lunes, 1 de octubre de 2012

DE LOS ESENIOS: EL MAESTRO DE JUSTICIA

.........El Maestro de Justicia convocó a la mayoría de los monjes. Se trataba de realizar una excursión por la montaña. Esen iba con ellos. - Yavé Dios no está en los templos; sino en cada cosa que late, en cada criatura que vive sobre la superficie de la Tierra. Dios tiene en si mismo los recursos para mataros o para revitalizaros. Si tomáis el veneno de la cobra, moriréis, pero si bebéis de sus fuentes o coméis su miel, vuestra vida será sana y feliz.
 
Yavé no se ofrece a vosotros en una sola de sus naturalezas. Depende de vosotros como le auto-realizáis. Podéis emplear la espada para matar o para extirpar un tumor. Solo la sabiduría os permitirá descubrir el infinito amor de su creación. Yavé-Dios no está en los templos, ni es siempre el mismo. Si en cada segundo que pasa no matáis el viejo Dios, sustituyéndolo por el nuevo que descubrís, haréis cultos fanáticos que os enfrentarán a unos contra otros.
 
Si metéis a Yavé en las escrituras, en las piedras o en las imágenes encerraréis también vuestra libertad y vuestra capacidad de progreso evolutivo. Ahora vosotros veis a Dios con miedo, insuperable, inalcanzable, pero dentro un tiempo los nietos de vuestros nietos, derribarán vuestros mitos y miedos, pues él se revelará a los sabios, romperá vuestras fronteras, se hará herético ante vuestros principios y dogmas. Solo la ignorancia el dogma y el misterio os inmoviliza. Dios es divertido, rebelde, transgresor, aventurero, pero sobre todo Yavé-Dios-Atón; como queráis llamarlo, es amor infinito para el hombre, pues amando infinitamente al hombre, se ama a sí mismo, en su propia obra.
 
Esen lloraba, emborrachado del verbo del Maestro de Justicia; pues la verdad, no solo golpea los oídos, sino que emite sensaciones profundas de alegría y de inmensa beatitud. El llanto de los esenios, silencioso y quedo, les estaba llevando a la gnosis, a la comunión como un solo cuerpo y un solo espíritu. El Maestro siguió hablando:
 
- Si no os volvéis como niños; si no ponéis en marcha toda vuestra imaginación; si no provocáis en cada instante de vuestras vidas, a todos y cada uno de los elementos que os rodean, no encontraréis respuesta alguna, y Dios se esconderá y no se mostrará. Si colgáis de cada respiración o de cada latido de vuestro corazón una pregunta y buscáis con intensidad la respuesta El se mostrará un poco más; pero a la vez que encontréis respuesta, se os mostrarán miles de nuevas preguntas, que os harán jugar, al juego de la eterna sabiduría. Y vendréis tantas vidas como sean necesarias hasta que esas respuestas os permitan desterrar el dolor, la enfermedad, la guerra y la ambición.
 
No sois ni buenos ni malos, solo sois aprendices, solo sois ignorantes. Perdonaros a vosotros mismos, perdonad a vuestros semejantes, pues solo sois esclavos de la ignorancia.
 
El Maestro de Justicia comenzó a caminar hacia la cumbre, mientras seguía hablando. Los monjes se tropezaban y se empujaban para no perder una sola de las sílabas de su discurso: - Llegará un día, queridos hermanos, en que los sacerdotes, los que dicen representar a Dios, evitarán el conocimiento, perseguirán y quemarán en las hogueras a quienes deseen descubrir la naturaleza divina. Veréis entonces que la ciencia se enfrentará a la religión y la ignorancia y el mal campeará entre las castas y los hombres. Llegará un tiempo, en el que el sabio por pudor, se meterá en la cueva, y el virtuoso se avergonzará de practicar la virtud. Es por eso, hermanos, que todos juramos en cada capítulo de la orden, transportar el conocimiento a los nuevos servidores renacidos en el compromiso del conocimiento. Sea vuestro afán vida tras vida, la búsqueda de la sabiduría y la práctica del amor. Pues Dios es sobre todo sabiduría y amor incondicional.
 
