sábado, 11 de enero de 2020

RELACIONES PARA EVOLUCIONAR (REFLEXIONES PARA EL FIN DE SEMANA)

A LA ALTURA DEL SIGLO XXI QUE NOS ENCONTRAMOS ES EVIDENTE QUE LA FORMA DE RELACIONARNOS HA CAMBIADO Y MUCHO, POR ESO CABRÍA PREGUNTARNOS:

¿ACASO TODAVÍA EL NO TENER HIJOS NI CREAR UNA FAMILIA COMO LA DE NUESTROS ABUELOS, ES UN FRACASO?

¿CÓMO PUEDE EVOLUCIONAR LA RELACIÓN EMOCIONAL Y SEXUAL EN CIERTOS NIVELES DE DESARROLLO?

¿QUIÉN ASEGURA QUE SON MÁS FELICES LOS MODELOS CLÁSICOS FAMILIARES DE HACE UNO O DOS SIGLOS?

LA RELACIÓN EMOCIONAL Y SEXUAL DESDE EL NIVEL TRANSPERSONAL NO SE BASA EN EL DESEO, SINO EN ESE FLUIDO DINAMIZADOR QUE SE PONE EN MARCHA CUANDO LA ENERGÍA DE VIDA ENCUENTRA A DOS SERES DE CORAZÓN ABIERTO.

Se trata de un encuentro con sabor a destino en el que aparece un regalo evolutivo de luces y sombras, un regalo que los conducirá hacia un mayor salto de maduración y autoconsciencia.

El mencionado fluido sutil que brota desde el centro cardíaco, rompe los esquemas de cualquier pareja tradicional. Brota imprevisible y encuentra su particular forma de relación, una forma de relación sin precedentes y en un constante cambio que se mueve desde el sentir más que desde el pensar, aspecto que convierte a esta relación en algo dinámico y anárquico.

La sexualidad entre los miembros de la pareja de estas características simplemente sucede, no se fabrica con imágenes mentales anticipativas, ni como adicción biológica. Sucede como sucede el milagro, brota como fuerza de Vida que atiende a sutiles motivos evolutivos que los amantes, a menudo no pueden tomar conciencia de ello. Una energía erótica que con ritmo singular se presenta en el escenario psicoemocional, movilizando a las míticas mariposas en el estómago en ascenso por el íntimo chacra del corazón.

La sexualidad en los niveles incipientes de desarrollo, está habitualmente asociada a la energía de seducción, una seducción que por su inocente manipulación corre a cargo de un ego carencial en proceso de maduración, un ego que todavía necesita vivenciarse como más atractivo, más querido o deseado, y en consecuencia, más afirmado y seguro tras la seducción y la conquista.

En diferentes tradiciones asiáticas, esto lo definen con dos palabras, que describen dos cualidades o niveles de amor Tinh y Nghia. Tinh contiene una alta carga de pasión-fusión. Por el contrario Nghia corresponde a un amor más sereno, comprensivo y colaborador. Éste nivel no es necesariamente apasionado, incluso puede parecer frío, sin embargo el amor es más sólido y profundo, orientado a buscar la felicidad de la otra persona. Nghia es el resultado de compartir dificultades y alegrías durante un tiempo, de comprender mejor a la otra persona, de estar agradecido al estar con ella, conllevando un estado sostenido de crecimiento interior.

Los miembros en este nivel de evolución se encuentran en virtud de sincronías, sincronías evidentemente no organizadas por la mente controladora para satisfacer las demandas de placer, autoafirmación o alivio de la soledad, sino que responden al sutil impulso de la Unidad que activa la atención plena, al tiempo que capta el sentido y sentimiento que todo acto conlleva por pequeño que sea.

El tan posesivo “te quiero” de la pareja personal Tinh, pasa a un sentimiento de “te Veo y te respeto” del nivel Nghia, un respeto que refleja el amor sin la esclavizadora “necesidad” de la otra persona para fluir serenamente por entre las idas y venidas del vivir. Un nivel que asume la propia responsabilidad de lograr la paz, sin responsabilizar al otro de la llegada o no de la misma. Desde ese punto transpersonal, se intuye a la persona como cómplice desde la ternura y la compasión.

Es entonces cuando determinados rasgos del alma que viven discretamente escondidos en el otro, no son sólo admirados, sino contemplados y recreados en toda su belleza primordial. Son rasgos que no excitan el deseo, sino que activan la silenciosa complicidad del linaje compartido del alma.

La unión transpersonal, tal vez hasta la mitad del siglo XXI, no tienda a darse en gente joven de nivel preconsciente, y salvo en casos contados, no suele corresponder específicamente a jóvenes proyectos reproductores de crianza familiar. Junto a esta realidad existen seres humanos vocacionales que tras una gran interiorización, fecundan proyectos, proyectos que en general no suelen corresponderse con la energía de territorialidad emocional que genera esa sensación excluyente de “mis” hijos, en general tan marcadamente, identificativa y mamífera.

Los hijos, para la gran parte de las familias contemporáneas, no son solo un proyecto de creación familiar, sino también la manifestación de un atávico impulso de supervivencia de la especie y base constitutiva de la identidad ordinaria. Y sucede que en su correspondiente momento de la vida, esta crianza y sostenimiento, no sólo cumple un programa biológico sino que además puede suponer una oportunidad de crecimiento por la descentralización del ego, la superación del narcisismo y la maduración que generan las constantes renuncias realizadas por instinto y amor.

La familia del nivel transpersonal no es tan solo la de sangre, es decir la biológica, la no “elegida” por afinidades y orientaciones existenciales, sino la familia humana, la familia que conforma ese ser humano con toda su grandeza y miseria en la senda de los encuentros sagrados y conscientes.

En el nivel transpersonal, el ser humano no se esconde tras la protección del clan formado por padres y hermanos, y no crece al amparo de las seguridades de lo conocido y previsible. En realidad, cada futuro iniciado se emancipa silencioso a fin de peregrinar su aventura del auto descubrimiento, enfrentando la incertidumbre, asumiendo la “soledad en compañía” y trabajando el silencio que impone el camino de los que se atreven a reconocerse.

Observo que las familias contemporáneas, hijas de una sociedad disfuncional y despistada de lo esencial, están a menudo crisis. Su arreglo estará en función de la sanación y el crecimiento individualizado de cada uno de sus miembros. Un crecimiento que conlleva el discernimiento y la aceptación consciente de la propia “sombra” como camino hacia las relaciones familiares conscientes y sagradas.

ESE ES EL CAMINO A RECORRER EN LA EVOLUCIÓN DE LA PAREJA ……………….DE LA FAMILIA DE SANGRE A LA FAMILIA HUMANA…………………….


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