jueves, 8 de junio de 2017

SER FIEL A UNO MISMO LA CLAVE DEL EQUILIBRIO INTERNO


LA VIDA PARA VIVIRLA EN PLENITUD REQUIERE UN EQUILIBRIO. PERO DE UN EQUILIBRIO QUE NACE EN NUESTRO INTERIOR Y SE FUNDAMENTA EN TENER COLOCADAS CORRECTAMENTE, Y EN EL LUGAR QUE LE CORRESPONDE A CADA UNA DE NUESTRAS EMOCIONES.

A lo largo de nuestra vida la decepción llega y a su lado acompañándola como inseparable compañera siempre, está la frustración del “inversor”, es decir, de la persona que ha empeñado su interés, su esfuerzo, su trabajo o su sentimiento en un proyecto que después no consigue.

Ha empleado energía suficiente para mover montañas y sin embargo, a pesar de los esfuerzos, se van acumulando las pequeñas derrotas cotidianas con las que comienza a sentir como la frustración hace acto de presencia.

Pero como humanos que somos la mayoría de las veces, nos empeñamos en negar lo evidente e insistimos en poder con lo que ya no nos sostiene. Nos duele perder la energía y el esfuerzo invertido y nos duele aún más reconocer que nos hemos equivocado. 

Sin duda, lo que falla no son las circunstancias, ni las personas, ni el azar, ni la suerte. Debemos admitir que no fuimos capaces de ajustar las expectativas cuando la emoción estaba a punto de descontrolarse totalmente.

NO SE EQUIVOCAN LOS DEMÁS. NOS EQUIVOCAMOS NOSOTROS. NO FALLAN LOS OTROS. NOS FALLAMOS A NOSOTROS MISMOS POR IMAGINAR UNA REALIDAD QUE SOLO EXISTE EN NUESTRA MENTE.

NO PODEMOS CULPAR AL OTRO DE NO ENCAJAR CON LA IDEA MÁGICA QUE NOS HEMOS HECHO DE ÉL. PORQUE ESA IDEA, EN DEFINITIVA, SOLO ES NUESTRA Y EN MUY POCAS OCASIONES ES COINCIDENTE CON EL MODELO QUE NOS SIRVIÓ DE INSPIRACIÓN.


No hay culpables en nuestros fracasos. No hay posibilidad de convertir en deudores a los que creemos que nos fallan. Ellos son como son y no van a cambiar. Ni deben hacerlo por otra persona. No hay posibilidad de acomodar a los demás como si fuesen elásticos para ceñirlos a nuestros gustos. Ni intentarlo siquiera es una buena idea. Cada cual se acomoda en el rincón de su alma; aquel que conoce, que le gusta y que le es afín. 

Podemos, a los sumo, respetar su forma de ser y sentir… y con el tiempo aspirar a aprender a convivir con ella, siempre que creamos que merece la pena. Si apreciamos que no es así, lo mejor es alejarnos del mismo camino para que no suceda ninguna situación no deseable.

Las emociones extremas nos confunden. Nos elevan a la cúspide de la pasión, el desasosiego e incluso la intranquilidad que damos por buenas en orden proporcional a su intensidad. Si sufro mucho por una persona…quiere decir que amo mucho ha dicho ser. Nueva confusión y error terrible de apreciación. Si amo mucho, debo gozar mucho de ese bello sentimiento que nada tiene que ver, en muchas ocasiones, con el asalto de adrenalina que recorre nuestras venas cuando el destello de la pasión se aferra a ellas.

ME QUEDO CON EL EQUILIBRIO PONDERADO EN CUALQUIER CASO, COMO TAMBIÉN ME QUEDO CON LA FIDELIDAD A MÍ MISMO Y POR SUPUESTO NO CULPAR A NADIE DE LOS RESULTADOS DE MIS PROPIAS BATALLAS PERSONALES.




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