El Maestro de Justicia se paró y todos pararon como un resorte. Parecían como un ingenio mecánico de la más perfecta máquina de relojería. Todos estaban comulgando en la gnosis y en la alegría desbordante del espíritu revelado a través de la palabra. Pues el Maestro de Justicia había sido iniciado en el Verbo y su voz contenía las cadencias precisas para generar emociones incontenibles en el hombre.
 
- Por vuestros padres conocéis las plagas y el dolor que el glaucoma provocó en Egipto. Imaginad una madre que ve como sus hijos mueren en sus brazos por causa de una enfermedad que la somete y que de ninguna manera puede superar. El dolor es inmenso. Finalmente el dolor se convierte en rabia, en amargura y proyecta esos sentimientos contra Dios maldiciéndole. ¿Por qué te llevas a mis hijos, maldito Dios, tirano y vengador? Habéis oído contar a vuestros escribas, que los pueblos bárbaros del interior del Nilo mataban a sus primogénitos para superar la desgracia, que ellos entendían, provenía de Dios. Y mataban a sus propios hijos para aplacar la ira de ese Dios, que tan solo vivía en su miedo y su ignorancia.
 
El Maestro de Justicia, se agachó y tomó en su mano una pequeña mata de hierba amarillenta, parecida a la camomila común. La levantó en su mano, mostrándosela a todos, diciendo: - Pues los hijos de la madre que había maldecido a Dios, no se hubieran muerto y se habría ahorrado su dolor. Y los hijos de los supersticiosos no habrían sido sacrificados al Dios que emergió de su propio miedo, si simplemente hubieran aplicado una decocción de esta planta, que quita y mata en pocos días el mal del glaucoma. Solo era un problema de sabiduría, solo era un problema de falta de conocimiento. Ahora imaginad que acudís al poblado con este conocimiento y salváis a estos hijos. ¿No os considerarán verdaderos dioses?
 
Todos asintieron. - ¿Deseáis ser dioses que consuelan, que aman y que curan la ignorancia humana? ¿Deseáis que Dios se incorpore en vuestra alma para sanar su propia obra, a sus propios hijos?
 
Esta vez el grito fue unánime y sonoro: - ¡Si maestro…queremos ser Dios ¡ - Sea, pues. Abrid vuestros ojos y vuestro corazón, pues vinisteis al monte con la venda de la ignorancia y saldréis con la sabiduría que consuele a vuestros semejantes.
 
El Maestro de Justicia tomo otra planta y se la mostró al grupo: - Observad bien la planta y pensad para vosotros mismos hacia qué parte del cuerpo se dirige.
 
Cada uno en silencio observó con detenimiento. Algunos no veían nada. Otros comprobaban como una extraña energía luminosa se alojaba en la zona sexual. Luego el Maestro dijo: - Aquellos de vosotros que hayan observado que la planta se dirige a la zona sexual y al riñón, que se pongan a este lado. Los que hayan observado que se va a otro órgano del cuerpo que se pongan al otro.
 
Aquello fue sorprendente, puesto que casi todos habían observado lo mismo.
 
- Efectivamente esta planta se utiliza desde antiguo para curar las enfermedades de los órganos sexuales y las infecciones genito-urinarias. Antes que vosotros, los antiguos, podían hablar con cada elemento de la creación. Tenían en forma natural desarrollado la percepción. Después de miles de años, el ser humano se dejó llevar por los sentidos corporales, olvidando el sexto sentido, el que es común para cada ser vivo de la Creación. En los papiros sagrados traídos por Maser, se habla de la Torre de Babel donde se confundieron las lenguas de los humanos; es decir donde se perdió este sentido de la comunicación con cada elemento. Vosotros podréis mediante la meditación, la auto-escucha y la pureza corporal, retomar este sentido perdido y dialogareis con la planta, con el agua, con el animal, sin ninguna dificultad.
 
- El ignorante vive de las sensaciones y los estímulos externos. El Señor de la materia tiene su lógica, ofrece al hombre cosas materiales dando respuesta a los sentidos corporales. Pero estas sensaciones mueren, no permanecen, dan una satisfacción perecedera. El espíritu, por el contrario se alimenta de sensaciones eternas, de percepciones que permanecen en el almacén sempiterno de vuestra alma. Es por esto que debemos mirar hacia dentro, en lo más profundo y recóndito de vuestro espíritu. La vida monacal no es un fin en sí mismo. Estáis aquí para aprender a leer en vuestro libro interno. Una vez que descubráis las claves del conocimiento y de la sabiduría perpetua; una vez que seáis uno con la voluntad de Dios, salir a los caminos, gritar en las plazas, mover las voluntades de los hombres, pues todo conocimiento debe dar fruto.
 
