sábado, 17 de julio de 2010

EL PODER SANADOR DEL ABRAZO

Podríamos hoy dejar de poner tanto énfasis en las cremas, las dietas, la ropa, los gimnasios, el dinero y tantas otras cosas y regresar a la verdad esencial, nos necesitamos.

Necesitamos los unos de los otros. Expresar afecto, abrazar, dar, estar disponible, ser cordial, ser cálido es esencial para sanar la vida.

El “Instituto de Investigación sobre el contacto” de la Escuela Universitaria de Medicina de Miami ha llevado a cabo más de 100 estudios sobre los efectos del contacto en la recuperación de la salud. Las cifras de los estudios alientan a considerar el abrazo, las caricias y el contacto como una medicina imperial.

Las cifras hablan de un mejor y más rápido crecimiento en bebés prematuros, aumento de la analgesia en pacientes con dolor, mejoría de los niveles de glucosa en niños con diabetes, mejoría del sistema inmune en pacientes con cáncer, entre otros efectos constatados.

El abrazo y el contacto son formas esenciales de ofrecer soporte afectivo, es precisamente el soporte afectivo el indicador esencial en estudios masivos sobre epidemiología para explicar la buena salud (muy por encima de la dieta y de los hábitos deportivos).

En relación al soporte afectivo el Dr. David Spiegel, de la Universidad de Stanford fue pionero en observar la correlación entre mayor longevidad y apoyo terapéutico grupal en mujeres con cáncer metastático de mama. El estudio estaba destinado a demostrar que expresar sentimientos, sentirse acompañado, tener contacto afectivo mejoraba la calidad de vida y disminuía el dolor.

Lo que el estudio sin embargo demostró, para asombro del propio Spiegel, no fue sólo que el dolor se redujo en un 50% sino que las pacientes vivieron el doble (las mujeres del grupo de control vivían un promedio de 18.9 meses, en tanto que las del grupo que recibía terapia de apoyo vivían 36.6 meses).

Uno de mis favoritos es un experimento que no pretendía demostrar nada en relación al contacto, se trata de un estudio publicado en Cientifican America destinado a evaluar los efectos del colesterol en la arteriosclerosis. Se administra a un grupo de conejos una dieta muy rica en colesterol, se les sacrifica y se analizan las arterias.

Parte de ellos presentaba lo que era de esperar: elevadísimos signos de deterioro arterial, es decir estaban gravemente enfermos. Otro grupo de ellos -pese a haber comido la misma dieta, durante el mismo período de tiempo- gozaba de perfecta salud. Los investigadores no comprenden. Se observa que son los conejos de las jaulas superiores los que enferman de arteriosclerosis y son los de las jaulas inferiores los que no.

Luego de esto, se resuelve el misterio. El factor inductor de la diferencia entre los dos grupos de conejos es una investigadora pequeñita, muy amorosa: ella por su estatura no alcanza a los conejos de arriba y por tanto sólo terminan recibiendo sus caricias y sus mimos los que están situados en las jaulas de abajo. Fue la distribución espacial de las jaulas lo que sin intención, generó dos grupos. Fueron los juegos y las caricias lo más revelador en un estudio que en principio sólo pretendía relacionar arteriosclerosis con dieta.

Dime como abrazas…

¿Abrazamos? ¿A quienes abrazamos? ¿Con que frecuencia abrazamos? ¿Cómo abrazamos? Estas preguntas importan y tener el valor de formularlas, cada quien en el altar de su silencio, aguardando con total honestidad las respuestas, es el camino para evolucionar.

Muchas veces se define la meditación como esa práctica matutina hecha con tal o cual procedimiento según la escuela, eso en realidad es sólo un entrenamiento para la verdadera meditación que consiste en el arte de estar atento en todo momento. Observar, observarse, ver y comprender las señales que la vida nos envía a través del diseño único de nuestras relaciones, es el camino para ascender a un nuevo nivel de consciencia.

Si para creer hay que observar y para generar un correcto campo de observación hay que formular las preguntas correctas reflexionemos en la que la que más importa, la del cómo. Respondiendo a ¿como abrazamos? respondemos a todo… podríamos casi decir “dime como abrazas y te diré quién eres”.

