viernes, 1 de febrero de 2013

RENOVARSE O MORIR

Hay numerosas personas que se quejan de que todos los días hacen lo mismo, pero no se atreven a dar el paso, a cambiar, a experimentar cosas nuevas, tener amigos/as nuevos, en definitiva a hacer cosas nuevas en todos los ámbitos de su vida.
 
Si quieres que en tu vida pasen cosas nuevas…..tendrás que pensar y hacer cosas nuevas.
 
¿TE ATREVES A SOÑAR? ¡PUES SAL DE TU ZONA DE CONFORT!
 
Cuando vi en una ocasión a un caracol saliendo de su “cascara” me pareció el mejor símil visual para hablar de la ZONA DE CONFORT. Siempre me han gustado los caracoles, me parecen unos seres increíblemente simpáticos que como toda representación de la Naturaleza contienen en sí mismos una simbología sobre la vida muy potente.
 
La concha del caracol es todo su mundo, ese lugar en el que se siente protegido, a salvo, donde se esconde cuando se asusta. Es ese lugar tan confortable y tan suyo hasta el extremo de llevarlo arrastras en su caminar. El caracol no sería caracol sin su caparazón. Y aquí es un punto muy interesante al que llegar…
 
¿QUIEN SOY YO? Yo soy yo o la historia que me cuento y cuento a los demás sobre mí. Y ¿QUÉ PASARÍA SI DEJO DE SER YO POR UN MOMENTO, si dejo de ser la historia que me cuento y cuento a los demás sobre mí? Igual si salgo de mi zona de confort descubro que hay mucho más que puedo llega a ser. Sólo saliendo de donde creo que no puedo salir porque es tan mío, tan seguro, tan calentito, tan “concha de caracol”, PODRÉ DESCUBRIR QUE HAY MÁS ALLÁ DE MIS PROPIAS LIMITACIONES.
 
Porque la zona de confort es ese lugar donde siempre ocurre lo mismo, siempre actúo de la misma forma, o incluso donde no actúo no vaya a ser que ocurra algo diferente. Es ese lugar donde el hábito, la rutina, lo ya conocido son los elementos predominantes de la decoración interior.
 
La zona de confort es ese lugar tan confortable para mí que ni siquiera puedo llegar a identificar como un lastre o una cruz que llevo a cuestas y que RALENTIZA MI CAMINAR.
 
A veces sólo hay que salir para airearse y decidir volver porque es ese lugar que hemos construido conscientemente con amor, cariño y comprensión. Otras hay que salir para darse cuenta que es algo que encontramos por el camino o que nos vino dado y que NO ES PARA NADA LO QUE QUEREMOS.
 
A veces hay que salir tan sólo para saber lo que pesa y lo que nos limita, pero que aceptamos de buen grado porque es parte importante de nuestro propio proceso. Otras hay que salir para re-inventarse, para re-descubrirse, para re-generarse.
 
Bien sea para desempolvar telarañas, bien sea para auto-afirmarse, o bien sea para re-construirse, la zona de confort es un lugar del que hay que salir, de manera consciente, de vez en cuando. Salir supone cuestionarse, aprender, ampliar horizontes, renovar el cerebro, rejuvenecer, experimentar, recuperar recursos internos perdidos, ganar nuevos recursos.
 
El hecho de no moverse, de vez en cuando, de la zona de confort es aún peor para las empresas que para las personas. Se pierde flexibilidad, creatividad, capacidad de reacción y el desgaste se apodera de toda la estructura.
 
Para una empresa el efecto es triple ya que la propia empresa, instalada en su zona de confort cuenta con empleados instalados en sus zonas de trabajo de confort, desde su lugar personal de confort. Así que no resulta extraño que cuando un mercado exige de una adaptación ágil y la empresa se decide a cambiar, en el mejor de los casos, la implantación de dicho cambio sea, ¡¡toda una proeza!!
 
Salir de la zona de confort y hacerlo acompañado de la mano de un buen profesional es como un juego de consola, se van superando pruebas, etapas y niveles, se van ganando bonus o recursos, al más puro estilo Mario Bross. T
 
ambién se van perdiendo vidas, es necesario, lo que ocurre en todo proceso de ensayo y error, pero nada que no se pueda recuperar. En cada jugada que se reinicia se produce un aprendizaje, llega la maestría y se puede cumplir cualquier objetivo.
 
Y para muestra de los beneficios y del potencial de semejante movimiento este vídeo tan magnífico.
 
Porque una imagen con palabras vale lo que vale:
 

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