- Maestro; -le preguntaron- ¿El celibato es más perfecto que el matrimonio?
 
- No; no es más perfecto. Cada vida tiene su lógica. El casado de hoy fue el célibe de ayer y el célibe será mañana casado. Los dioses creadores, permanecen eternamente casados, puesto que son andrógenos. Su naturaleza ha reunido sus dos aspectos, siendo uno. En esta dimensión donde vive el hombre no se da el andrógino y el hombre y la mujer se buscan para conseguir llegar a esta unidad. Ha salido de la boca del Espíritu Superior: “Cuando os reunáis tres en mi nombre, yo estaré con vosotros” por tanto tampoco el matrimonio es el estado perfecto; lo es aún más, cuando del amor del hombre y de la mujer, y de la práctica de la virtud y el seguimiento de La Ley Superior, hace el hijo. Así es como se reúnen tres bajo el mismo espíritu y este estado también complace a Dios.
 
- Es importante que no confundáis el amor con el sexo. El sexo es una facultad primordial del cuerpo, el amor, es una facultad del espíritu. Al ser el sexo inferior en su rango vibratorio, debe ponerse al servicio del espíritu, y el espíritu gobernará desde la plena sabiduría, si en esta encarnación debe ser célibe o casado, si debe realizarse en el sexo o en la abstinencia. Lo que es sagrado a los ojos del Dios y de los hombres es la natalidad. Nadie puede tener un hijo si no nace del amor, de la consciencia y de la preparación física, y espiritual perfecta para tenerlo. El último niño que nace en el tiempo, es la obra más perfecta de Dios.
 
Todos se maravillaban al comprobar que en la medida que el Maestro de Justicia les mostraba más y más plantas, se iba afinando esta perfección y descubrían sus propiedades. Se levantaron catálogos, para que los que no gozaban de esta facultad pudieran aplicar y conocer el remedio para curar a los enfermos. En otro momento el Maestro, tomó a uno de los monjes y lo puso en el centro del círculo en la sinagoga. -
 
Observad bien su cuerpo y decidme dónde están sus órganos débiles o la herencia maligna de sus padres.
 
Todos se esforzaban en mirad. Esen, guardaba silencio, puesto que desde el primer momento estaba viendo como unas larvas o gusanos de color negro, solo visibles al clarividente rondaban la cabeza del monje. Otro monje joven con unos ojos de asombro replicó:
 
- Maestro, o yo estoy loco o veo que salen culebras de la cabeza de nuestro hermano. ¿Es esto posible? - Yo también las veo… - Yo también……
 
Una docena de monjes se reafirmaron en la visión. Los años anteriores, en los que el peregrinaje por el desierto les había hecho purificar su cuerpo, propiciaban ahora una visión psíquica extraordinaria. El Maestro con una sonrisa tomó la palabra: - Hermanos, ciertamente habéis detectado que nuestro compañero, tiene debilidad en la función circulatoria de la cabeza. Luego mirando al monje le preguntó: - ¿Te duele a menudo la cabeza? - Si, Maestro, me siento mareado y débil con molestias en la cabeza.
 
Luego el Maestro señalando la mesa donde se agrupaban las plantas que estaban en estudio, les solicitó que indicaran que plantas eran las adecuadas para curar al hermano. Y unos por visión directa y otros por memorización pudieron establecer, no solo la enfermedad, sino el remedio.
 

Este conocimiento fue pasando de generación en generación. Y siglos después, tal y como recogen los historiadores de la época, muchos hombres viajaron de distintos países para aprender de la sabiduría de los esenios, como los mejores terapeutas del desierto. Seres santos que habían podido restablecer el eterno diálogo de la creación universal.
 
Y en sus textos sagrados, se recoge el amor y la admiración por el Maestro de Justicia, que un día vino de Oriente y les instruyó en grandes conocimientos y les encarriló en el camino de la virtud.
 
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