martes, 31 de mayo de 2016

A VECES HAY QUE REGRESAR

INICIAR EL CAMINO HACIA ALGÚN LUGAR SIEMPRE NOS MANTIENE EXPECTANTES. INCLUSO CUANDO EL OBJETIVO DE NUESTRO DESTINO SE PRESENTE INSEGURO Y NO SABEMOS MUY BIEN LO QUE NOS VAMOS A ENCONTRAR.

Pero mucho peor es volver. Regresar, siempre supone desandar lo andado, ir hacia atrás y recorrer un camino ya caminado, para volver a encontrarnos de nuevo con el pasado; con todas aquellas vivencias que se quedaron pegadas a nuestra piel, con un fuerte olor a rancio.

A veces uno debe tomar la decisión de volver. Volver para rescatar la dignidad que dejó olvidada en algún rincón de una habitación perdida, o el orgullo de sentirse uno mismo colgado de la tiranía de otro, o la pasión de seguir viviendo arrinconada en el desprecio de quien amamos un día.

Volver para recobrarnos a nosotros mismos y juntar los pedazos que se han quedado, pegados a cada una de las vivencias que hemos vivido.

Lo que ocurre es que a veces nos falta el valor para regresar. Tenemos miedo que los recuerdos liberen de nuevo los errores, las decisiones mal tomadas, la elección de personas equivocadas y en las manos nos queden solamente las huellas de las heridas que cerraron en falso y empiecen sangrar de nuevo.

La terapia personal e intransferible de regresar es inevitable.

SI UNO NO RECORRE DE NUEVO EL CAMINO QUE QUEDÓ ESPERÁNDONOS, PARA CERRAR TODO AQUELLO QUE DEJAMOS ABIERTO, ESTAMOS CONDENÁNDONOS A REPETIR ERRORES Y A VAGAR SIN EL RUMBO CORRECTO POR LA VIDA.

Con una revisión a nuestra historia será suficiente para cerrar el capítulo. Llorar amargamente en el lugar en el que el destino nos dio la espalda puede limpiar definitivamente nuestros ojos del dolor que los ciega.

Así que anímense y sin miedo, miremos de frente aquello que aún no hemos solucionado de nuestro pasado, con la complicidad a nuestro favor de la memoria, echémosle un pulso, con el firme propósito de salir vencedores.

Porque, no olviden algo evidente, regresamos de otra forma. No somos los mismos, además sabemos que no nos puede dañar, lo que ya nos lastimó.

PERO DEBEMOS RECOGER LOS PEDAZOS DE CORAZÓN QUE QUEDARON ESPERANDO PACIENTEMENTE NUESTRO REGRESO Y ASÍ, UNA VEZ JUNTADOS TODOS EN NUESTRA MANO, FUNDIRLOS DE NUEVO EN NUESTRO PECHO PARA PODER CAMINAR SEGUROS POR UNA SENDA QUE YA NO NOS NECESITARÁ NUNCA MÁS.

CERRAR EMOCIONES PENDIENTES, NO LO DUDEN PRODUCE UNA INMENSA FELICIDAD EN EL CORAZÓN Y UNA ENORME TRANQUILIDAD EN EL ALMA.



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