martes, 30 de diciembre de 2014

NUEVOS DESAFÍOS PARA NUEVOS TIEMPOS DE CRISIS

Sería reconfortante que las situaciones de crisis y de dolor no nos impida seguir vislumbrando la meta de los grandes objetivos.

Diariamente la humanidad, a través de imágenes de brutal elocuencia que instantáneamente se dispersan hacia todo el planeta, ha sido testigo del sufrimiento y el dolor de muchos seres.

Cada individuo, cada familia, en los ámbitos más diversos y de la mano de la moderna tecnología de la comunicación que ha hecho de nuestro planeta un mundo más pequeño, ha experimentado una extraña sensación donde confluyen un sinnúmero de sensaciones, pensamientos y sentimientos que conjugan la angustia, el temor y la desesperanza por una paz que se niega a instalarse en los corazones humanos.

Más allá de las motivaciones inmediatas o mediatas sobre las cuales es muy difícil opinar y donde seguramente confluye gran cantidad de factores, se impone una humilde reflexión como seres humanos, que rescata el sentido de tanto dolor ante la destrucción de familias que perdieron a sus seres queridos en situaciones tan dramáticas. 

El pensamiento reflexivo, el sentimiento solidario, la oración en cualquiera de sus formas y por encima de cualquier religión o clase de pensamiento que preserve la dignidad del ser humano y su derecho a la vida, son nuestros recursos inmediatos para propiciar un clima de paz que serene los ánimos y reconstruya la fortaleza espiritual.

El terrible azote de la violencia, más allá de las guerras convencionales por cuestiones políticas o territoriales, que el hombre también utiliza como herramienta de imposición de sus ideas, en el campo de la cultura o en nombre de su religión, arrastrando compulsivamente a individuos a sus trágicos objetivos, sigue siendo un lastre de lo que el fanatismo, el dogmatismo o la incomprensión en cualquiera de sus formas, provocan en la convivencia de un mundo cada vez más pequeño.

A la luz de la historia de la humanidad, los acontecimientos dolorosos impulsados por la violencia deberían promover nuevas alternativas en la resolución de los conflictos que rescaten los objetivos trascendentes que determinan el progreso de las sociedades humanas, sobre la base de la paz, la justicia dentro de un contexto ético internacional, la tolerancia, la solidaridad y la revalorización de la persona en sus necesidades materiales y espirituales.

A la primera globalización de la ciencia, la tecnología y la economía, quizás se impone ahora una segunda globalización, aquella que involucre la dimensión espiritual del hombre, rescatando sus derechos y compromisos esenciales como habitante de la Tierra y su responsabilidad en el mantenimiento del orden natural y social. Aquella que contemple la educación de las futuras generaciones dentro de un sistema de pensamiento más universal aun dentro de la diversidad cultural, donde la ética tenga una dimensión lo suficientemente amplia como para abarcar a las diversas modalidades del pensamiento.

Ya no se trata de acudir a líderes en cualquiera de sus formas, sino de hombres y mujeres comunes con compromisos universales, aun en su pequeño entorno de vida, para que se comprenda la nueva realidad que nos toca vivir, una época donde la tolerancia y la comprensión por las diferentes maneras de pensar, de actuar y de manifestarse de los pueblos, serán el eje rector en el desarrollo y progresos de futuras sociedades orientadas por la no violencia y la civilización moral. El hombre es esencialmente social y su capacidad en el desarrollo de la inteligencia y los sentimientos sólo puede ser en contacto con sus semejantes dentro de un ámbito de convivencia armónica y tolerante.

Para lograr nuestra felicidad necesitamos del aporte de nuestro entorno afectivo, pero esto también requiere de nosotros un aporte hacia quienes lo necesitan. A través de este ciclo solidario, desde el ámbito familiar en su más simple expresión hasta aquellos esfuerzos que trascienden las fronteras en objetivos humanitarios, se contribuye a acercar al hombre a su semejante, promoviendo el progreso desde una perspectiva planetaria.

El contexto global en el que estamos inmersos y que por la diversidad humana y cultural nos parece inviable, forma una insignificante parte de un orden mucho más perfecto, dinámico y armonioso de dimensión universal que sigue su camino evolutivo.

Sería reconfortante que la inmediatez de las situaciones de crisis y de dolor no nos impida seguir vislumbrando la meta de los grandes objetivos que como seres humanos y espíritus en evolución debemos cumplir en la lucha por la transformación individual y social.

Contribuyamos en estos difíciles momentos a crear una atmósfera de serenidad. Evitemos los juicios apresurados, acompañemos con el sentimiento a aquellos que más cerca están del dolor y ejercitemos nuestro pensamiento reflexivo priorizando la valoración de todo lo que nos permite una vida en paz y armonía, sobre todo delante de aquellos que como los niños, aún no pueden comprender la naturaleza de algunas acciones humanas. Tampoco perdamos la fe en nuestras potencialidades y en nuestra gran capacidad para ejercer el cambio en el medio donde nos desenvolvemos.

Nuevos desafíos se presentan ante nuestra atónita mirada; nuestro es el deber moral de responder con la paz en los corazones, serenidad en los pensamientos, pidiendo lucidez por aquellos que toman decisiones trascendentes para todos y misericordia para quienes más sufren. 

Tal vez juntos podamos reflexionar sobre estas palabras de Ernesto Sábato en su libro La Resistencia: "SI CAMBIA LA MENTALIDAD DEL HOMBRE, EL PELIGRO QUE VIVIMOS ES PARADÓJICAMENTE UNA ESPERANZA. PODREMOS RECUPERAR ESTA CASA QUE NOS FUE MÍTICAMENTE ENTREGADA. LA HISTORIA SIEMPRE ES NOVEDOSA. POR ESO A PESAR DE LAS DESILUSIONES Y FRUSTRACIONES ACUMULADAS, NO HAY MOTIVO PARA DESCREER DEL VALOR DE LAS GESTAS COTIDIANAS. AUNQUE SIMPLES Y MODESTAS, SON LAS QUE ESTÁN GENERANDO UNA NUEVA NARRACIÓN DE LA HISTORIA, ABRIENDO ASÍ UN NUEVO CURSO AL TORRENTE DE LA VIDA."

No hay comentarios:

Publicar un comentario