miércoles, 7 de enero de 2015

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

Muchas veces al intentar decir algo a otra persona tropezamos con los límites del lenguaje, y a pesar de la variedad expresiva que tiene nuestra lengua, no encontramos las palabras justas para expresarnos, sobre todo cuando se refiere a temas relacionados con los sentimientos, cuestiones personales difíciles o delicadas.

Los aspectos que componen la comunicación humana son variados y la ciencia que los ha estudiado, realizó aportes que clarifican dicha comunicación llegando a la conclusión que es uno de los puntos fundamentales en la vida y en nuestra relación de los demás seres humanos.

Sin embargo, más allá de las palabras (a veces cerca de ellas, a veces no tanto), está el expresivo lenguaje de los gestos, porque el cuerpo habla y los gestos dicen mucho más de lo que nos proponemos manifestar.

En nuestras relaciones con quienes nos rodean, mostramos más de lo que formulamos con palabras; a la vez, también leemos aquello que los otros nos dicen con su mirada o con un gesto que desautoriza lo dicho, es decir que son múltiples los lenguajes que se utilizan en la comunicación.

Sabido es que una imagen vale más que mil palabras, casi lo mismo que un gesto. Según estudios realizados en los Estados Unidos, el 35% de la comunicación durante una charla es verbal y el restante 65% corresponde a gestos, tal vez porque todos los seres humanos tenemos habilidades innatas que nos permiten expresar nuestras emociones a través del cuerpo.

El lenguaje verbal y no verbal (gestos, mímicas, expresiones faciales, etc.), componen parte del valioso entramado que rige la comunicación entre los seres humanos y hace posible el acercamiento, el entendimiento, o bien la confusión y la separación. Porque más allá de estos elementos que lo integran, subyace el sentimiento que alimenta las palabras y las dota de sentido.

Cuántas veces amparados bajo el lema de: "Voy a ser franco y decirte la verdad", mortificamos a las personas con conceptos que pueden llegar a ser verdaderos pero están teñidos de impiedad, y herimos a ese ser al que sólo le llegó la forma en que le dijimos las cosas, con la fuerza negativa de un sentimiento que mortifica y humilla.

Nuestras palabras podrán transmitir ciertas verdades, nuestro lenguaje corporal podrá acompañar o no lo dicho, pero es sumamente importante que el lenguaje de los sentimientos, que son los que dan significado y trascendencia a lo que se quiere decir, sea cuidadoso, minuciosamente analizado, para que las palabras lleguen al otro ser y sean recibidas con el sentido que quisimos darle, con el cariño que fueron alimentadas, con la comprensión que las sustenta y no se produzcan ciertos roces y mal entendidos que hieren el alma y perduran a veces, por bastante tiempo.

El efecto que genera el sentimiento cuando se verbaliza o se transmite en gestos o expresiones, es enorme y a veces no somos demasiado conscientes de ello, y no sólo no medimos ni cuidamos nuestro lenguaje, sino que tampoco nos paramos a considerar la importancia que tiene el lenguaje de los sentimientos que son los que en definitiva nos acercan y nos reúnen con quienes amamos.

A veces pocas palabras, pocos gestos, pero mucha comprensión de los errores ajenos y circunstancias de vida por las que cada ser debe atravesar, son suficientes para poder estar en armonía con los otros y con uno mismo. Esa armonía es la manifestación perfecta de una expresión correcta, un pensamiento generoso y una acción honesta, todo lo cual dará paz y serenidad a nuestra conciencia.

Qué valioso sería poder hacer del lenguaje verbal y gestual el instrumento ideal para la expresión de los sentimientos de bien que buscan expandirse en cada ámbito de vida diferente, en cada grupo social, en cada etapa de vida, en cada corazón donde palpita la vida.

Intentemos tal vez, fortalecer aquellas palabras que buscan apoyar y expresar sentimientos positivos porque ellos conforman un lenguaje propio.

"Cuando hablan los sentimientos, nos vemos obligados a escuchar y a veces, a actuar, aun cuando no siempre comprendamos el porqué. No tener conciencia de los propios sentimientos, no comprenderlos o no saber cómo utilizarlos y expresarlos es peor que la ceguera, la sordera o la parálisis. No sentir es no estar vivo. Más que ninguna otra cosa, los sentimientos nos hacen humanos. Nos hacen, en fin, semejantes." (David Viscott).

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