Uno abraza a otros como abraza la vida.
Uno abraza la vida como se abraza.

Hay infinidad de formas de abrazar que podríamos agrupar en tres categorías básicas:

Abrazo físico – Sería aquel en que la consciencia, el énfasis, está en el cuerpo. Suelen ser cortos, fuertes y muchas veces son fríos ya que no se ponen en juego partes más profundas del ser. La respiración es superficial.

Abrazo emocional – Es como su nombre indica altamente emotivo, puede estar cargado de una serie de emociones que nos causan dolor como tristeza, angustia de separación o incluso de miedo. Con frecuencia comienza con dificultades para respirar y sollozos, que suelen desembocar en un liberador llanto hondo. En otros casos es el abrazo con el que compartimos una alegría, una buena noticia; suele ser dinámico y más corto que el anterior.

Abrazo del alma – El alma tiene dos cordones por los que está conectada siempre a la triple personalidad, el hilo de vida que se ancla en el corazón (4º centro) y el hilo de consciencia que se ancla en el séptimo centro (cabeza).

Ambos se emplean durante el abrazo que involucra la consciencia meditativa o superior. Abrazar desde el alma no es una técnica es un modo de ser y de vivir, sin embargo hay – como en las prácticas meditativas – ciertas pautas que pueden ayudarnos a enfocar la consciencia y la energía. Lo fundamental, es la intención, y la mejor intención es siempre la más pura, la más amorosa y la más desapegada, con la intención correcta basta.

Si deseamos no obstante profundizar en el conocimiento de los canales que la energía sigue en el seno de nuestro cuerpo podemos acompañar el abrazo de una visualización que modula la energía.
Con o sin visualización, con o sin conocimiento de que centros están implicados (y cómo y porqué), lo esencial es que una vez que estamos centrados, que nuestra respiración es profunda y pausada, (y que está centrada en el corazón) estamos prontos para abrazar.

Es muy bueno procurar un buen acoplamiento en el momento del encuentro que nos permita tener el peso del cuerpo bien repartido entre las dos piernas de tal forma que nuestra consciencia no esté en sostener el equilibrio, sino en fluir, dar, celebrar el instante único. Cerramos los ojos y con máxima reverencia acogemos al otro como si le recibiéramos en nuestro templo, ingresando a la vez en su templo. Abrazamos con la fuerza justa, como si sostuviéramos en la mano a un pájaro, ni tan flojo que se nos vuele, ni tan apretado que se lastime.

Somos conscientes de la energía que recibimos a través de la respiración, sentimos su gratuidad, sentimos que es un regalo que ha estado allí siempre para nosotros y descubrimos que podemos vivirla y enriquecerla con nuestro colorido de una forma única en cada abrazo. “No es posible bañarse dos veces en el mismo río” dice el aforismo, tampoco es posible volver a vivir el mismo abrazo.

En la quietud de sentir nuestra respiración y con devoción por la vida del otro simplemente dejamos el amor fluir. Sentimos que completamos al otro, que somos justo lo que en ese momento necesita, sentimos que el otro nos completa, por lo que nos da, por lo que nos permite dar, por ser el que es.

Permanecemos en ese sentir y gradualmente los dos campos de energía se armonizan hasta que, en algunas ocasiones, ya no hay dos que respiran sino una única respiración que acontece entre ambos. Ya no hay dos campos de energía sino una sola nube de paz, ya no hay tiempo, ni sonidos, sino una profunda quietud que baña cada una de nuestras células con la vibración del alma.

Abrazarnos

Decíamos que la del cómo era la pregunta que responde a todas las preguntas. Si abrazamos bien abrazamos mucho, por descontado. Si abrazamos bien abrazamos a muchos, eso es bien seguro. Si abrazamos bien estamos disponibles casi siempre, eso es seguro. Así quizás la siguiente pregunta sería ¿cómo vivir para abrazar bien?

Uno abraza la vida como se abraza.

