PROGRESO
DEL ESPÍRITU. CONQUISTA A LA QUE SE ACCEDE POR PROPIO ESFUERZO.
Significa comprender fehacientemente
que nada de lo que sucede en la vida es en vano, que se es responsable de los
propios sentimientos, pensamientos y acciones, es decir, de la propia vida.
Implica reconocer que los logros y el
progreso constituyen el fruto del trabajo personal.
EN EL SER DEBERÍA ANIDAR LA ÍNTIMA SEGURIDAD DE QUE SU CONDUCTA NO DEPENDE DE
PRECEPTOS EXTERNOS, MIEDOS, DOGMAS O CONVENCIONALISMOS, SINO DE CONVICCIONES
INTERIORES, DE RAZONAMIENTOS Y SENTIMIENTOS INMANENTES.
POR ESO LOS SERES HUMANOS DEBERÍAMOS PROCURAR QUE NUESTROS ACTOS, PENSAMIENTOS
Y SENTIMIENTOS SEAN HONESTOS Y COHERENTES CON LOS GRANDES OBJETIVOS DE BIEN QUE
COMPRENDEMOS Y DE ESTA MANERA ROBUSTECER NUESTRA CONCIENCIA, SIENDO CAPACES DE
HACER LAS COSAS BIEN, AUNQUE NADIE NOS ESTÉ MIRANDO.
PODRÍAMOS DEFINIR EL SENTIDO
DE LA VIDA COMO EL SIGNIFICADO QUE DA CADA UNO A SUS VIVENCIAS, PROPÓSITOS Y
PROYECTOS QUE TIENE EN SU MENTE.
EVIDENTEMENTE VARÍA EN
FUNCIÓN DE CADA SER HUMANO, PUES CADA INDIVIDUO NECESITA ENCONTRAR SU PROPIO
SENTIDO A LA VIDA, Y LA FORMA CORRECTA DE HACERLO ES REALIZANDO UN VIAJE A SU
INTERIOR.
“Mi vida no tiene
sentido. Voy a la deriva y sin rumbo. No sé qué quiero, nada me motiva lo
suficiente y no encuentro mi camino en la vida “. Lo normal es sentirnos identificados
con estas palabras, ya que todos nos hemos sentido así en algún momento, en
determinadas etapas vitales.
GENERALMENTE, LAS CRISIS
EXISTENCIALES NACEN ANTE CIERTAS SITUACIONES DOLOROSAS, como una ruptura
amorosa, la muerte de un ser querido, un desengaño, una pérdida de trabajo…
En definitiva, todas
aquellas situaciones que nos generan dolor y desesperanza podrían precipitar
una crisis existencial. Si bien es cierto que para algunas personas son
crisis temporales, para otras no encontrarle sentido a la vida puede
resultarles dramático.
La magnitud de una crisis
existencial, hace que nos sintamos muy perdidos. Dudamos de quiénes somos,
mirando al futuro con la inseguridad que propicia la sensación de indefinición.
Lo cierto es que la vida
tiene sentido en cualquier circunstancia, porque en situaciones de sufrimiento
y de adversidad si una persona es capaz de dar sentido a la adversidad, puede
convertir su tragedia en un logro, en una forma de superación.
EL SENTIDO DE LA VIDA PARA
CADA PERSONA ESTÁ AHÍ, ESPERANDO A SER ENCONTRADO.
Cada uno de nosotros
escribimos nuestra propia historia, decidimos cómo sentirnos frente a
determinadas situaciones y configuramos día a día a existencia.
En esos momentos en los que
mi vida no tiene sentido posiblemente experimente ciertas emociones asociadas a
ese estado. Es importante prestarles atención a las señales de alarma,
pues son síntomas de que algo no va bien. Es probable que experimentemos:
1.- SENTIMIENTO DE
TRISTEZA. Nos sentimos apáticos, la tristeza nos invade sin saber
descifrar exactamente el motivo. Es más, algunas personas piensan que no tienen
motivos para sentirse así, ya que tienen un buen trabajo, familia, amigos… y
todavía así sienten una tristeza que no saben explicar.
2.- NO SÉ QUIÉN SOY. Se
produce un desconocimiento hacia uno mismo. De tal forma que “mi vida no tiene
sentido y me siento perdido, sin saber quién soy ni qué quiero”.
3.- PERDIDA DE INTERÉS por
aquellas actividades que antes te agradaban. No disfrutas de las cosas, nada te
resulta gratificante. Por ello, nace un sentimiento de aburrimiento frente a
toda acción.
4.- AISLAMIENTO
SOCIAL. La tristeza, la falta de interés y frustración frente a la
insatisfacción de tu vida, conducen a un mayor aislamiento social, ya que no te
apetece relacionarte con los demás.
CUANDO NOS ENCONTREMOS EN UNA
CRISIS EXISTENCIAL, LO MÁS CONVENIENTE ES BUSCAR EN NUESTRO INTERIOR LAS
RESPUESTAS DE PORQUE ESTAMOS EN DICHA SITUACIÓN.
Debemos dedicar tiempo a
mirar dentro de nosotros y en esa búsqueda es muy posible que necesites
plantearte ciertas cuestiones acerca de ti mismo:
¿NECESITO HACER CAMBIOS EN
MI VIDA?,
¿QUÉ SIENTO?,
¿QUÉ PIENSO?,
¿QUÉ QUIERO?,
¿DOY PREFERENCIA A LO QUE
NECESITO?,
y la más importante ¿SOY REALMENTE
QUIEN QUIERO SER?
Buscar respuestas a estas
cuestiones nos pueden guiar en nuestro camino a un mejor conocimiento de
nosotros mismos. Y es probable que para encontrar dicho sentido sea
necesario conectar con nosotros mismos y darnos el valor y el tiempo que
necesitamos.
PENSEMOS, ¿REALMENTE PUEDE
TENER SENTIDO Y SIGNIFICADO NUESTRA VIDA SI NO SABEMOS QUIÉNES SOMOS?
DEBEMOS TENER MUY PRESENTE
QUE EL VACÍO EXISTENCIAL (PÉRDIDA DEL SENTIDO DE LA VIDA) IMPLICA
LA PÉRDIDA DE CONTACTO CON UNO MISMO, COMO SI POCO A POCO TE FUERAS
DESCONECTANDO DE TI MISMO Y COMENZARAS A SER UN ESPECTADOR MÁS DE TU VIDA.
POR ESO CUANDO ESTO TE
SUCEDA, NO LO DUDES NI UN MOMENTO …..…… MIRA DENTRO DE TI, CAMINA HACIA TU
INTERIOR Y CONECTA CON TU PROPIO SER.