¿Te abrazas? ¿Te aprecias, te conoces? Si no nos conocemos no conocemos nuestras necesidades reales, no cuidamos de nosotros, no nos nutrimos. Si desconocemos nuestras necesidades reales empleamos nuestro tiempo y nuestra energía, procurando satisfacer necesidades falsas, necesidades que parten del no ser, que tienen que ver con programaciones, deseos de otros, reclamos surgidos desde la coraza del carácter. Así nos alejamos del corazón, de la autenticidad, de la unicidad, de la realización.

Si no nos abrazamos y abrazamos la vida es porque no hubo alguien en nuestro origen que nos abrazara desde el alma, con frecuencia, con amor.
Y está bien, si lo admitimos, si lo tomamos como punto de partida, está bien. No es necesario renunciar, no es inteligente seguir huyendo, no es constructivo negar las carencias.

El primer movimiento para recibir ayuda real es creer que otra vida es posible, que otro mundo es posible. El segundo movimiento es elegirlo, vencer las falsas creencias de no merecerlo, abrirse.
Abrazar es estar abierto. Abrazar es dejarse abrazar y dejarse abrasar. Es vincularse desde dentro y dejarse conmover. Es dejarse tocar, no con la piel sino con el corazón y los sueños, no en la piel sino en el corazón y el alma.

Si te dejas tocar por el alma, el alma está en ti, su fuego nutre tu corazón y canta a cada una de tus células. Tu calor enciende a aquellos que miras, que tocas, que abrazas. Tu ejemplo inspira. Tu compañía nutre. Tu presencia acompaña. Tu sonrisa ilumina. Tu alegría contagia.

Si te abrazas, si te quieres, si te reconoces, abrazas lo que te conviene, lo que te construye. Abrazar la verdad nos libera. Abrazar la responsabilidad nos madura. Abrazar el esfuerzo nos lleva a la fortaleza y la eficacia. Abrazar la sinceridad, la empatía y la apertura nos lleva a la amistad. Abrazar la inofensividad, la responsabilidad, la reciprocidad y la entrega lleva al amor.

Abrazar el amor nos protege del falso amor, ese que siendo dependencia, apego, idealización nos niega, nos debilita y nos empobrece.

Abrazar el amor es abrazar a un tiempo la valentía y la bondad ya que el amor no teme, el amor salvaguarda lo justo, lo noble, lo bueno. Abrazar el amor es ser testigo de Dios, mensajero de Dios, discípulo de Dios y serlo en el silencio magno del ejemplo.

Actuar en consecuencia

Si el contacto, el abrazo y el soporte afectivo prolongan la vida en caso de metástasis, si tienen un poder analgésico incluso para dolores severos, si mejoran el sistema inmunológico, si nos hacen sentir bien, más seguros, más queridos, más valiosos, más conectados a la vida ¿a que estamos esperando?

Podríamos hoy dejar de poner tanto énfasis en las cremas, las dietas, la ropa, los gimnasios, el dinero y tantas otras cosas y regresar a la verdad esencial, nos necesitamos. Necesitamos los unos de los otros. Expresar afecto, abrazar, dar, estar disponible, ser cordial, ser cálido es esencial para sanar la vida.

Podemos aumentar ingresar al ritual sagrado del abrazo de muchas formas. Podemos incorporarlos a los grupos de meditación (nosotros lo hemos hecho y todos lo disfrutamos de gran forma), a nuestros grupos de yoga. Podemos abrazar a los amigos con sólo pasar la barrera de los dos besos protocolarios un poquito más allá, ellos pronto tendrán la iniciativa.

Hemos de abrazar mucho a nuestros hijos y acariciar a nuestras mascotas, los más pequeños siempre se nutren de nuestro amor, lo necesitan. Podemos contagiarnos unos a otros de las ganas de abrazar y ser abrazado, podemos fluir, experimentar, abrirnos, descubrirnos y sanarnos.

No aceptemos médicos distantes, no nos conformemos con profesores indiferentes, no permanezcamos en matrimonios inhabitados, abracemos la vida y elijamos gente que abrace la vida. El mundo es nuestro mundo, Y lo hacemos nosotros con nuestros pensamientos y sentimientos y como no con nuestros.......... ABRAZOS.


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